La casa al final de la calle

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Las ruedas de la maleta de Harry ocasionaron un eco chirriante por las calles que transitaban, cada vez que una de las ruedas se deslizaban por algún fragmento faltante de la acera la gran maleta se ladeaba y le hacía creer que se caería.Snape seguía sin mirarlo aunque por fortuna sabía que solo estaban a una calle del lugar en el que se quedarían, sus ojos verdes veían a un lado y otro ¿Era ese el lugar en el que vivía Snape? Existía cierta disonancia entre aquellas calles y el hombre insufrible que le enseñaba en la escuela; la oscuridad y desolación que se percibía podía ajustarla a la imagen general del hombre, pero la pobreza que parecía revolotear por las calles no parecía estar impregnada en un hombre que hablaba y se movía como Snape.

Caminaron por el largo de una calle y se detuvieron en la última casa de esta; Snape abrió la puerta y con un gesto bastante burlón lo invitó a seguir.

—Yo le dije a Dumbledore que no sería buena idea traerte aquí ¿Cómo podría su valioso Harry Potter caer en un lugar así?

Harry había fruncido el ceño aunque no estaba interesado en responderle al hombre, aunque estaba muy tentado a decirle que la casa era mejor que la alacena en la que sus tíos lo encerraban, pero estaba seguro de que Snape pensaría que solo estaba mintiendo. Ingresó a la casa seguido por el perro y luego Snape entró tras ellos.

La casa era de solo una planta y no parecía ser amplia, a pocos pasos de la entrada se encontró con una pequeña mesa junto a la ventana, y de lado izquierdo una habitación que estaba cerrada, y al fondo alcanzó a ver dos recámaras y lo que suponía era la cocina. El hombre de ropa oscura se movió hasta la habitación más cercana a la salida, abrió la puerta y con su voz sedosa le dijo:

—Se quedará aquí, puede salir si lo desea pero no tiene permiso de entrar a las otras dos habitaciones— El hombre se cruzó de brazos y lo miraba como si esperara que se moviera hasta él, así lo hizo Harry y se preguntaba qué clase de lugar había dispuesto el hombre para alojarlo a él— Y creo que no hace falta decirle que usted debe encargarse de su propia alimentación y la de ese perro que ha traído, puede entrar a la cocina cuando lo necesite.

Harry se adentro en la que sería su habitación y se sorprendió con lo que había encontrado, era un salon de tamaño considerable con un sofá frente a una chimenea antigua, las paredes estaban cubiertas por estantes atiborrados de libros "A Hermione le gustaría estar aquí" pensó de repente, ese espacio era mucho más agradable que a alacena en la que sus tíos lo colocaron y la comparación lo hizo recaer en pensamientos negativos a los que no solía prestar atención. Una vez que sus pensamientos se calmaron, Harry se giró esperando escuchar las reglas que Snape le pondría, pero el hombre ya no se encontraba ahí.

¿Qué significaba eso? Snape no le había dado un horario para levantarse ni una lista de tareas por cumplir, simplemente le había dado indicaciones que no eran difíciles de seguir.

—Es menos terrible de lo que imagine— Dijo mirando al delgado perro negro que olfateaba todo el lugar— Sabes, pense que tendria un sarcofago por algun lugar, o muñecos con alfileres en ellos.

Dejó su maleta cerca a la puerta y sacó sus libros para colocarlos en una mesa que también estaba allí.

—Al menos podré hacer mis tareas ahora.

El perro había dejado de merodear por la habitación y se había recostado en el piso frente a la chimenea.

—Imagina si Ron y Hermione se enteraran de esto— Harry se había sentado en el sofá que resultaba bastante cómodo— creo que tampoco podrían creerlo.

Claro, cualquiera que conociera a Snape y su evidente odio hacia Harry esperaría que el hombre dispusiera para él la peor de las experiencias, una cama vieja en un rincón , largas y pesadas tareas que no le dejaban tiempo para nada más, a pesar de la fría cordialidad mostraba por Snape, Harry no se fiaba de eso, era solo cuestión de tiempo para que el hombre de cabello grasiento se torna desagradable.

Cuando mires atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora