PRÓLOGO

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Las hijas que no lloramos y las madres que intentan gritar.

Para ellas, para mí y mis lágrimas.

Había dejado de verlas, dicen que están escondidas entre las hojas de los mezquites en el cerro, esos arbustos formados llenos de espinas.

Me habían contado que así como ellas todos desparecen, así como seguiste aquella mariposa de niña.

-Dime, ¿Llegaste a algún lugar?-

-Ambas nos perdimos- respondí de la nada.

De un tiempo para acá, solo las he encontrado muertas.

EL VIAJE DE LAS LIBELULASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora