17-El imbécil de Dean.

12.4K 1.4K 315
                                    

—¿Charly?

Mantuve la vista en el espejo sin pestañear, sin apartarme de esa zona en particular que tanto me perturbaba. Iba realmente genial, el día anterior había trabajado repartiendo los folletos e incluso Zack me volvió a acompañar, esta vez sin acciones ilegales. 

Eso fue bastante doloroso porque quería algo de dinero, había quitado de la lista mi ropa gigante, ya que de todas formas tenía dos pares de uniformes escolares, dos para el calor y dos para el frío que era el que comenzaría a utilizar ese día ventoso. Se trataba de unos pantalones joggins azules-no tenía el de vestir pero podíamos utilizar el de física- y una camiseta blanca pero de mangas largas. Así fue que lo primero en mis planes se trataba de arreglar mi cabello y ahorrar...

Aún mantenía fresca la conversación con Nat del sábado, había flotado en una linda nube  sin preocupaciones, solo leyendo algunos viejos libros que no recordaba que tenía, escuchando música, y aprovechando el tiempo con mis padres.

Hasta la mañana del lunes, cuando en vez de la alarma, me despertaron los sonidos de voces que desconocía. Debía admitir que casi me dio un infarto hasta que me di cuenta de que se trataba de mamá hablando con los vecinos que le habían pedido reunirse temprano ya que viajarían. Se trataba de un matrimonio de ancianos que habían decidido vender su casa para mudarse con unos de sus hijos debido a que  la mujer comenzó a enfermar y se encontraban preocupados por ello. Sabía de qué trataba, al menos, tenía algunos recuerdos sobre ellos, pero lo importante de la situación era qu en menos de dos meses mi madre le vendería la propiedad a su futuro novio.

Comenzar con ese golpe de realidad de que las cosas avanzaban con normalidad me hizo sentir un molesto frío por la espina dorsal. Caminé por mi habitación temprano, duchándome, buscando mi ropa y acomodando las cosas para la tarde hasta que me senté frente al escritorio con el espejo para intentar peinarme-cosa que no terminó muy bien porque no cargaba con muchas ganas de tal manera que terminé colocándome un gorro negro que cubría el nido azulado que poco a poco se iba decolorando a un verde aún más feo-. 

Fue ahí cuando noté algo que no debía estar en mi rostro. Algo que no tenía sentido.

—Hija, ¿qué ocurre?

Mordí mi labio inferior con nerviosismo alejando la mirada solo un segundo para ver a mi padre en la puerta, observándome sin entender. Al parecer había estado más de veinte minutos sentada mirando aquella perturbación porque mi papá había subido para llamarme a desayunar.

—Es que...—comencé a decirle, acercándome a él en cortos pasos. Papá inclinó la cabeza para ver mejor donde le apuntaba. Guié mi dedo índice posándolo en la piel entre mis labios y nariz—Creo que me quedará una cicatriz, ¿eso es posible? —susurré con preocupación.

No tenía sentido, yo me había hecho una cicatriz justo debajo de la nariz pero después de los veinte por golpearme sin querer con algo que no recordaba, sin embargo, ahora tenía una pequeña línea casi invisible, pero estaba allí y era idéntica a la que debía provocarme en unos años. ¿Qué demonios significaba eso?

Un alivio cruzó por su rostro cuando entendió lo que estaba preguntando. —Charly, no, apenas se ve, cariño. —Intentó calmarme, posando una de sus manos sobre mi cabeza—No te preocupes, eres igual de bonita que siempre.

—¡Papá! —gruñí alarmada, corriendo nuevamente hacia el espejo. Me ponía los pelos de punta esa situación. —Tal vez se borre ¿No? Ni siquiera fue un golpe como para que...

—¿Aún te duele?

—No es que...—« No, no es nada ».—No importa—murmuré soltando el aire en mis pulmones sonoramente—No importa.

Amándote por segunda vez | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora