5. Rencor.

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Días después.
Pov _____________:

—¿Alguna novedad?

—Nop —sonreí—, lo mantengo vigilado.

—Muchas gracias —intervino Ladybug con una sonrisa—, es un gran alivio tener a alguien en Londres.

Chat asintió.

—Así será siempre —afirmé con orgullo—. Seguimos en contacto, no duden en llamarme.

—De nuevo, gracias —la azabache se despidió. Les envié un beso y el pequeño holograma desapareció.

Baje mi brazo, haciendo desaparecer mi traje. Exhale mirando desde lo alto el paisaje en Londres, el atardecer teñía de colores el cielo azul.

—¡Hey!, aquí estas —Damián llego corriendo junto a mi, apreciando el mismo paisaje que yo—. ¿Ya comiste?

Negué.

—No tengo hambre —susurré sin dejar de ver el panorama.

—Debes comer algo —regañó, indignado—. ¿Paso algo en París?

—Pasaron muchas cosas —reí con amargura.

—Debes contarme —abrazo mis hombros—, ven, no me gusta que estés sola.

Lo mire con una sonrisa discreta, bajamos las escaleras que llevaban a la azotea del edificio escolar.

Leah nos saludo desde la explanada, recorrimos el pasillo que llevaba a la cafetería, en ese momento, Félix se cruzó en nuestro camino, logramos frenar antes de chocar.

El rubio me miro con molestia.

—Ten...

—Fíjate por donde vas —interrumpí con frialdad, dedicándole una mirada de lo más indiferente.

Damián tomó mi mano y pasamos junto a él, apenas rozandole.

—¿Sucedió algo con Félix? —preguntó cuando nos alejamos lo suficiente.

—¿Félix?, ¿quién?

El pelinegro me miro con una sonrisa maliciosa, besó mi mejilla y caminamos tomados de la mano.

***

Elimine de mi pc todas las fotografías en las que salía Félix, conservando solo aquellas de paisajes y en las que salía con Anton y Leah. También con Adrien.

Me sentía mucho más aliviada, me puse de pie para buscar en el cajón de mi tocador las fotos impresas que tenía de él. Cuando me rechazo las quite de la pared, miré fijamente a ese rubio engreído.

—Traidor.

Rompí las fotos en pedazos, tire en el cesto cada objeto que me recordaba a él, debido a clases compartidas o encuentros inesperados. Tome la bolsa del cesto y le hice un nudo.

Salí de casa para tirar la bolsa en el contenedor metálico, me gire para volver a casa pero salté del susto cuando lo vi de pie en la entrada del callejón.

—Carajo, ¿qué haces aquí? —lleve una mano a mi pecho—. Me asustaste.

—Quería saber como estabas.

—Estoy bien, ya me viste hoy en el colegio —pase junto a él pero me detuvo, tomando mi brazo—. ¿Qué quieres, eh?, no diré a nadie sobre ti.

—Eso no me importa —gruñó.

—Bien por mi, ahora, déjame en paz —me solté de su agarre, caminando a la salida del callejón—. Así como tú me lo pediste, ahora yo te lo pido a ti —se giro un poco, mirándome—. Imagina que no existo.

Softcore 《Félix Graham y tú》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora