Capítulo 3

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Pocos días después de esa conversación. Maggie se despertó. Sentía muchas ganas de ir al baño.
Esa noche hacía mucho frío. Demasiado.
Como pudo Maggie se levantó de la cama y salió de la habitación para ir al baño. Pero cuando estaba por el pasillo sintió un dolor agudo en el vientre que la obligó a pararse y a apoyarse en la pared. Podía sentir como su bebé daba vueltas y patadas dentro de ella y como algo se rasgaba dentro de ella.
Sintió como un líquido recorría sus piernas y las mojaba. Se formó un charco alrededor de sus pies. Maggie sabía lo que era eso: había roto aguas.
Se asustó muchísimo y corrió a la habitación donde ella y James dormían.
-¡James!-dijo.
Pero James no se despertaba: estaba profundamente dormido.
-¡James! ¡James! ¡Por favor! ¡Despierta!-dijo Maggie desesperada mientras sacudía a James.
James se despertó somnoliento y preguntó:
-Ay, ¿qué pasa?
-¡James! ¡He roto aguas!
James después de oír eso puso los ojos como platos y se levantó muy rápido de la cama. Tan rápido se levantó que por poco se marea.
-¿¡Qué!? Bueno tranquila...¡Iré a buscar ayuda! ¡Te prometo que todo irá bien!-dijo mientras la besaba.
Maggie se tumbó en la cama. Oyó como James bajaba rápidamente las escaleras y salía de la casa. Pronto Maggie empezó a sentir contracciones de parto. Tuvo que contener un grito de dolor.
-Tranquilo bebecito...-dijo Maggie retorciéndose de dolor, mientras se acariciaba la tripa-Todo irá bien. Ya lo verás.

Mas rápido de lo que Maggie pensaba, James volvió a casa. Pero James no volvió solo: con él venía un médico.
El único inconveniente del lugar donde vivían James y Maggie es que el hospital más cercano estaba a horas del hospital por lo que Maggie no tenía más remedio que dar a luz en casa.
-Hola cariño,-dijo James-he aquí el médico.
-Encantada señora Howard.-dijo el médico con una sonrisa. Llevaba la típica bata de doctor y en una mano llevaba un maletín.
-Encantada.-dijo Maggie fingiendo una sonrisa. Solo quería gritar de dolor pero se contenía.
-Bien. Señor Howard sálgase fuera. Cualquier cosa llamaré a usted o a su padre.-dijo el médico mientras se sentaba en una esquina de la cama y comenzaba a abrir el maletín.
-Vale-dijo James. Y se acercó a Maggie y la besó en la frente-Tranquila cariño que todo saldrá bien. Te lo prometo.
Maggie asintió con la cabeza. Resopló. No paraba de sudar. Las contracciones no paraban.
-Bien,-dijo el médico-abra las piernas.-Maggie lo hizo-Bueno así a simple vista calculo que está de 4 o 5 centímetros. Hasta que no dilate 10 centímetros no puedo pedirla que empuje.
Maggie no paraba de retorcerse de dolor. Quería gritar y llorar de dolor. Nunca había experimentado un dolor como ese. Apretaba los dientes para evitar gritar. No paraba de sudar.
Pasó un rato (aunque a Maggie se le hicieron como días) y finalmente el médico dijo lo que Maggie quería oír desde hacía un buen rato:
-Ya puede empujar señora Howard.
Maggie contuvo un grito de alegría y dolor a la vez.
Comenzó a empujar. No paraba de hacerlo. Quería que todo acabara de una vez.
-Bien. Continue.-decía el doctor-Venga. Lo está haciendo muy bien.
Maggie estaba feliz pues pronto tendría a su hijo o a su hija en brazos. Por otra parte tenía miedo de que la cosa se complicara o que las cosas no salieran como ella quería. Odiaba que las cosas no salieran como ella hubiera planeado. Pero Maggie confiaba en que tendría buena suerte y que todo saldría bien por lo que dejó a un lado esos pensamientos negativos.
-Bien ya está casi fuera.-dijo el doctor-No deje de empujar tal y como lo esta haciendo.
Maggie dejó de empujar cuando sintió que el bebé ya había salido de ella.
Pero casi al instante descubrió que algo iba mal. Muy pero que muy mal.
-¿Qué? ¿Qué está pasando?-preguntó Maggie. No se oía nada. Maggie se estaba asustando-¿¡Qué está pasando!?
La cara del doctor tampoco ayudaba a que Maggie se tranquilizara.
-El niño...El niño...Está muerto...-dijo el doctor con cara de estupefacción y con tono lúgubre.
-¿¡QUÉ!?-dijo Maggie muy sorprendida.
-Lo siento muchísimo señora Howard. Hemos hecho todo lo que hemos podido. Pero el niño ha nacido muerto. Yo tampoco lo entiendo...-dijo el doctor mientras cubría el cuerpo sin vida del recién nacido con una toalla.
Maggie comenzó a llorar desconsoladamente. No podía creérselo.
Tenía que ser una pesadilla. No podía creerse que su bebé al que había tenido dentro durante nueve meses estaba muerto.
El doctor salió de la habitación.
-Lo siento muchísimo señora Howard. De verdad que lo siento muchísimo.-dijo el doctor antes de irse de la habitación.
Escucho como el doctor salía de la casa y Maggie escuchó como James, su marido, gritaba:
-¿¡QUÉ!? ¿¡CÓMO QUE EL NIÑO ESTA MUERTO!? ¡MALDITA SEA! ¡ME CAGO EN TODO!
Maggie escuchó como James gritaba de dolor y cómo empezaba a dar patadas a las paredes, muy probablemente de la rabia y de la impotencia que sentía.
Eso hizo que Maggie no dejara de llorar. Apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Empezó a apretar los dientes de tal manera que Maggie incluso pensó que se los iba a partir.
Escuchó como alguien entraba en la habitación: eran James y el doctor.
James no dijo nada, simplemente se acercó a ella y la abrazó:
-Lo siento cariño. No sabes cuánto lo lamento. Perdóname por favor.-decía Maggie sin parar de llorar.
-No te disculpes por eso.-dijo James. Maggie notó que James estaba llorando-No hace falta.
James salió de la habitación. Maggie no le dijo nada. Ella solo quería llorar hasta el fin de los tiempos. No quería salir de la habitación ni saber nada del mundo exterior.
El doctor comenzó a recoger sus cosas cuando de pronto Maggie sintió una contracción.
Se asustó. Se suponía que no tenía que volver a sentir eso.
-¡AY!-dijo con un evidente gesto de dolor en su rostro.
-¿Qué pasa?-preguntó el doctor confuso.
-¡N-N-No lo sé!-dijo Maggie. Estaba muy dolorida. Temía por un momento que fuera a morir.
-Abra las piernas.-dijo el doctor visiblemente preocupado. Cuando Maggie lo hizo el doctor puso una cara como si hubiera visto a un fantasma-¡Dios mío!
-¿Qué? ¿Qué pasa?-preguntó Maggie, muy asustada. No entendía lo que estaba pasando. La dolía la cabeza como si la fuera a estallar.
Se preocupó aún más cuando el doctor corrió hacia la ventana y la abrió rápidamente. Pero Maggie pudo entender lo que estaba pasando.
-¡Señor Howard! ¡Señor Howard! ¡Viene otro bebé! ¡Repito! ¡Viene otro bebé!-gritaba el médico sin parar. Su tono era de sorpresa pero a la vez de alegría.
Maggie contuvo un grito de sorpresa.
-¿Qué?-preguntó.
-Escúcheme señora Howard.-dijo el doctor acercándose a ella-No hay tiempo para explicaciones. Lo único que quiero que usted haga es ayudarme a traer a este niño ,que está a punto de nacer, al mundo. No deje de empujar y hágalo como lo estaba haciendo antes.
Maggie obedeció. No podía creerse que dentro de ella se hubieran gestado dos bebés. Ahora entendía muchas cosas. Temía que ese bebé naciera muerto al igual que su hermano. Pero ella confiaba en que todo saldría bien, tal y como le había dicho James.
Maggie, casi por obligación, a veces tenía que parar, tenía que tomar descansos solo para respirar y poder seguir empujando. Le estaba costando bastante traer a ese bebé al mundo al contrario que el otro.
Muy pronto Maggie oyó algo que la hizo llorar. Pero de alegría.
Era un llanto. Un llanto de bebé. Era el llanto más vivo y más fuerte que había oido nunca.
-¡Es un niño!-dijo el doctor con una sonrisa mientras limpiaba al bebé y cortaba el cordón umbilical.
James y sus padres entraron a la habitación. James se quedó en estado de shock y , luego, comenzó a llorar.
Maggie cogió a su hijo en brazos. El niño estaba vivo. Y parecía que sano. Eso era lo único que le importaba a Maggie.
-Oh, hijo mío.-dijo Maggie, con los ojos llenos de lágrimas de felicidad, mientras se ponía a su hijo recién nacido en su pecho-Bienvenido a este mundo mi vida. Algún día serás un gran hombre. Mi pequeño Ethan.

EthanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora