Capítulo 4.

198 38 26
                                    

Audrey me miró con miedo.

-Escóndete -dijo mientras señalaba la cama.

Le hice caso y corrí debajo de esta. Escuché a Audrey sentarse en el colchón y entonces, la puerta se abrió.

-Servatrix, empecemos tu entrenamiento -dijo Daniel.

¿Servatrix? ¿Qué significa eso?
Noté como Audrey se levantaba e iba hacia la puerta. Lo siguiente que escuché fue como la puerta se cerraba y pasos alejándose por el pasillo.

Salí de debajo de la cama. Era el momento de buscar respuestas. Abrí la puerta y me asomé, no había nadie en el pasillo. Tenía que subir al piso de arriba para ir a la habitación donde había visto a Nathaniel, pero no podía verme nadie. Giré a la derecha en busca de unas escaleras, pero en vez de eso me encontré un largo pasillo lleno de puertas. Así que decidí girar a la izquierda y allí estaban, unas escaleras de mármol blanco con un par de columnas en lo alto que recordaban a los templos de la antigua Grecia. Subí de puntillas, intentando no hacer ruido y llegué al pasillo donde estaba mi habitación. Recorrí el pasillo y giré como había hecho Daniel para llevarme con Nathaniel. Llegué al pasillo donde me esperaba aquella puerta acristalada. Me detuve ante esta, respiré hondo y entré. No había nadie dentro. Me acerqué al escritorio, busqué desesperadamente en los cajones y no encontré nada. Ni un mísero papel. No había nada más en toda la habitación así que tuve que dar mi búsqueda por finalizada.

Me disponía a salir de la habitación cuando un ruido hizo que me girara con el corazón en la garganta. Un ángel estaba mirando por el amplio ventanal que ocupaba toda la pared de enfrente del escritorio, inmediatamente le reconocí por sus maravillosas alas, era Nathaniel. ¿Cómo había entrado sin que le hubiese visto?

-Ariadne, ¿qué estabas buscando en mi habitación? -dijo con una mirada divertida.

-Nada -dije en voz baja.

Sentía miedo y a la vez excitación. ¡Ese ángel me volvía loca!

-Nada... Entonces, ¿abrir los cajones de mi escritorio no significa nada?

Agaché la cabeza avergonzada, esos ojos escrutadores eran muy intimidantes. ¿Cómo me había visto si estaba sola en la habitación? Tanta ignorancia era exasperante.

-¿Creías que estabas sola? -hizo un silencio-. Algunos ángeles tenemos la habilidad de hacernos invisibles -dijo mientras se acercaba a mí.

Se detuvo cuando su cara estaba tan cerca de la mía que podía sentir su aliento, olía a eucalipto. De repente, desapareció. Noté sus dedos fríos en mi cuello, me sobresalté por la extraña sensación que me produjo. No le veía, pero sentía su contacto. Era asombroso. Cerré los ojos e intenté tranquilizarme, pero cuando les abrí, unos ojos azules estaban mirándome con deseo.

Inesperadamente, sus brazos me sujetaron por la cintura y en un movimiento rápido me acorraló contra la pared. Tenía un brazo a cada lado de mi cabeza. Se acercó a mi y me susurró al oído:

"Siempre podrás confiar en mí.Siempre".

No entendía a que venía esa confesión, pero me reconfortó.

-Pregúntame lo que quieras -dijo mientras se apartaba para darme más espacio.

Dudé un momento. ¿Lo que quiera? Sonreí.

-Sí, lo que quieras -dijo con una mirada pícara.

¿Acababa de responder a lo que estaba pensando?

-Sí, puedo leerte la mente.

¡Oh no! Podía saber lo que pensaba, eso era invadir mi intimidad.

-No lo hagas -dije a la defensiva.

-De acuerdo, no haré nada que no quieras.

-Bien -dije distante-. ¿Dónde estamos?

-En el refugio -se pasó la mano por el pelo-. Un lugar donde los ángeles estamos completamente a salvo de los "caídos" -volvió a tocarse el pelo y desvió la mirada. Estaba incómodo así que decidí dejar ese tema para otro momento.

-¿Y porqué estoy yo aquí? -intentaba no perder los nervios, pero era imposible.

-Eres muy importante para nosotros. Sin ti, nuestra ciudad sería destruida.

-¿Sin mi? -dije riéndome-. Creo que te has equivocado de persona.

-No. -Fue un "no" tan rotundo que di un paso hacia atrás. Se acercó a mi y me agarró las manos, volvió esa sensación que me provocaba su contacto; agradable y acogedora-. No todo el mundo siente lo que tu sientes al contacto de un ángel.

-Pero yo solo lo siento contigo -dije sin pensar. Me sonrojé en cuanto me di cuenta de que lo había dicho en voz alta.

-Ya lo se -dijo sujetándome la cara con sus manos-. Y yo solo lo siento contigo. -Hizo una pausa-. No debería hacer esto. -Acercó su cara a la mía y rozó mis labios con los suyos. Cerré los ojos. Sentí una corriente recorriendo todo mi cuerpo. Me sentía como si estuviese volando. Su cuerpo estaba pegado a mí y podía sentir su corazón desbocado, me agarró fuertemente por la cintura e intensificó el beso. Apenas le conocía, pero mi cuerpo estaba desesperado por seguir entre sus brazos. Cuando se separó de mi, algo en mi interior se apagó y me sentí vacía. Por la expresión de su cara él también lo notó.

-No puede ser... -susurró. Se había puesto pálido-. Eres tú de verdad -dijo mirándome incrédulo. Entonces me abrazó. Su cuerpo se convulsionó y oí un sollozo. Estaba llorando.



















Ardor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora