❝Hace años, en otras épocas las cosas eran distintas. El padre de Jeongin deseaba como primer descendiente una niña, pero ha venido al mundo él.
── Si nace varón, te juro que lo mato con mis propias manos.
Aquí se relata la historia de su vida, en...
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28 de agosto del año 1712.
Mientras se escucha la lejana melodía del campanear de la iglesia que está frente a la plaza del pueblo, en la casona la niña Innie se desliza cuidadosamente entre la tela de su blanca toalla, introduciendo su cuerpo humedecido siendo recorrido por las traviesas gotas de agua en la bata de baño que le cubre el cuerpo, y que con un cinturón holgado se ciñe a la curva de su cintura. Hasta más debajo de las rodillas le llega la prenda, mientras se siente bien cubierta por el pedazo de tela deja que Esperanza la ayude con su trabajo, subiéndose a un banquito de madera de como treinta centímetros de alto tras ella para poder enrollarle la larga cabellera en una toalla diferente.
Están solas las dos en el patio, la joven criada ha sido la responsable de ayudar a la niña Innie a bañarse, tallando cuidadosamente su piel y cumpliendo con las órdenes de SeungCheol de dejarla impecable hasta el último rincón. Había sido cuidadosa con la pálida, los graves moretones que tenía en las piernas todavía no le sanaban y no había manera de ocultarlos, las marcas oscurecidas y dolorosas en sus bellas piernas habían sido un punto en el que había tardado bastante, pues había dejado a la muchacha limpiecita pero se había tenido que esforzar demasiado para no hacerle daño.
Más de cuarenta minutos habían invertido en aquel baño, las dos parecían bastante relajadas a pesar de la hora y la niña Innie verdaderamente estaba serena, tan seria como era de costumbre y se había limitado a no hacer comentarios acerca de su boda, no se resistía a hacer nada. A esas horas de la mañana, las nueve y cincuenta, ella se dejaba hacer por la criada que le secaba la piel en el patio trasero, tomándose su buen rato después para sacarle el exceso de agua del cabello y además peinárselo para que no se le enrede. Sin palabras fue la misma Esperanza quien la ayudó a subir a la habitación, a fin de cuentas la muchacha seguía maltratada y el caminar le dolía.
Subir las escaleras había sido para ella un verdadero problema después de sentir la presión concentrarse en los golpes, de todas formas lo dejó pasar y suspiró al darse cuenta que dentro de la habitación la esperaba María Antonieta, con esa sonrisa gigante que extrañamente no se le había quitado desde el día anterior en el que pudo ver por fin el vestido de su hija. Una constante decepción en el pecho de la pálida persistía, no podía dejar de pensar en que después de todo la india había estado siempre de acuerdo en su forzado casamiento, aquel en el que ella no deseaba participar a pesar de ser la novia. No se veía de ninguna forma caminando hacia el altar dirigiéndose a los brazos de Bang, más bien, se miraba huyendo de la iglesia.
No hizo más que esbozar una sonrisa muy tenue cuando la mujer se le acercó, poniéndola como de costumbre mirándose al espejo antes de que comenzara a vestirla. Suspiró con pesadez cuando la mujer cerró con el candado la puerta y se colgó la llave en una cuerdita que tenía en el vestido haciendo las veces de cinturón, para luego poder acercarse a ella y sacarle la bata de baño sutilmente hasta dejarla desnuda frente a su reflejo, su cuerpo joven y hermoso lucía tal como esperaban, y si disimulaba un poco las heridas de las piernas podría verse incluso mejor. Puede que tal vez haya tenido una figura exagerada, pero de todas formas era algo que le gustaba a ella, y la manera en que la vestían las ropas dejando zonas a la imaginación hacían que el sentirse satisfecha con su figura no fuese algo malo.
