Capítulo 13.

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Salió del baño con la toalla en la cintura. Seguí sus movimientos con la mirada. Se sentó encima de la cama y se puso un par de calcetines. Giró la cabeza hacia donde estaba sentada y nuestras miradas se cruzaron un segundo antes de que yo bajase la vista para que no se diese cuenta de que le estaba observando.

En cuanto noté que ya no me miraba, me volví para seguir apreciando como se sacudía el pelo mojado que parecía oro líquido. Cuando se levantó dejó la toalla en la cama y pude ver como su espalda desnuda terminaba en esos perfectos glúteos. Me pareció ver un esbozo de sonrisa en su rostro, pero no estaba segura. ¿Lo estaría haciendo porque sabía que le estaba mirando?

Después pasó por delante de mí para coger la ropa que estaba al otro lado de la cama. Podría habérmelo pedido, pero lo hizo él mismo.

-Aria -dijo sonriendo.

-¿Qué? -dije sin apartar mis ojos de su cuerpo.

-¿Por qué me miras así?

Por un momento me sonrojé. Luego pensé que la noche pasada me había acostado con él y dije:

-Porque me gustas.

Vi que se le oscurecían los ojos. Era como que algo se despertaba dentro de él.

Siguió cambiándose sin decir nada. Pero en ningún momento dejó de mirarme. Se puso los boxer y unos vaqueros y cuando pasó cerca de mí para coger una camiseta del armario, me rozó el brazo con la mano. Un escalfrío me sacudió. No entendía porqué era tan sensible a su contacto. Vi que había dejado un rastro de Lucidum y le miré recriminándole. Me dedicó una sonrisa de lado y se giró para ponerse una camiseta azul que le hacía juego con los ojos.

Cerré los ojos un momento. La verdad es que estaba bastante cansada. Supongo que no había recuperado todas las fuerzas.

-Ari, ¿qué te apetece desayunar? -dijo Nath haciendo que volviese a abrir los ojos.

-Un vaso de leche -dije de forma sistemática.

-Vale -dijo y se quedó en silencio un momento. Me pregunto que estará pensando-. ¿Quieres que desayunemos en una cafetería o prefieres que nos quedemos aquí?

-Prefiero una cafetería -dije mientras reparaba en que sería la primera vez que saldría de allí. Podría ver qué gente habitaba aquella misteriosa ciudad llamada Vitrium.

Me imaginé una cafetería de paredes blancas con mesas de cristal y sillas plateadas adaptadas a las alas. Pero cuando llegamos me sorprendió encontrarme en una cafetería muy parecida a las que había en mi ciudad. Las paredes eran marrones y blancas simulando al café y a la leche y en ellas estaba impreso el logo de la tienda. "Black Milk" se llamaba.

Cuando entramos me fijé que no toda la gente eran ángeles, pero la mayoría sí. Había una gran variedad de alas. Los colores de estas se mezclaban y me recordaban al cielo en las diferentes horas del día.

Al entrar en aquel lugar me percaté de que todos miraron a Nathaniel y le sonrieron. Él hizo lo mismo. No era una sonrisa como las que me dedicaba a mí. Era, más bien, una sonrisa de agradecimiento.

Después todas las miradas se posaron en mí. Y con la misma rapidez que se produce un pestañeo, todos cambiaron la sonrisa por una mirada de estupefacción. Se empezaron a oír susurros y cuando Nath se giró y me pasó una mano por la cintura para que no me quedase atrás, los susurros pasaron a ser casi gritos.

Nos sentamos en una mesa que estaba alejada de todas las demás. Aunque la gente seguía mirándonos, allí podríamos hablar sin que nos oyesen.

No me sentía del todo cómoda con aquella situación. Miré a Nath un poco asustada y como si me hubiese leído el pensamiento dijo:

-Espera.

Me tranquilizaron sus ojos, seguros y firmes.

Me di cuenta de que Nathaniel miraba algo detrás de mí, así que me giré.






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