REFLEJO

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-si no hay nada del cual hablar mejor calla- cerró la puerta y me quedé sola, mi opinión era tan valiosa como la de los demás, pero al parecer no se necesita en este momento.

-¡No me voy a quedar callada!- respire profundo.

-Vamos señorita- me tomo del hombro, haciendo que soltara la cuchara directo al confesionario, sus castigos eran mi penitencia mi regaño.

-De rodillas- la escuche, la imagen del cristo se veía reflejada en sus ojos, ese crucificado con los clavos en las manos y mirada de dolor.

Su forma de redención era mi suplicó mísero cada palabra, cada oración solo era un dolor primitivo en el fondo.

-Ave maría- respiré profundo y cerré los ojos.

-¿Cual fue mi pecado?- respondí colocando las manos, para recibir el primer golpe con una vieja vara.

-¿cual fue mi pecado?- repetí reviviendo otro golpe.

-ave María- respire profundo y comencé.

-Dios te salvé maría- dije susurrando con las manos rojas, continua, dijo dando otro golpe.

-Llena es tu gracia- respondió y no paro de pegar hasta terminar la oración, limpio mis manos, y les dio un beso.

-Tu no eres condenada al infierno, tu alma es pura tus actos- soltó mis manos y solo deje que se fuera, respire profundo al verlas, sonreí y me levanté.

Entre a la cocina de nuevo, mis brazos rojos, mis manos de igual manera, la sangre no era mucha solo unos pequeños rasguños.

-Ya sabes que no debes abrir la boca cuando no te dicen que lo hagas- respire profundo.

-No es mi culpa que ellas no puedan hablar, no es mi culpa que yo sí sepa hablar- seguí preparando la comida mientras ella me seguía con la mirada.

-Ese es un mandamiento de la biblia del demonio- dijo molesta.

-la biblia del demonio te dice que debes de quedarte callada aunque te estén matando- conteste limpiando mis manos con una sábana, la mire a los ojos.

-tu biblia dice que no te defiendas y de dejes de cualquier cosa- respire profundo aunque lo único que tenia en la cabeza era coraje.

-Tu religión no tiene nada que ver con lo que eres y como te defiendes, es una creencia que de da esperanza, un aliento de vida, pero jamás dice que me quede callada y si eso dice debería de dejar de creer en ella- respire profundo.

-sabes que no tienes por que callarte a mi me puedes contar lo que quieras- dijo ella, pero no era suficiente, tenia ganas de gritar pero alguien soplaba a la vela una y otra vez esperando a que la llama se apagara.

Madre Elena se veía demasiado joven para la edad que tenia sus ojos eran color miel, su cabello castaño, y esos labios, tan delgados, la veía como el amor distante  del cual no se siente solo por una vez, se iba por meces y me contaba eso en semanas, se perdía por años y me los contaba en meces.

-Me gustaría que salieras alguna vez- dijo mientras intentábamos dormir, solo se la pasaba escondida entre las demás, perdida con lo poco que tenía, respiro conmigo.

-Sabes que estaría dispuesta a llevarte conmigo, has sido como mi hermana- mis ojos se plasmaron sobre los suyos, las sabanas nos cubrían y la luz de la luna nos sorprendía.

-Si me llevas, que tan diferente es el mundo real al que estoy viviendo aquí, lo mismo todos los días, las mismas canciones, los mismos hombres, las mismas mujeres- negó con la cabeza.

EL VIAJE DE LAS LIBELULASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora