Prólogo.

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Luz, solo luz a mi alredor. No había nada más. Estaba aturdida, me cegaba tanta claridad y no podía pensar, me iba a explotar la cabeza. No podría aguantar mucho más. Vi un destello y no pude seguir soportándolo. Cerré los ojos y grité mientras me sujetaba la cabeza con las manos.
Notaba la luz entrar y rebuscar dentro mi, sentía como eliminaba poco a poco todos mis recuerdos, no paraba, seguía buscando, hasta que lo encontró. Me quemaba. La presión y el calor que habían invadido mi cuerpo eran insoportables. Estaba intentando destruirlo, pero era algo tan íntimo, una parte de mí, una parte muy importante. Acabó destruyéndome a mí tambien.

Mi cuerpo estaba destrozado, ensangrentado y con numerosas quemaduras y costras que lo hacían irreconocible. Pero mi alma, a pesar de haber sufrido graves daños, todavía vivía.

Necesitaba un estímulo, algo que me hiciera reaccionar. Estaba desesperada, llevaba demasiado tiempo en ese estado de incertidumbre, entre la vida y la muerte. No sabía cuanto iba a durar así, estaba segura de que no mucho más. Cada día era más corto que el anterior y sentía que tenía menos posibilidades de volver a vivir. Ya nada tenía sentido, no era consciente de mi propia existencia. Mis esperanzas habían muerto.

Nada.

No sentía.

No pensaba.

Era el aire que golpeaba la arena, las olas rompiendo contra las rocas, el pájaro que vuela hasta posarse en la rama más alta para sentirse seguro.

No era nada y a la vez, lo era todo.

Entonces lo sentí. La ausencia de miedo, del temor que todo ser humano siente cuando la nota cerca y descubre que no estaba tan lejos, porque ya ha llegado. La muerte.

No me asustaba, ya no. Fue cuando comprendí que estaba muerta.

Imposible, un muerto no piensa. Y yo no solo podía pensar, además sentía algo que no se como describir. Angustia y rabia, tenía ganas de gritar. Quería que me devolvieran lo que me habían quitado. Había dejado un agujero tan profundo que no creo que sanase nunca. Me habían arrebatado la mortalidad. Y con esta, mi humanidad, la forma de pensar de un ser humano y racional. Ahora me sentía como un animal.

Todos los sentimientos, emociones y sensaciones que había experimentado en mi vida humana desaparecían y eran sustituidos por otros más fuertes, salvajes. Imposibles de controlar.

Ardor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora