20. Wilbur.

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Era una soleada mañana que se encontraba el jóven pagando las cuentas que le había dejado su padre después de dejarles a él y a su madre enferma.

Como normalmente hacía, se acostaba con mayores, menores, personas que quisieran pagarle una buena tarifa, tenía en su lengua pegada una piruleta de sabor a yogurt.

Muy dulce a su gusto pero no importaba, era la hora de tomar otro cliente cuando la puerta del hotel se abrió, dejó a un lado un sobre de condones junto a las pastillas que normalmente tomaban las mujeres si es que no querían arriesgarse.

Habían cajetillas de tabaco y un par de dulces sexuales hechos para endurecer el ambiente, para su sorpresa los pasos de pequeñas zapatillas no eran más que un chico de al parecer su edad.

-Buenas- dijo Wilbur levantando su cadera, pocas veces había estado con chicos de su edad, aquel parecía retraído, como si fuera un cachorro perdido.

-¿Wilbur?- el alfa asintió, guiándose hasta los pasos de quackity, quien apagaba las luces cerrando las cortinas de luces -Quackity.

El recién omega sintió un escalofrío por los dedos de Wilbur tocar sus mejillas, la piruleta de yogurt abrió sus labios, un beso indirecto tal vez. Estremeció la cadera de quackity empujandolo hacía la cama espaciosa.

Su nuca cayó a la almohada, sin mucha experiencia la lengua de Wilbur escarbaba la de quackity como si fuera una lombriz, el olor a café brotaba desde el cuello de Wilbur a la par de la fresa que era quackity.

(...)

La luz del sol caía detrás de las pocas cortinas de vino tinto, hacían que el lugar se viera rojo. Quackity recostaba la parte lateral de su cabeza reposando en el hombro de Wilbur quien fumaba algún que otro cigarro con la camisa abierta del pecho, dando a lugar a que los dedos del omega acariciaran su piel desnuda.

-¿Cuantos años tienes, quackity?- el chico rodó los ojos escondiendo medio rostro contra las sábanas.

-tengo 15 años- respondió acariciando su cabeza con algo de estrés -Yo también tengo 15 años.

-¿Por qué eres puto a los 15 años?- dijo exclamando, de tal forma impulsiva por la que el alfa rió -¿Por qué te acuestas con un puto a los 15 años?

Soltó una risita boba a la par de esconder su rostro de lo rojo de la vergüenza -¿Por qué lo haces?

El alfa apagó la llama que encendía el cigarro en aquel cenicero de piel, quackity quería saber el porqué, el porqué alguien como Wilbur que parecía guapo e inteligente tendría que vender su propio cuerpo a su misma edad.

-Necesito dinero, así funciona la vida, no se puede hacer mucho tras el destino- dijo con melancolía, quackity podía sentir su sangre bombear.

-¿Tú por qué estas aquí, quackity?- el omega giró su vista hacía el techo rojo, se sentía medio drogado en aquella posición analizando lo sucedido -Creo que estoy muy triste, necesitaba compartirlo con alguien.

-Ya veo, te puedo hacer un descuento por ser un chico bonito- dijo el alfa, sin embargo quackity se levantó abrazando su espalda, podía sentir cómo acariciaba sus omoplatos con cuidado.

Wilbur cobraba consulta completa, para el sexo, la conversación, el after care, o sí tenía que pretender gustar del contacto cariñoso con el cliente, pero el omega pareció cautivarlo, ¿tal vez era amor a primera vista? Tal vez, solo era amor a primera acostada.

Se sentía bien, se sentía lindo, el olor a fresas, era mucho mejor que el tabaco que olía cada hora a cada mañana, su cabello liso negro podía hacerlo sentir mejor, y sus manos eran la razón por la cual decidió invitarle a salir.

No se podría describir la relación de quackity y Wilbur como una mierda totalmente, pasaban meses saliendo juntos y teniendo sexo con la excusa de sacarse el estrés de encima, tal vez convesaban, se besaban a escondidas o se decían cosas lindas; pero quackity no lo recordaba, no recordaba esos momentos al destacar.

Quizás ni siquiera recordaba a Wilbur, sus sentimientos o cómo le hizo sentir, su tacto, su olor, lo rígido de su cuello, el color de su piel, los lentes de sol teñidos de rojos o cómo su ropa parecía vieja por lo mal cuidada de la tela.

Sus gustos, sus disgustos, lo que comía, o cómo se veía riendo, su sonrisa, cómo torcía sus cejas cuando se enojaba, o sí tocaba algún instrumento a su lado, cuando fue su cumpleaños, su primera Navidad juntos o si pasaron algunos años en relación.

Quería pensar que su primer novio fue hermoso, quería pensar que no había abuso o maltrato, quería pensar que no dolía, que aceptó, que no se arrepintió, pero su rostro estaba marcada con un punto negro; como si fuera un recuerdo que quería eliminar, pero a la vez su cabeza jugaba un juego sucio.

No podía escuchar su voz ya nunca más, no podía averiguar si prefería el dulce o lo salado, el color de su pelo, pero tal vez puede soñar con una conversación particular.

-¿Alguna vez haz creído en Dios?- susurró el castaño poniendo detrás el cuello de quackity un pequeño collar que mostraba una rosa, hacía juego con él.

-No realmente- su espalda se sentía fría, mientras el alfa le daba pequeños besos en la piel desnuda -¿y tú crees en él?

-Sí, creo en él.

-No bromees- rió, pero sus labios se detuvieron al ver la expresión fría del alfa tras de él -Creo la teoría de que Dios está allí, porque las escrituras dicen que es como un padre.

-Wilbur, que tengas un padre ausente no quiere decir que esa bola de energía sea real- responde apoyando su nuca encima del hombro de Wilbur, notando cómo el alfa se esforzaba en que sus manos permanecieran lejos de su alcance.

-Yo creo, que hay alguien en quien confiar cuando el mundo oscurece- algunas lágrimas cayeron rebotando en las mejillas morenas de quackity, aquel solo llegó a deslizar su cabeza hasta las piernas de Wilbur viendo su rostro roto, como a la vez mostraba una sonrisa.

-Sé que te parece estúpido, pero deseo que Dios nos salvé, que purifique mi alma- susurró con los dedos de quackity queriendo alcanzar su rostro, como sí en el fondo no estuvieran en el mismo plano.

ᵍʰᵒˢᵗ ᵇᵒʸ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora