Capítulo 30

94 10 0
                                    

Salí de mi casa. No sé si tengo que pasar por Liz, es decir, ya nos "reconsiliamos"... Pero, aún hay algo de ira en mi ser, si lo sé, soy muy rencorosa y vengativa en algunas ocasiones... Pero bueno... ¿Paso a casa de Liz o mejor no? ¿Seguimos siendo las "mejores amigas de antes" o ya todo cambió? No tengo idea... Iba muy concentrada en estos pensamientos, y a medida de que avanzaba más tenía dudas... Estaba justo a 1 cuadra para pasar a la casa de Liz o no, cuando sentí un escalofrío que se extendía por todo mi cuerpo.
Era Liz.
-¡Hola! -me saludó haciendome cosquillas por mi cadera.
-Hola, no hagas eso, me asuste mucho y además no me gustan las cosquillas... ¿Sabes, soy el 5% de la población que reacciona dando golpes, me entiendes? ¡No hagas eso! O te voy a tener que matar. -le dije riendo.
-Okey, okey. ¿Ya te ibas a ir sin mi, verdad? -me preguntó curiosa.
-No, yo iba camino a tu casa. -dije algo indecisa, porque en realidad no sabía que hacer, seguía tomando una decisión cuando me faltaba todavía una cuadra.
-Ah... ¡Más te vale! -me advirtió.
-Si, si como sea. Mejor vámos a la escuela, que se nos hace tarde. -le contesté.
-Bien, vámos. -me dijo caminando por las calles.
Caminamos, y hablamos, muy poco. La verdad algo se había roto en esa amistad, algo estaba cambiando. No éramos las mismas. No lo eramos. Es como si 'actuaramos' y 'fingieramos' ser amigas, ambas. Era raro, ya no eran esos paseos cómodos dónde hablábamos de cualquier tontería, ya no. Ahora era un frío camino, donde el silencio reinaba y nuestras voces, de vez en cuando, sonaban ásperas y roncas... Todo era completa y absolutamente diferente. Todo.
Cuando llegamos a la escuela, Carlos fué a saludar a Liz, y claro, se quedaron platicando y yo me retiré, sola. Caminé a mi casillero y saqué mis libros. Me escabullí entre la población estudiantil y me adentré a mi salón. Coloqué mis libros y libretas en mi mesa, mientras ví como Stella se acercaba a mí.
-Hola, Isabelle. -me saludó con dulzura y su perfecta sonrisa.
-Hola Stella, ¿Qué hay? -le respondí a su saludo.
-Hmmm... Pues, la verdad no mucho, ¿Y tu? -me preguntó.
-Hmmm... Pues, tampoco, nada. -le dije.
-Ya, ¿Hiciste la tarea de Inglés? -me preguntó cambiando de tema, ya que no había de que hablar.
-¿Qué tarea? -le pregunté estúpidamente, porque no tenía idea de que "tarea de inglés" andaba hablando.
-La tarea en la que teníamos que responder a unas preguntas, para hacer un artículo sobre nosotros. -me explicó.
¡Mierda, el artículo es sobre nosotros! ¡Cada uno de nosotros! Teníamos que responder a algunas preguntas que había en la libreta, y no lo había hecho.
-Upsss... ¡Rayos! ¿Cómo se me pudo olvidar? -exclamé.
-Bueno, ahorita te da tiempo de contestarlas, son tan solo 10 preguntitas. -me dijo relajandome.
-¡Ah! ¿Tan solo 10? -pregunté sorprendida.
-Si. -me contestó segura de su respuesta.
-Muy bien, entonces las empezaré a hacer. -me propuse.
-Okey, yo voy a otros salones a platicar con mis amigas, ahorita te veo Isabelle. -me dijo, retirándose de mi lugar y posteriormente del salón.
Asentí y abrí mi libreta. Observe detenidamente las preguntas y me decidí a contestarlas, eran preguntas normales, sobre que te gusta hacer o que deporte practicas, y cosas así. Las contesté rápidamente y luego saqué de mi mochila mi amada saga "Los Juegos del Hambre". Era ya la tercera vez que leí la saga completa y aún así, no me hartaba jamás.
Comenzé a leer, cuando algo llamó mucho mi atención. Me asomé por la ventana de mi salón. Ví como una chica que claro, como todos llevaba uniforme, caminaba por los pasillos y todos los chicos quedaban babeados por la belleza de esta chica. Era rubia, ojos azules, alta, delgada, fashion y todo lo de una "mujer perfecta". Pero cuando ví lo que pasó a continuación no me lo pude creer. ¡Tenía que ser una maldita broma! Las lágrimas se escaparon antes de que pudiera detenerlas. Mi única escapatoria efectiva, el cutting, pasó por mi cabeza y por instinto agarré mis tijeras y salí disparada al sanitario de damas.
Llagando al sanitario, me encerré en uno de los cubículos y tomé mis tijeras firmemente, sujeté mi pellejo del brazo izquierdo, cerca de la muñeca y con todas mis fuerzas corté. Inmediatamente salió un río de sangre deslizandose cerca de mi muñeca, no me dolió, ¡Wow! Era la primera vez que veí tanta sangre corriendo. Las tijeras andaban manchadas de un rojo infernal y una sonrisa apareció en mi rostro. No sé porque pero me sentí orgullosa, me sentí fuerte y un poco mejor. Esa imágen jamás se me va a quitar de la mente. Era dolorosa. Bastante.

IsabelleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora