Prefacio

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El Ministerio de Magia anuncia que la segunda guerra tuvo fin el 2 de mayo de 1998, en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Kingsley Shacklebolt, Ministro de Magia, declara la definitiva muerte de Lord Voldemort y la desintegración absoluta de sus seguidores los Mortífagos.

En palabras del Ministro de Magia, "La comunidad de magos y brujas le debemos la vida a los únicos capaces de hacer frente al poder de Voldemort. Se reconocerá con benevolencia la participación solidaria de los miembros del Ejército de Dumbledore y los miembros de la Orden del Fénix. Conmemoraremos por su valentía y coraje a Harry James Potter por derrotar al amo de la oscuridad y salvador de nuestro mundo".

Eran los primeros párrafos de la primera plana de El Profeta que Hermione Granger sostenía en sus manos. Tres meses habían pasado y ya estaba harta de leer la misma enaltecida introducción del diario. El primer mes sabía con certeza que su nombre y foto aparecerían, no obstante, no demoró mucho para que toda la atención solo se dirigiera especialmente a Harry Potter.

Y a petición de él, quien también estaba harto de escuchar comentarios de exaltación, dejó de leer el diario que cada día una lechuza mensajera dejaba en la ventana de la casa de los Weasley.

No era que a Harry le molestara recibir los sinceros agradecimientos que los magos y brujas le declamaban con un enorme sentimiento. Él había contribuido en la batalla, sí, pero no le gustaba recibir todo el crédito, sabía que muchas personas más debían ser reconocidas.

Tampoco le agradaba ser nombrado el "Salvador del mundo mágico", porque logró evitar la muerte de muchas personas, pero en su noble conciencia cargaba con la cruel culpa de aquellas vidas que no pudo salvar.

Aquellos que lo acompañaron la mayor parte de su trayecto en Hogwarts, habían caído frente a sus ojos y él no hizo nada para impedirlo. Reprimía el llanto por nunca haberse tomado la molestia de comprender las razones de los que lo odiaban y en realidad le cuidaban la espalda. Tenía remordimientos al ver a Teddy Lupin, el niño cuyos padres nunca conocería. Odiaba reconocer que una historia similar a la suya se repetía.

Y la más dolorosa de las penas con la que debía cargar el resto su vida, ser testigo de la inmensa tristeza que inundó a los Weasley. Numerables veces le confesaba a Ron y Ginny que jamás se perdonaría por la muerte de Fred y no hallaba el valor para confrontar la inhabitable mirada de George.

El proceso de duelo apagó la armonía del hogar, Molly Weasley se desatendió del jardín y de cada planta dentro de casa, las cenas dejaron de ser ruidosas y espontaneas, George no hablaba más que lo necesario, como pedir que le pasaran la sal si es que lograba probar bocado. Era difícil encontrar un buen tema de conversación sin que se llegara a un recuerdo y las lágrimas comenzaran a fluir.

Sin embargo, el trabajo de cada uno los mantenía con la cabeza ocupada por un rato, pues al finalizar la guerra nadie pensó en tiempo para holgazanear. Harry decidió disipar la culpa que lo poseía enlistándose como Auror y enmendado sus errores en la ardua búsqueda de los mortífagos que huyeron en la batalla, Ron le siguió en todo movimiento con tal de no regresar a graduarse.

En cambio, Hermione estaba enamorada de Ron, le dolía verlo sufrir y ver sufrir a su familia, pero también quería superarse a sí misma más que nunca y sabía perfectamente que estancarse en la melancolía iba a perjudicar su salud. Por eso había aceptado la carta de Hogwarts en la que anunciaban la reanudación de clases y le ofrecían continuar con su último año de estudios.

Le pesaba enormemente dejar sola a Molly, alejarse de todos por meterse de lleno en sus habilidades académicas, pero Ron, quien la amaba incondicionalmente, la alentó a no abandonar sus sueños. La guerra había terminado, pero todavía había que luchar de alguna forma, demostrar que Hermione Granger era la más grandiosa bruja del mundo.

Desde su asiento tenía la mirada fija en la ventana, pero la mente todavía meditando en los acontecimientos recientes, la suave voz de Ron irrumpiendo en la habitación la regresó al presente y disimuladamente dobló el diario para dejarlo en la mesita de al lado.

—Ve a casa Mione —dijo Ron, arrodillándose frente a ella y mirándola como si supiera qué había estado pensando todo ese tiempo. Acarició cariñosamente su mejilla mientras le sonreía—. Tus padres querrán estar contigo antes de que partas a Hogwarts.

—Me necesitas aquí —respondió Hermione, con un dulce tono de voz, del que Ronald ya disfrutaba muy comúnmente.

—Ya has hecho bastante, jamás podré pagártelo —añadió, tomando las pequeñas manos de la chica entre las suyas y depositando un beso sobre ellas.

Para Hermione habían dejado de ser insólitos tales comportamientos que Ron a menudo mostraba con ella. Y si le pedía alguna cosa mientras era así de afectuoso, no podía negarle nada y mucho menos discutir.

— ¿Irás a despedirme a la estación? —preguntó ella.

—Ahí estaré.



Desestabilidad [Dramione]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora