14. margaritas en la madera.

2.6K 298 267
                                    

-Buenos días- decía un chico de pelinaranja sujetado de mangas con otro más alto, aquellos eran lolito y Mangel -Hola.

Luzu se veía deprimido, alguna que otra ojera se mostraba entre sus ojos café, se sentía muerto por no haber descansado su cerebro lo suficiente -Wow, Diablos, te ves horrible.

-Lolito- Mangel golpeó su nuca con un pequeño susurro, a partir de esto el chico apoyó su antebrazo en la mesa rayada de luzu para hablarle de cerca -¿Quieres hablar de eso?

-Uhm, no, es que un amigo muy importante se accidentó ayer y estoy preocupado, ni siquiera me ha llamado- lolito se subió a la espalda de Mangel de forma despreocupada, torciendola.

-¿Y por qué no vas a su casa? Quizás no ha tenido tiempo- Mangel asintió de mala gana sosteniendo al chico por los muslos.

-Sí, tienen razón, Uhm, perdón por la cara larga.

-Todo está bien, luzu, podemos salir otro día sí te sigues sintiendo mal- luzu sonrió, viendo como el par de amigos se alejaban con lolito haciendo berrinche y Mangel aguantandolo aún tuviera cara de querer asesinarlo.

(...)

Luzu vio a lo lejos una vendedora de mayor edad promocionando unas lindas flores de todo tipo, rosas eran las más vendidas y eso era obvio. No supo porqué pero la idea de recordar a quackity através de aquellas margaritas lo pusó rojo por completo, suspiró sacando su pequeño monedero con una forma de gato.

-Ehm, deme un ramo de margaritas- le dijo a la señora entregando el dinero necesario a la compra, puro sostener esas margaritas que se veían sucias por la tierra, pero no importaba.

Sus pies llegaron hasta el departamento aislado que tenía una buena reputación, eso aparentaba, le recordaba a su casa. Quackity vivía allí, por lo tanto entró con precaución, subió el ascensor dudando de sus palabras.

"lo único que tienes que hacer es sonreír, darle las flores y preguntarle cómo le fue, sí, es lo único que harás" pensaba.

"...¡luzu Williams, sigues en el fondo queriendo pasar tiempo con él! Agh, tengo que madurar como buena persona de 20 años" el timbre había sonado cuando la puerta torció.

-Quackity...

Luzu veía como el chiquillo tenía la mirada postrada al suelo, su piel se veía igual de pálida que una hoja de cuaderno vacía pero notaba los moretones de sus brazos morados. Estaba usando una camiseta, aquella que marcaba Nirvana, la banda favorita de rubius.

-Luzu, debes irte- dijo.

-No sin que me mires a la cara, y me lo repitas- respondió con aquellas sucias margaritas detrás de su espalda, apretaba sus manos con furia al verlo en aquel estado -Eh...

Las lágrimas habían consumido el rostro pequeño del omega quien tenía una mordida de su labio inferior, sus ojos estaban rojos y seguramente se notaban las ojeras -Luzu...

No hubo respuesta, las flores cayeron al suelo y los brazos de luzu rodearon la espalda de quackity acercandolo a él -¡Sueltame!

Exclamaba cayendo sus pies tambaleantes al suelo, la puerta se cerró de golpe con quackity y luzu allí sentados en la madera rechinante -¡Dejame! ¡Dejame en paz!

Le dio algunas patadas, golpes en el pecho e intentó luchar, hasta que la respiración agitada consumió sus sentidos, jadeaba con fuerza agarrando su camiseta -Ehh, luzu.

Luzu sentía como las manos finalmente terminaban por corresponder su dulce abrazo, las margaritas estaban por todo el suelo, algunas aplastadas -Perdón, luzu, yo no debería decirte eso a ti.

Sollozó, lloraba en silencio en el pecho agudo del alfa quien lo apoyaba con su olor a vainilla, aunque el omega nunca podría volver a olerla igual, no podría verlo igual -¿Qué sucede, quackity?

-Eh, eh, alguien...me está haciendo daño- luzu lo sabía, lo presentía, enterró sus uñas en aquella espalda sutil, quackity acercó su rostro a las mejillas de luzu acariciando su nariz con la suya -Quackity?

Su cara estaba rosa, no cualquiera podía hacer sentir a luzu como si estuviera en un manga cliché romance, era hermoso, se sentía lindo tener al omega acariciando su piel, dejando ver sus lágrimas, lo veía hermoso aunque su rostro se viera deteriorado -Solo dime quien fue y yo lo asesinare.

Quackity rió pequeñas carcajadas dejándose caer de espaldas al suelo junto al alfa arriba suyo, no ponía atención al tipo de posición, solo tenía enganchado su cuello entre sus brazos -No, yo...no puedo decirte.

-Me lo dirás?

-Sí, cuando mi corazón lo permita- dijo sintiendo su alma latir desde que luzu clavó un pequeño beso dulce en su frente con cariño, se sentía diferente a rubius.

Tener un beso de rubius se sentía asqueroso, sentía como el alfa lo veía como un niño, como un infante al que tenía que darle premios amorosos, tener sus manos encima de él, sentir su miembro o tener el mínimo acercamiento se sentía mal, extremadamente doloroso.

Sentir ese pequeño gesto de luzu, quien estaba allí abrazandolo en el suelo donde fue abusado se sentía reconfortante, pero él no tenía derecho a disfrutarlo, no podía.

Luzu podía sentir su corazón latir, podía oler la fresa extender en sus tímpanos, entre sus ojos, sí, definitivamente estaba enamorado, y eso le estaba dando igual cuando veía la sonrisa del omega alegrarse por el regalo.

(...)

Vegetta estaba destrozado, ido, confundido, estaba allí en su sillón acurrucandose con una miserable manta que ni siquiera le ayudaba a componer el frío, estaba asustado.

"¿me amas?" quería creer que rubius lo amaba, porque de otra forma no le gustaría que hubieran tenido sexo en aquel colchón viejo que tenía en la sala, estaba borracho y aún así estaba feliz esos segundos.

Estaba llorando mientras el alcohol de su sangre bombeada cada vez más, solo quedaba algo por hacer; tenía que ganarse el corazón de rubius.

Tenía que hacer lo que él quería, quizás por eso quackity es tan querido para todos -Sí, tengo que hacerme su amigo.

Se dijo así mismo, quizás es que estaba muy borracho para saber qué hacer en ese momento, pero se sentía así de desesperado por algo de tacto sobre el oso.

Se odiaba, se odiaba mucho, odiaba lo que pensaba, lo que hacia, lo que quería hacer, lo que no podía detener, odiaba al mundo, al universo, a su corazón.

Oh, corazón, nunca puedes sentir lo que la persona quiere que sientas, eres como un pequeño niño terco queriendo su dulce por más que su madre se lo haya negado mil veces, oh, que dolor.

ᵍʰᵒˢᵗ ᵇᵒʸ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora