25 pastillas antidepresivas

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Estos tres días se me han hecho larguísimos, a pesar del abundante trabajo. Llega la tarde del 23 y Luis me da un abrazo.

—Cuida de tu novia y dile que quiero conocerla, cuando esté curada del todo.

—Lo haré de tu parte. Gracias, Luis.

—Venga, vete ya. Vas a hacer que me emocione.

—A la orden, don Luis. Hasta el lunes.

Ambos nos reímos.

—Hasta el lunes.

Salgo a la tienda, siempre me voy antes de la hora del cierre.

—Hasta el lunes, Noelia.

Está cobrando a una clienta y me pide:

—Espera un momento.

Coge un paquete de galletas CRIS, pregunté hace meses a mi tío Pablo si no sería competencia desleal fabricarlas. Me dio permiso. Noelia me lo da y dice:

—Para que las comáis juntos y esto para ella. —Me da un beso.

—Gracias, Noelia. A este paso no cojo el tren.

—Pues venga, ya estás tardando. Hasta el lunes.

—Os llevaréis muy bien, tiene una amiga muy parecida a ti.

—Dile que deseo conocerla, pero cuando se haya curado.

Esta vez le doy yo el beso.

—Hasta el lunes.

Lo del tren es una exageración. Entro en casa cuando faltan más de cinco horas para la salida. Rafa ya ha jurado bandera, tiene un mes de permiso y debe presentarse en el cuartel a mediados de enero.

Nada más llegar, me echo en la cama para dormir unas dos horas. Mientras ellos preparan la cena, yo me ducho y me pongo la ropa del viaje, un pantalón de pana, una camiseta interior afelpada y un jersey de lana gruesa con cuello cisne.

Cenamos y preparo el equipaje. Papá quiere que me lleve la maleta.

—Me llevo mi cartera del colegio, ahí cabe todo.

—Llévate más ropa, para que no tengan que lavar.

—Con lo puesto y una prenda de retén llevo suficiente. Yo lavaré la ropa si hace falta.

Por último guardo el libro y las galletas. Me pongo las botas y saco el abrigo Loden con capucha.

—Pablo, ¿tienes dinero?

—Sí, doscientas y pico pesetas.

—Toma mil más.

—No voy a gastar nada, con lo mío me sobra.

—Deberías invitarles, vas a dormir gratis.

—Está bien, aunque sé que no lo aceptarán.

Montamos en el 600 con suficiente tiempo, más de una hora. Madrid está precioso con las luces de Navidad y la multitud paseando por las calles. Nosotros discutíamos cuando papá, en vez de de parar en la entrada principal, va a la parte de atrás.

— ¿Adónde vas?

—Al aparcamiento.

—No, papá, prefiero ir solo para no pensar; el libro me ayudará.

Rafa me ayuda:

—Te comprendo, Pablo. Quieres olvidar que te vas de viaje, para concentrarte en lo que importa cuando llegues.

25. Parte 1 Un Amor Sobrenatural.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora