Capítulo 2.

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Entonces habló y no pude evitar mirarle perpleja. Su voz era tan sugerente, no concordaba con su edad. Su aspecto era de un chico joven, pero su voz era de un hombre experimentado. Me atraía. Hacía que mil preguntas surgiesen en mi cabeza, estaba aturdida, no sabía como reaccionar a la oleada de sentimientos que me provocaba su presencia.
- Ariadne -dijo mirándome como si fuera un tesoro.
Mi nombre pronunciado por su boca fue algo exquisito. El deseo era insoportable. ¿Por qué me descontrolaba de esa manera un hombre que no conocía de nada? No llegaba a entenderlo.
- ¿Por qué bajas la mirada? -dijo mientras se acercaba poco apoco a mi.
No se porque, pero al notarlo más cerca, mi cuerpo retrocedió.
- No tienes porque temerme, no puedes imaginar cuanto tiempo he estado esperando este momento.
Le brillaban los ojos. Estaba emocionado.
- No...- me detuve al notar su mano en mi barbilla.
Me obligó a mirarle fijamente a los ojos. Nada era comparable a esa belleza, ni a la sensación que producía en lo más profundo de mi.
Estuvo contemplándome cinco minutos como mínimo. No lo entendía. Era normal que yo me quedase hipnotizada cada vez que le miraba, pero, ¿por qué me obsevaba él a mi? No creo que hubiese nada interesante en una chica pecosa de 17 años, con el pelo castaño, ojos marrones y piel pálida. No llegaba a la estatura media y no tenía un cuerpazo ni nada por el estilo.
Vamos, que era una chica más, una del montón.
Entonces, pasó su dedo por mis labios y no pude aguantarlo más, una lágrima se deslizó por mi mejilla.

Me miró sorprendido y se apartó un poco de mi lado.

- ¿Eres tú? - su voz estaba entrecortada-. No es posible que lo sientas, todavía hay humanidad en ti.

Se acercó y me besó en la mejilla limpiando cualquier rastro de lágrimas.

- No puedes sentirlo, y si lo sientes, no deberías - dijo mirándome muy serio-. Daniel, llévala a su habitación.

- Por supuesto.

Daniel me agarró por el brazo y al ver que no reaccionaba, me cogió en brazos y me sacó de la habitación. No pude apartar la vista de Nathaniel que me miraba con impotencia. Yo no entendía lo que estaba pasando, ¿por qué no debía sentirlo? ¿Qué es lo que tenía que sentir entonces? Yo no era dueña de mis sentimientos, simplemente no podía controlarlos en determinadas situaciones. Y estar cerca de Nathaniel era una de ellas. Daniel giró y dejé de ver a Nathaniel.

Llegamos a una habitación, no era la misma en la que me había despertado, era bastante más grande; tenía un baño, un escritorio y una cama. Todo blanco, para variar. Daniel me bajó al suelo.

- Esta es tu habitación, te recomiendo que descanses. Y no salgas hasta que yo venga a buscarte.

- Gracias ...

Pero, ¿pensaba dejarme allí sin más? En un lugar que no conocía de nada, sin saber cuando iba a volver a buscarme. No pensaba quedarme encerrada en aquella habitación sin encontrar la respuesta a al menos alguna de mis preguntas.

- Un momento - le dije cuando se disponía a salir-. ¿Por qué estoy aquí? ¿Y dónde estamos exactamente?

- Creo haberte dicho que no preguntases nada.

- De acuerdo, pues si no me contestas iré yo misma a preguntárselo a Nathaniel.

Me miró enfadado. Iba listo si creía que le obedecería en todo.

- ¿Crees que eres capaz de chantajearme? - dijo manteniéndome la mirada -. No voy a contestar ninguna de tus preguntas y más te vale no hacer ninguna tontería. No creas que porque Nathaniel te haya escogido vas a recibir algún trato especial por mi parte.

- ¿Qué quieres decir con que me haya "escogido"?

- No puedo perder más tiempo contigo - dijo y cerró la puerta.

Me quedé en aquella habitación sola, sin saber que hacer, con un vacío que no sabía como llenar. Sentía nostalgia, añoraba la compañía de personas de las que no me acordaba, pero sentía que alguna vez habían sido algo muy importante para mí. Probablemente a eso se refería Nathaniel cuando dijo que todavía había "humanidad" en mí. Pero esos sentimientos por muy humanos que fuesen eran míos y no quería que desapareciesen. Sí más partes de mí se iban, al final no quedaría nada. No sería nadie.



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