Halloween.

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Antes de presentarles el lindo especial de Halloween que preparé para recompensar todavía a los pocos lectores de esta franquicia me aplace decir que, este es un universo alterno del universo alterno (?)

Básicamente soy yo dando incapie a una breve historia entre personajes y escenas que no fueron representadas en la historia original ya sea porque no me apetecía o el tiempo no me dio cupo.

Sin nada más que decir, ¡recuerden que los especiales no son nada canónicos! 😸


Sin nada más que decir, ¡recuerden que los especiales no son nada canónicos! 😸

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— 31 de octubre. España.

Poco creíble. Era poco creíble que aquel azabache de medio metro y unos cuantos pasos se dignase a ocurrir por el disfraz más básico y menos extravagante posible. Tampoco opinaba tanto, en sus vagos años solo se ponía orejas de oso y le pedía de favor a Vegetta que le maquillase. Aquella tarde, se preparaban en el sucio departamento de madera rechinante. A las 9 empezaba la mejor fiesta de halloween que uno de los famosos deportistas del club en la universidad. Observaba de reojo a la habitación, notando el vacile de Quackity que frente al espejo empañado; tenía una sábana en sus manos frágiles.

—¿Qué sucede?, Ya te dije yo que ese disfraz era algo burdo.— caminó detrás de él.

La sensación era extraña. Extrañamente dolorosa. Su presencia casi lo espanta como a una cucaracha, lo hizo temblar de inmediato.

—No es eso.– sus hombros se tensaron. —Me da pena tener que cortar las sábanas.— tomaba la tela vieja en sus manos, fueron las primeras sábanas que consiguió comprar con su propio sueldo, aquellas que marcaron su tiempo en la casa.

—Venga, lo hago por ti.— bruscamente le arrebató la sábana añeja de las manos, agarró fuerte el par de tijeras y sin dejarle ni siquiera decir una palabra abrió dos pares circulares al medio de la tela. Para Rubius, esta acción fue la más empática que pudo pensar, tan preocupado por el bienestar de su novio y aún así, Quackity hizo un puchero genuino.

Era como si de alguna manera nuevamente sintiera que una parte de sí mismo era arrebatada por las manos sedientas de Rubius.

—Toma.— con una sonrisa atrevida, colocó las sábanas viejas sobre la cabeza de Quackity cubriéndole hasta los tobillos.

Apenas lograba ver entre los agujeros de sus ojos mal cortados. —soy ciego.

—...te vendría bien crecer un poco.— Rubius colocó sus manos sobre sus caderas mirando de arriba abajo la figura de Quackity que más que fantasma parecía...pues, una sábana sin forma. La tela le llegaba a los pies, casi amenazando con hacerle caer si se atrevía a pisar incorrectamente.

ᵍʰᵒˢᵗ ᵇᵒʸ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora