La fusión tenía días unida, no se había separado en ningún momento. Esperaba el momento justo para ser utilizada.
Los demás chicos de la casa aún no se acostumbran a la fusión, seguían buscando a Freddy y Fred por separado.
Fen ya había decidido tomar su verdadero nombre; Fred, y considerar a Freddy como su hermano.
Los chicos estaban aprendiendo más sobre su pasado, sus padres y sus poderes.
Habían pasado muchas cosas en esos dos meses que estuvieron viviendo juntos en la Mansión Marioneta. Muchas cosas en tan pocos meses.
¿Y para qué voy a meditar? -Preguntó confundida la rubia, sentada junto al otro rubio del grupo-.
-Tu fuerza viene de la ira, pero siempre tienes un colapso al final, ¿Verdad?
-¡Sí! Después de sentirme muy fuerte y capaz, me siento muy débil y lloro como no tienes idea.
Bueno, lo que haremos hoy es canalizar esos sentimientos -Le informó el ojigris cerrando los ojos y extendiendo sus manos- ¿Puedes tomar mis manos, por favor?
La chica tomó las manos del rubio e igual cerró los ojos.
-Bien, ahora... Respira profundo... Vamos a empezar.
Ann estaba con los ojos cerrados, solo oscuridad.
"¿Esa porquería vas a presentar?" Escuchó a lo lejos y con eco.
No abras los ojos, sigue concentrada -Le pidió el rubio-.
"Querida, esos harapos no sirven ni para trapo de cocina" Escuchó las voces acercándose, apretaba los ojos con fuerza y su respiración se ponía pesada.
"¡Cuidado con la loca, rompió la puerta del baño de mujeres!"
"¡Señorita Chesire, es la tercera vez que avienta una mesa desde el segundo piso! Tendré que llamar a sus padres"
"¡La rarita no tiene papás, maestra!"
Las risas empezaron a hacer un fuerte eco en su cabeza, taladrando hasta lo más profundo de su mente. Una fuerte presión en su pecho no la dejaba respirar bien, comenzó a sentirse desesperada.
¡Por lo que más quieras, no abras los ojos! -Le volvió a pedir Golden, sintiendo el fuerte apretón de manos que Ann le estaba dando-.
Ann seguía escuchando todas esas burlas que la gente le hacía a lo largo de su vida.
"Pero, mami..." Escuchó su propia voz, cuando era niña.
"Pastelito, todo va a estar bien..."
La ojimagenta dejó de temblar, y su respiración se estaba calmando. Un recuerdo enterrado comenzó a salir, todo. La habitación de su madre, el papel tapiz rosa de flores, el pitido de las máquinas, el olor a alcohol y agua oxigenada.
Ahí estaba su madre enferma, tendida en la cama. Y a un lado de ella, estaba la pequeña Ann de 9 años, tomándola fuertemente de las manos.
"Solo recuerda, sé fuerte. La vida es dura y a veces encontrarás gente muy cruel, pero es parte de la vida. También encontrarás gente hermosa que te iluminará la existencia, solo no te estanques en lo negativo. Pastelito, por lo que tu papi te heredó, vendrán cosas fuertes, sé que podrás con todo."
"Lo haré por tí, mami"
"Te amo mucho, pastelito"
La madre de Ann, en sus recuerdos, la tomaba dulcemente por las mejillas y le daba un delicado beso en la frente.
La mujer se recostó, vio a su hija por última vez, le sonrió y cerró los ojos, soltando su último aliento.
"¿Mami? ¡Mami! ¡Mami, por favor, despierta!"
El clóset de su madre voló hacia la puerta de la habitación, la mesita de noche chocó contra la pared y explotó en pedazos. La pequeñita, con la respiración agitada, se dejó caer de rodillas y comenzó a llorar, inconsolable.
"Solo recuerda..."
Las palabras de su madre hacían eco en su cabeza en esos momentos.
Abre los ojos, Ann -Le pidió Golden, soltando sus manos-.
Ann abrió los ojos, las lágrimas caían y recorrían sus mejillas en gran cantidad. Limpió sus lágrimas y respiró profundamente.
Solo recuerda, sé fuerte -Le repitió Golden, sonriéndole-.
...