Madrid

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Gea era un planeta rico en recursos minerales y orgánicos, daba a sus habitantes todo lo que necesitaban. Ellos tomaban solo lo que necesitaban sin derrochar ni acaparar. Adoraban a su planeta sobre todas las cosas y la nombraban Madre Gea. Sus prioridades eran la Paz y el Amor, todo lo supeditaban a esas prioridades.

La Paz no significaba lo mismo que para nosotros, porque nunca hubo guerra. Era progreso, bienestar y cooperación.

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A pesar de su nombre expreso, el tren tardó más de doce horas en su recorrido. Es cierto que en movimiento daba impresión de ir rápido, pero con tantas paradas, el viaje se hizo largo.

El departamento tenía capacidad para seis pasajeros. Por ser mitad de semana, la afluencia de pasajeros era escasa, ocupamos todo el departamento. Unos operarios ascendieron dos respaldos y los sujetaron haciendo una litera a cada lado, papá y mamá se tumbaron en los asientos, Rafa y yo en las literas.

El traqueteo del tren me impedía dormirme, pero era peor cuando paraba. Las despedidas de quienes ingresaban y los saludos de quienes salían me desvelaban.

Cuando amaneció todavía nos faltaban dos horas de viaje. Seguimos tumbados y despiertos hasta que los operarios volvieron a dejar las literas en posición de asiento.

El andén de la estación de Atocha estaba abarrotado por los viajeros y los familiares que fueron a recibirles. Buscamos a mi tío Pablo, pero no pudimos verle. Esperamos a que todos se fueran, cuando así fue le vimos llegar.

-Lo siento, a esta hora el tráfico está fatal. ¿Qué tal el viaje?

-Una paliza, estamos derrotados. -Respondió mi padre mientras abrazaba a su hermano.

-Os llevaré derecho a casa para que podáis descansar. María, sigues tan guapa como siempre.

-Gracias, cuñado. ¿Has sentado cabeza?

-Pues sí, una andaluza me ha enganchado en Madrid. ¡Pablito! ¡Qué alto estás! ¿Sigues comiendo lentejas?

-Sí, tito. Me gustan.

-Hola, Rafa. Eres casi un hombre.

-Gracias, tito. Me alegro de verte.

Mi tío cogió las dos maletas, pese a las protestas de papá, se lo consintió y añadió:

-Antes de llevarnos, ¿podríamos desayunar?

-Hay una cafetería en la estación, vamos.

Los hermanos casi se pelearon por pagar, mi tío es más cabezota y lo pagó.

Después fuimos al aparcamiento de pago, junto al coche había un parquímetro por tiempo. Había que pagar un suplemento porque el tiempo estaba vencido. Esta vez, mi tío consintió ante la insistencia de mi padre. Le salió más barato que el desayuno. Mi tío metió las dos maletas en el maletero del Seat 1500, un coche grande donde los cinco cabíamos a nuestras anchas.

Comprobamos lo que mi tío contó respecto al tráfico. Nos llevó por el Paseo del Prado, con el Museo a la derecha. Plaza de Neptuno, Plaza de Cibeles. Giro a la derecha, Puerta de Alcalá en la calle del mismo nombre, Parque del Retiro. Nos contó que la calle Alcalá es de las más largas y que las mejores tiendas están en ella. Acababa en la Plaza de Toros de las Ventas, después giró por la derecha a la Avenida de Daroca. Llegamos a un sitio con una iglesia y detrás unos árboles largos y estrechos, pregunté qué era eso.

-Un sitio que es mejor no visitar, el cementerio de la Almudena.

Lo dejamos atrás porque giró a la izquierda a la calle Lago Constanza. La tercera calle era la Avenida de Trueba, giró a la derecha y paró entre dos tiendas: una churrería cerrada y una peluquería de señoras abierta.

25. Parte 1 Un Amor Sobrenatural.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora