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:Felix

-¿Ya despertaste Lixie?- le preguntó cuando el pelinegro parpadeó lentamente mirando a su alrededor.

-V-vete, me das miedo...- susurró viendo al mayor sentado en el borde de la cama.

-Creí que te gustaba que estuviera pegado a tí.

-Pero tu no eres mi Binnie- ocultó su cara tras el pelo que ya se había desatado de su pequeña coleta.

-Si lo soy, deja de decir tonterías- dijo totalmente serio, dejando cualquier pizca de broma.

Decidió dejar de darle más conversación e intentó relajarse, para salir de la supuesta pesadilla.

-No te creas que vas a salir de aquí, quédate quietecito, ahora vuelvo- le comentó para luego salir de la habitación.

"Como si pudiera moverme"- contestó en sus pensamientos.

Entonces, buscando alguna forma de quitarse sus amarres, se giró de lado y estirando tan solo un poco el brazo, abrió el pequeño cajón de la vieja mesita de noche.

-Tiene que haber algo útil por aquí, vamos...- pidió al aire, rebuscando entre varios papeles en blanco arrugados y restos de objetos perdidos. -No me lo creo...- dijo cuando gracias al dios que estuviera arriba, percibió una llave dorada.

-Tiene que funcionar- afirmó por si mismo mientras colocaba la llave en el candado que cerraba sus cadenas.

Giró un poco y... ¡Click! Afortunadamente abrió.

Con una sonrisa enorme en su cara, procedió a desencadenarse de sus pies y rápidamente se levantó.

-Creo que después de salir de esta horrible mansión tendré que ir a clases de rehabilitación...

-¡Me ha rimado!- gritó en bajito mientras iba a tomar el pomo de la puerta.

Pero algo más le llamó la atención.

Un pequeño espejo redondo de bordes marrones dorados estaba a un lado de la pared de la lúgubre habitación, pidiéndole que se acercara.

-No pasará nada por echar un vistacito -se dijo a sí mismo arreglándose el cabello desordenado.

Si, había gritado como un loco cuando se vio a sí mismo pero con una camisa negra.

-¡No me hagas daño, te queda muy bien esa ropa!- exclamó mientras apretaba fuertemente sus párpados.

El otro por su parte, sin que el otro le mirase, sonrió de par en par, dejando sus encías blancas a la vista.

Dejando que se tranquilizase, paró por un momento y cuando su corazón se calmó, volvió a verse a sí mismo.

Los dos se acercaron a la vez más y más al espejo, cuando derrepente, pudo sentir la respiración pausada del que iba de negro.

-Hola pequeño- creyó leer de los labios del extraño que tan igual era a él.

Para nada pensaría que eso solo sería un pequeño juego de la trampa, el seguiría siendo inocente, pensando que cuando se desatará, saldría de ahí enseguida con su mejor amigo.

...

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