IV

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Pasaron así los días para la pequeña artista. Encerrada en el ático varias horas del día; con la esperanza de que esa motivación a pintar regrese como antes.

En el día tenía sus latas preparadas abiertas y espesas, con el lienzo en blanco en frente de ella. Con la vista preocupante y desesperada en que sus patas no lograran hacer aquellas obras que le daba luz y sensación satisfactoria en su aura.

Esperó esas ganas de plasmar nuevamente en un lienzo vacío aquella alegría y armonía que plasmaba a través de los colores alegres de la pintura en sus patas y pinceles en mano. Pero a suspiros y desánimos no lograba hacerlo.

¿Su carrera terminaría en la ruina? Si apenas estaba comenzando esos días de frustración y sin inspiración alguna para pintar.

Salía ocasionalmente una vez cada dos días para despejar su mente para librarse aquellos malos pensamientos que la orillaron a la frustración de su falta de ganas de pintar de nuevo.

—Vete con cuidado, Da Vinci —condicionó Dylan que estaba en el pasillo de la casa—. Y regresa pronto.

—Lo haré, hermano. Gracias.

Sin equipamiento de pinturas en aerosol y su morral fue a visitar sus lugares principalmente favoritos para despejar su mente de aquel día que cambió su inocencia.

El principal, el parque de la ciudad. Un lugar ambientado con naturaleza con su aroma vegetal y la ventisca agradable y fresco para sentirlo en su pelaje y orejas ondeando por ello.

Tranquilidad y armonía en su entorno, estando sentada en una banqueta cerca de la fuente. Para escuchar el entrañable sonido del agua caer en salpicón constantemente. Esa paz que logró obtener en un tiempo que sufría del desasosiego de su alma.

—El esconderme en el ático no es mi entorno —dijo ella a sí misma mirando la tranquilidad de su alrededor en el parque—. Debería trasladarme aquí; la paz de un espacio sosegado y hermoso.

«Si no es tu entorno lo que te encierra, busca alternativas. Y busca nuevas aventuras a qué descubrir y satisfacerte».

Al día siguiente, tomó sus cosas en su morral de equipamiento. Estaba decidida, a cambiar a un hábito para recuperar esa inspiración perdida.

Y nadie sospecho en lo especial. Sus hermanos mayores la apoyaron en todo para volver a ver esa sonrisa de Da Vinci de cada mañana. Con caricias en su cabeza y apapachos le desearon suerte y cuidado a pintar.

Además de que ella estaba decidida a comenzar de nuevo, decidida a dejar de temer en hacer lo que más amaba. Demostrarles a todos lo que ella es capaz y lo que ella puede hacer con esas patas que carga. Que el mundo sepa su talento y que nada puede detenerla.

Estando en el parque, volvió a recuperar ese entorno que sintió el día anterior. Tanto así que la inspiración de crear arte estaba de regreso en su ser.

Empezó a dar trazos y pinceladas en el lienzo pequeño que logró caber en su morral deportivo negro. Con sus patas plasmaba imagen en aquel pedazo de tela que conseguía dar color. Era increíble lo que creía, lo que sus ojos observaban. Y se dejó llevar por sus instintos artísticos.

—Dylan —dijo Dolly, la hermana mayor de la familia al igual que el macho antes mencionado—, ven que quiero hablar contigo.

Eso se escuchaba a lado de la casa, en la sala donde ella estaba mirando la televisión junto con decenas de sus hermanos menores. Y sí, familia numerosa era.

Dylan estaba concentrado en sus deberes domésticos del hogar tarareando una canción popular de los setentas de la región británica. Sin embargo, Dolly lo llamaba en otro lado de la casa.

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⏰ Última actualización: Oct 16, 2022 ⏰

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