08

20 5 0
                                    

:Felix

La intensidad con las que estiraban las cadenas de sus pies eran dolorosamente fuertes, sabía que no tenía mucha fe en sí mismo, pero aún así siguió tentando sus últimas fuerzas lo máximo posible, no iba a dejar a Bin en esto solo, eso estaba claro.

Poco a poco, se fue arrastrando hasta un mueble más cercano, y cuando se puso agarrar de los bordes de la madera se sujetó, recupero un poco de fuerza y siguió estirando contra los hierros que cada vez le hacían más daño, pero le daba igual, en ese momento lo que más le dolía era estar lejos de su amigo.

Así siguió durante unos cuantos muebles, hasta que no pudo más, cada vez le arrastraba más hacia atrás y ya no podía más, estaba agotado.

Por ello, con un último esfuerzo se desplazó por la sucia pared hasta una puerta y la abrió súbitamente cerrando tras de sí, y aunque las cadenas estuvieran en el todavía, pudo destruirlas tras el fuerte golpe.

Vio otro espejo y ese fue su gran alivio, al parecer todos los sitios de esta mansión tenían espejo y no sabía la razón.

Entonces pudo ver a una persona que se parecía demasiado a su Bin, pero era borrosa la imagen.

—¿Bin? ¿Eres tú? ¡Funciona maldita chatarra!— golpeó suavemente por su fuerza desvanecida.

Milagrosamente esto funcionó ya que pudo ver claramente su tan característico pelo anaranjado.

Suspiró feliz de volver a verle, pero el otro pareció no escucharle, seguía con la cabeza gacha.

Era como si no pudieran escucharse mutuamente, aunque podía recordar perfectamente que la anterior vez escuchó su voz.

—Bin, oye, escúchame porfavor, estoy aquí, mirame —pequeñas lágrimas se acumularon en sus ojos inevitablemente.

Pero porfin el otro levantó la mirada, viendose sorprendido, soltó una bella sonrisa y se apegó al cristal.

Tal parecía que le estaba hablando sin parar pero Felix no podía escuchar ni una palabra. El mayor pudo darse cuenta e inmediatamente su cara se convirtió en una mueca de decepción.

Entonces una grata idea apareció en la cabeza del pelinegro.

"Te quiero, luchemos" dijo en lenguaje de señas acompañadas de sus labios.

El otro sonrió pudiendo entenderlo, y es que ambos habían tomado clase juntos hace poco por causa del aburrimiento, y ahora más que nunca podían estar agradecidos.

"También te quiero, saldremos de aquí, juntos, amigo" pudo entender del pelirrojo.

Sonrieron a la par y juntaron sus manos, que aunque era un cristal, podían percibir el calor del otro.

Derrepente, el mayor quitó su mano llevándosela a la cabeza con una expresión de dolor con los ojos cerrados.

—¿Qué ocurre, que te pasa binnie?— preguntó preocupado aunque el otro no le pudiera escuchar.

Pero entonces él sintió otro agudo dolor, cerró los ojos con fuerza y se llevó las manos a la cabeza.

Otra vez esa luz roja.

...

Live or dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora