Softcore 《Félix Graham y tú》

8. Aceptación.

Momentos atrás.

Pov Félix:

—¿Harás algo por ella? —preguntó con sutileza, mirándome a través de la pantalla.

—Sí, dejarla ir.

Kagami río.

—Eso es patético —alardeó mientras rodaba los ojos—. Ahora veo porque Adrien y tú son tan parecidos.

—Ya nos lo han...

—No me refiero al físico —interrumpió con sarcasmo—, sino a la forma de ser. Ambos quieren el bien de las personas que aman.

—No la amo.

La azabache volvió a reír y frunci mi ceño.

—No puedo permitirme sentir algo por...alguien.

—¿Por?

Ingrese a la librería, mirándola con seriedad.

—Es evidente que nuestra existencia depende de un simple chasquido de dedos —mostré obviedad, caminando por los pasillos de la librería—, ¿lo sabes, no?

—Claro, no soy estúpida —sonreí—. Pero ahora mismo tú eres quien porta el miraculous del pavo real, nuestra existencia depende de ti y dudo que nos quieras eliminar.

—Buen punto —le di la razón y se mostró orgullosa—, pero es un dolor que prefiero evitarlo. En caso de que alguien me quite el miraculous.

Kagami bufó.

—Respeto tu decisión, Félix.

—Gracias —respondí con sarcasmo.

—Debo irme, tengo clase de esgrima.

—Patea el trasero de mi primo —sonreí y ella me devolvió el gesto—. Cuídate.

—Tú también.

Colgamos la video llamada y guarde el celular en mi bolsillo. Me adentre a la sección A para buscar un libro que me interesó. Algo llamado amor. Cursi, pero, quería comprenderlo.

Comprender mis pensamientos.

Tome el libro para leer la sinopsis, hasta que escuché unos pasos; mire hacia la entrada del pasillo, encontrando a la causante de mis conflictuosos pensamientos. Apreté el libro en mi mano, conteniendo mis...nervios.

Resoplé cuando camino hacia mi.

—Ya hablamos de...

Paso por mi lado, ignorando mi comentario.

Sonreí burlón, ya lo ha intentado. No funciona.

—Hola —saludó con amabilidad y el chico de la librería la miro—, ¿podrías alcanzarme ese libro?

Señaló el de Átomos y Ciencia. El pelirrojo sonrió seguido de estirarse para alcanzarle el libro.

Apreté mis labios y camine a ellos, alzando el brazo para tomar el libro que ella quería. Ambos me miraron de inmediato pero solo me enfoque en la pelinegra.

—Pudiste pedírmelo a mi.

Me miro con desconfianza y tomo el libro de mis manos.

—Gracias...supongo —respondió dudosa—. Gracias y disculpa la molestia.

—¿Lo conoces? —preguntó el pelirrojo.

Solté una risa ante su pésimo chiste. Está loco...aunque, él no sabe nada de nosotros.

—¿Qué si me...?

—No —respondió ella con naturalidad—, no sé quien sea pero es amable —sonrió para salir de en medio de nosotros—. Nos vemos.