24. un accidente.

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El abdomen de quackity dolía, dolía y seguiría doliendo, rubius no había escuchado ningún consejo médico puesto no deseaba que su omega tuviera el niño en el hospital, serían meses separados y poco se verían un par de veces.

La noticia de que el menor había dejado la universidad fue dudosa para el grupo del alfa, pero no protestaron más allá -Me veo horrible.

Se dijo así mismo entre el espejo, ya cumplía dos meses de su embarazo, por suerte rubius no había querido abusar de él por la seguridad del bebé -Te ves bien.

Se asustó al notar la presencia de vegetta detrás de él, tan horrible como se veía su cuerpo, cubrió su piel detestable para que el beta no le viera -No te preocupes, ya sabía que estabas lastimado, no te voy a juzgar ni a preguntar.

Vegetta tomó asiento en el sillón viendo por segundos el abdomen de quackity, estaba inchado, tenía chupetones morados en la parte alta de su cuello y su estómago, habían rasguños en su espalda y caderas y podría jurar que vio moretones, quackity cubrió su cuerpo pálido con la camiseta de Nirvana que le pertenecía a rubius -Eh, eh, ¿qué haces aquí?

-Traje algún que otro regalo, además quería hablar contigo- el omega tragó con fuerza casi ardiendo su garganta, se sentó en el sillón al lado del mayor acurrucando sus piernas -¿quieres que te prepare un té?

-No es necesario, además rubius me dijo que no debías estar mucho de pie- el menor sonrió tomando una de las pequeñas bolsitas que traía el pelimorado a su lado -¿qué es?

-Tenía que felicitarles por su próximo bebé, les traje ropa aunque aún no se revele el sexo- el pequeño chico soltó una leve carcajada al notar que dentro yacían pijamas de varón con forma de ositos diminutos, era tierno, incluso tenía un gorro con dos orejas de aquellos animales que representaban  a rubius.

-Vegetta...tengo que confesarte algo- dice entre susurros dejando los regalos y detalles a un lado de sus piernas -¿qué cosa?

-He pensado...que luego de tener a este niño, quiero escapar de aquí- el beta giró la cabeza con sorpresa, tenía tantas ganas de negar como de aceptar, se sentía confundido -Rubius...la verdad es que rubius me da miedo, y tengo miedo de que le pueda hacer algo al niño.

Tenía una misión, rubius le afirmó que si cumplía su parte él le entregaría un deseo, se sentía como si cayera en un mar con pirañas en todas partes, rubius era asombroso, él no le haría nada a nadie, eso pensaba, quería pensar que era inocente, que quackity tenía la culpa -¿Bromeas? Quackity, no puedes quitarle parte de la custodia a su padre.

-¡Pero sería peligroso que viviéramos como familia, la verdad es que él...

-Rubius te ama, por Dios, te ama más que a nadie en el mundo, me deja de lado por ti, deja sus deberes por ti, ¿y tú te sientas a decir estupideces? tienes todo en tu vida, un novio lindo y amigos buenos, ¿eres tan egoísta?- quackity estaba petrificado, su cuerpo estaba inmóvil, su mandíbula estaba tensa, sus hombros cayeron, tenía ganas de llorar.

-No, eh- vegetta quería lavar su boca con jabón en ese instante, pero por rubius, haría lo que fuera, se arrodilló ante quackity poniendo sus manos sobre las suyas quienes estaban frías -Lo único que tienes que hacer es confiar en rubius, él nunca te haría daño, estas confundido.

-...sí, perdón, soy estúpido- se deslizó hasta los hombros de vegetta cayendo su cabeza por encima de su clavícula, comenzó a llorar sintiendo las caricias en su espalda.

Vegetta se había convertido en un mounstro, estaba ciego, ciego en todos sus sentidos, la verdad es que él también quería llorar en el hombro de alguien, quería sanar, pero estaba lo suficientemente tonto para no hacerlo.

ᵍʰᵒˢᵗ ᵇᵒʸ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora