La Corona Maldita

21. Más de 100 anillos de papel

Regla n°17 En los bailes se recibe a todos los seres de ValleyMoore , sin discriminación ni malos tratos.

Emberlyn Walsh

Me veo en el espejo de cuerpo completo. No hay ojeras en mis ojos, mi cara no se ve deforme y mi cabello esta lacio y aun persiste la media cola que me demuestra como paloma aunque no hay nudos. Mi vestido color celeste me acentúa los pechos, de la cadera para abajo es suelto y deja un hueco en mi pierna. Le sonrío al espejo. Bonita. Pareciera que ayer no hubiera llorado, que no hubiera estado vomitando toda la noche, temblando de miedo.

—Señorita Emberlyn, mis felicitaciones por...

—Ember, y muchas gracias. —doy varias vueltas mirando cada parte de mi cuerpo en este vestido.

—Su Alteza Real estará viniendo en unos segundos.

Asiento, mientras las 15 sirvientas que ayudaron a que me viera así, salen de la habitación dejándome sola con un relejo del que sí estoy orgullosa. Ayer, Ezekiel me dijo que hoy sería nuestro compromiso ante el mundo, todos sabrían del matrimonio y conocerían a la chica que el futuro rey escogió. Mis amigas están a puertas continuas vistiéndose para este día especial y Ezekiel está en uno de los dormitorios también arreglándose.

—Voy a entrar.

Ezekiel entra. Viste un saco color azul con varias medallas de oro y franjas de oro en las mangas y hombros. Se ve una corbata dorada y una camisa blanca debajo. Su pantalón es color azul y no es tan apretado como los que usa siempre. Se ve bien, muy bien.

—¿Estás lista para hacer todo esto real?

—Sigo con miedo—admito en un susurro.

Él suspira. Se posiciona detrás de mí y ambos nos miramos en el espejo.

—No voy a cortarte nada,—menciona—seguirás estudiando hasta que...

—Este gorda

Cierra los ojos aguantando una sonrisa, el espejo lo delata. Aun con tacos, él es mucho más alto que yo, una cabeza y media más.

—Iba a decir cuando ya no lo necesites. Igual tendrás educación privada para entender la diplomacia y relaciones entre los pueblos de ValleyMoore. Lo único que cambia, es que ahora tú serás la reina, Ember y se que puede ser mucho, pero te ayudaré a no estresarte.

Nos quedamos en silencio. Miro como posiciona sus manos sobre mi estomago plano, lo hace con muchísima timidez como si fuera a romperme con solo tocarme. Aguanto las ganas de llorar cuando un pinchazo atraviesa mis pechos, duelen mucho y el vestido apretado no ayuda.

—¿Estas asustado?—inquiero.

—Sí, y mucho. Pero lo haremos bien, niña tonta, yo siempre hago las cosas bien—sonríe, orgulloso de sí mismo.

—Será mejor que te muevas y apartes eso ego de mí, me contaminas.

Ríe con fuerza y agarra mi mano.

—Andando, niña ya no tan amorfa.

Ya hay una buena cantidad de gente cuando bajamos. Su familia está reunida en una esquina, conversando.

—La reina, mi madre—apunta. La reina viste un vestido esponjado y color rojo. Su cara está llena de joyas. —Hazle reverencia cada ves que la veas.

—No le caigo bien—susurro—ni siquiera ha dado su bendición para...

—Calma, ella no puede hacer nada ni con la magia, te digo.