29-Cumpleaños.

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Hoy era mi cumpleaños. Nuestro cumpleaños.

Nathaniel no había aparecido en los últimos días pero quería quedarme con sus últimas palabras, que volvería en cuanto pudiese. De todas formas, si no lo hacía, no podría culparlo, no después de lo que le dije. Sabía que él podría tomar una decisión así. Conocía a Nathaniel y estaba segura de que si no venía era por temor. Probablemente pensaría que las cosas acabarían con un final inevitablemente catastrófico porque ninguno pudo alejarse del otro y aunque intentara hacerlo, ya era demasiado tarde; su miedo ya estaba presente desde el inicio pero contarle que las cosas se sabrían en días, probablemente generó que volviera a replantearse la situación.

Tal vez se sienta culpable o crea que será él quien muera, y por esa razón estará en su casa organizando lo que sea que necesite su padre, tío y prima. Sonaba como una horrible pesadilla pero tenía que permitírselo, era su decisión.

Yo me planteé demasiadas veces las diferentes posibilidades, sin embargo, prefería creer ciegamente en que estaríamos bien. Si ocurriera lo contrario, sería yo. Pero estaba tratando de aceptarlo, me había despedido de mis padres a mi manera, solo quería que supieran que eran los mejores y los amaba con el alma. Nathaniel sabía la verdad. Hablé por teléfono con Zack, y le agradecí por ser una persona tan bonita e incluso abracé a Dean el día en que me vinieron a visitar.

—¿Estás tratando de pegarme tus microbios, enano de jardín?

—No, pedacito de mierda. Solo quiero decirte que eres una gran persona, un poco inútil pero un gran amigo y hermano.

Tampoco era momento para arrojarme basura porque no servía de nada decirme mil veces que esto ocurría antes de tiempo por mí y mi inmadurez. Era extraño ser consciente de que moriste y podrías volver a hacerlo.

Una parte de mí quería salir del hospital y hacer tonterías, pero aquella parte razonable sabía que en realidad había hecho todo lo que quería en mi vida y no necesitaba nada más. Y aquel vacío por perder a Nat y a nuestro bebé por primera vez, jamás desaparecería.

Nuestro bebé. ¿Cómo se podía extrañar tanto algo que ni siquiera había visto o tocado? ¿Cómo podía doler tanto amar a alguien que jamás sostuviste en tus brazos?

—Mamá está por llegar, y como estás mejor podemos estar los tres juntos—dijo papá mientras se sentaba en el sillón para después encender la televisión.

—¿Realmente me tengo que quedar aquí una semana más? Me siento bien, papá—Volví a preguntar por décima vez. —Ya dijeron que mis pulmones están bien, mi resfrío ya casi no exis...

—Charly, ya lo hablamos. Tuviste fiebre varios días seguidos e incluso estuviste inconsciente, cariño. —Me interrumpió. —No será una semana completa, seguramente el jueves estés en casa.

—Pero...

—Sé que estás mal por festejar tu cumpleaños en el hospital y no podrás estar con tus amigos pero haremos algo cuando mejores completamente, ¿sí? Además ya permiten que estemos más horas contigo, no estarás tanto tiempo sola como los otros días.

—Está bien. —No quería discutir. No quería hacerles las cosa difíciles y tenía demasiado en mi cabeza.—¿Mamá tiene mucho trabajo que no llegó? Creí que a ambos se tomarían unos días por si se enfermaban por mi culpa.

—Bueno, sí, pero, en realidad, ella...—Comenzó a decir mientras se rascaba la nuca con cierto nerviosismo. Bajó el volumen del televisor para luego girar en mi dirección.

Sonrió con incomodidad.

—¿Qué?

—Está en una cita.

Amándote por segunda vez | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora