Introducción

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"Ese último momento, donde los suspiros no pueden ser captados por el tiempo". 

 —¿No crees que es suficiente, mujercita?— preguntó cuando me detuve frente a la panadería para observar los deliciosos pasteles y chocolates. Se me hizo agua la boca.

Tenía las manos llenas de bolsas, al igual que él, pero aun así se las ingenió para tomarme de la muñeca, y arrastrarme lejos del local que estaba a punto de cerrar.

Hice una mueca de horror y miré su perfil —Pero, pero...

—Nena...

—Nena, nada, es nuestro primer aniversario—me quejé, pero de todas formas caminé a su lado con lentitud. Hice un puchero como si fuera una niña, puesto que estaba de mal humor, había pasado doce horas frente a la computadora porque hoy era mi último día de trabajo, y tenía que dejar todo listo para el regreso. Era por eso que me ardían tanto los ojos al punto que no dejaba de lagrimear; y que Nat no me permitiera seguir comprando porquerías a pesar de que prácticamente estaba gastando mi sueldo, me molestó. —Dijiste que podía comprar lo que quisiera— le recriminé.

Al decir esas palabras, justo antes de cruzar la calle, nos detuvo. Nathaniel soltó mi brazos y se colocó frente a mí, las bolsas quedaron sobre el suelo por un momento—¿Estás bien?—preguntó mientras rodeaba mi torso, empujándome contra su pecho. Apoyé la frente donde estaba su corazón, y cerré los ojos por un segundo.

—Perdón, estoy cansada.

—¿Entonces no tendremos nuestro maratón de películas de terror, comida chatarra y sexo? Estoy un poco desilusionado, al fin teníamos una noche libre después de tanto—murmuró. Sentía sus labios sobre mi cabello mientras hablaba, una de sus manos bajaba hasta mi cintura y me acariciaba sobre la tela de mi camiseta. Podía ser de noche, esa fina llovizna nos humedecía las prendas y pieles, pero quería quedarme así — ¿Qué pasó con la chica explosiva que tanto amo?

—Se le acabaron las baterías—dije burlonamente, esa sola acción de su parte y pocas palabras, me habían puesto de buen humor al instante. Dejé caer las bolsas, ya que sabía que no había nada que pudiese romperse y lo abracé—Aunque podría recuperarlas rápidamente—agregué, bajando una de mis manos hasta su trasero.

Ambos reímos.

—Bueno, eso debe atenderse rápido si no queremos que la noche termine, ¿qué dices?—Subí el rostro, y al instante nuestros labios se encontraron. Profundo. Breve. Dulce.

Sin embargo, no pudimos dar ni un paso porque aquel auto que era conducido por un imbécil borracho, vino hacia nuestra dirección, doblando a una velocidad mortal.

Fue tan malditamente rápido que ninguno pudo reaccionar.

 Lo último pude procesar fueron dos cosas: Aquellas amarillas luces cegándome, y los brazos de Nat aferrándose fuertemente a mí, en un intento por salvarnos de lo que sería nuestro último día de vida.

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Amándote por segunda vez | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora