09 | Insano

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Cuando Damon y yo terminamos de practicar el lunes, lo cual consistió en un intercambio de procedimientos mientras le observaba diseccionar el órgano que yo le indicaba al azar, revisé su descripción. No tenía una letra bonita ni escribía en línea recta. Tampoco me sorprendía.

Hombres.

—No eres tan lento como creía —le dije al entregarle sus papeles ya editados; Damon, sentado frente a la computadora del laboratorio, asintió con la cabeza.

Apoyada sobre el escritorio, estaba tan cerca de él que lograba aspirar el ligero aroma de su champú cada vez que se echaba el cabello hacia atrás, pues era incapaz de mantener las manos quietas.

Notaba su incomodidad y trataba de apartarme, porque se rascaba una y otra vez los dedos lastimados.

—¿Qué demonios te pasa en los dedos? —inquirí al final, exasperada porque veía cómo se arrancaba la piel seca.

—Me da alergia el papel.

Bufé con ironía.

—Y se te ocurrió ponerte a estudiar.

Damon hizo una mueca, pero no contestó. Le aseguré que no faltaba nada y recogí mi bandolera del suelo.

—¿Ya te vas?

Resoplé.

—Sí, ¿por qué?

—¿Quieres que te acompañe a la entrada?

Le sonreí cínicamente.

—Conozco el camino, príncipe.

No sé de dónde salió lo último. Me brotó del alma, porque era el apodo que Brenda y yo usábamos para no mencionar su nombre, y se me escapó.

Él me miró fijamente, en pausa, tan desconcertado como yo; entonces noté que me ardían las mejillas y, antes de empeorar la vergüenza que estaba pasando, me aferré a mi bandolera, precipitándome fuera de la habitación.

No podría volverlo a mirar a la cara después de eso.

Mi novio estaba abajo. Ni siquiera a Zane le ponía apodos, a menos que estuviera siendo sarcástica. Tampoco creía que fuera un príncipe para empezar, aunque le llamábamos así por su extrema amabilidad.

Al caer sentada de copiloto en el auto negro de Zane, me arrepentí de haberme ido tan rápido. Ahora él creería que me había intimidado y no que estaba siendo sarcástica.

—¿Quieres ir a comer? —me preguntó Zane.

—No, tengo que cuidar a mi madre —solté, cortante.

—¿Entonces... cenamos esta noche en tu casa?

—Mis exámenes son a finales de esta semana, idiota —le recordé, mirándolo, y sus pequeños ojos oscuros me analizaron de arriba abajo—. ¿Cuándo estudio?

—¿Te he hecho algo para que me hables así?

Me encogí de hombros, pegándome a la ventanilla. Estaba molesta porque acababa de llamar príncipe a otro hombre cuando detestaba a Damon con el alma. ¿Cómo le explicaba a mi cabeza que no podía obsesionarme con él, que necesitaba desenredarlo de entre mis pensamientos?

Incluso Brenda, cuando nos reunimos el miércoles por la tarde en mi casa a estudiar, antes de los exámenes finales del semestre y la prueba de laboratorio, me detuvo mientras repasábamos el sistema linfático para preguntarme si había estado viéndome con Damon.

—Creía que te caía mal.

—Me enferma.

—¿Entonces por qué estabas en el laboratorio con él el otro día?

Damon #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora