18 de febrero del año 1695.
Daegu, Corea del Sur.
Serían cerca de las tres de la tarde, el sol desviado de su punto medio en el cielo lo indicaba, en el patio trasero de una amplia casona la vieja lavandera contratada hacía su deber tendiendo las ropas, mientras refregaba una contra otra las sábanas manchadas de fluidos carmesí dejando correr con el agua ya amarronada todo el deshecho mugroso. Aquella tarde la hija única de los señores Lee se había hecho señorita.
El rumor no había tardado en expandirse por el pueblo, sin dejar de lado las oportunidades de abochornar a la quinceañera por haber manchado los ropajes a mitad de la plaza de palomas; se dice que la jovencita paseaba con su vestido corto, alimentando a las palomas mientras bailaba su sombrilla pomposa de un lado para otro, y que apenas sonó el campanear de la iglesia la niña había caído como un saco de plomo al suelo, derribada por un dolor en el vientre.
A la casona llegó desmayada, en brazos del hijo bastardo de los Han, quien se había percatado de su cuerpo febril tirado junto a la vieja estatua y la había llevado hasta allá pensando en su inocencia que tenía un derrame; el muchachito era apenas un niño, joven torpe de trece años que según la comadrona de la esquina tenía más cuerpo que masa cerebral.
Por los miedos del jovencito se habían esparcido diferentes calumnias creadas por las viejas chismosas que se sentaban a mascar buñuelos en el frente de sus casas, diciendo estupideces como que la niña había estado en malos pasos y había sufrido un aborto, o que había dejado de ser virgen en manos de algún pervertido que anduvo rondando por los alrededores; cosas ridículas que decidieron no ocuparse en arreglar.
Con la falda llena de sangre la habían puesto en la cama, y mientras ella se recuperaba la señora que tomaban como ama de llaves le había hecho un brebaje de hierbas y montes diciendo que con eso se mejoraría; durante ocho largos días la muchachita no se dignó a salir de la casona, pero ahora que andaba de boca en boca no había un escuincle que no anduviese pendiente de ella, quien sabe si buscando montarle el ojo y hacerle un engendro, para que tuviese que mantenerlo con su fortuna a costillas de un recién nacido.
— ¡Te lo he dicho María Antonieta! Tener un muchachito en estas épocas es un desperdicio, mira nada más lo que le ha pasado a esa niña, los varones vienen cada vez más machistas y lo único que quieren es una mujercita para darle niños y niños. ¿Para qué? Para no hacerse responsable de ninguno y vivir la vida loca mientras que a la muchacha la tienen en la casa nada más que para parir y cuidar la casa.
En la quinta de los Yang se escuchaban los gritos feroces del señor, que como siempre a las cuatro de la tarde después de venir de alimentar a la bestia que tenía en el granero de más allá de la colina llegaba a su casa para reclamarle a su mujer cualquier cantidad de cosas tuvieran que ver con ella o no. El señor Yang es un hombre incoherente, un viejo insolente que pensaba que estaba en un lugar donde nada servía, pero que tenía una mala maña de apegarse a lo que fuera suyo y no dejarlo.
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miss jeongin ✦ hyunin
Fiksi Penggemar❝Hace años, en otras épocas las cosas eran distintas. El padre de Jeongin deseaba como primer descendiente una niña, pero ha venido al mundo él. ── Si nace varón, te juro que lo mato con mis propias manos. Aquí se relata la historia de su vida, en...