𝐕. 𝙇𝙖𝙨 𝙨𝙤𝙨𝙥𝙚𝙘𝙝𝙖𝙨 𝙙𝙚𝙡 𝙤𝙛𝙞𝙘𝙞𝙖𝙡

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Fargan salió de la farmacia seguido de Willy, empeñado en estar atento a cuanto acontecía a su lado. Miraba a ambos lados de la calle, fijándose en los pasos que daba la gente. No tuvo que andar ni doscientos pasos, cuando el galopar de unos caballos y el rodar de un coche, les hicieron voltear y detenerse.

Al comprobar que en el otro extremo de la calle se encontraba un carruaje tirado por cuatro briosos corceles, como siempre, Fargan sospechó lo peor, y acompañado de Willy, se acercó para tratar de descubrir quiénes eran los viajeros que acababan de llegar a Karmaland. Pero tuvo que esperar porque en ese momento pasó frente a ellos un lujoso coche en el que viajaban una mujer y dos jovencitos, la dama bien podría ser su madre.

—Sí, claro —le susurró a Willy—, podrían ser auténticas personas importantes, pero también que no lo sean. Al fin y al cabo, la ropa costosa no quiere decir nada. Pueden ser madre e hijos, pero también que no lo sean... Pueden ser personas de la alta sociedad, pero también pueden ser espías... 

—¿Espías, fargan? ¿De verdad crees eso? —se rió Willy de las sospechas infundadas de su amigo.

—¡Espías, eso es! Se impone una estrecha vigilancia.

Y entonces Fargan echó a correr, tomando la dirección que había seguido el desaparecido carruaje. Willy corrió tras él, no tuvo que andar demasiado, porque al fin y al cabo de unos cuantos minutos, lo descubrió parado frente al hotel principal de la villa. Fargan le hizo esconderse y atentos, vigilaron.

Un criado del establecimiento se acercó al carruaje y abrió la portezuela. En primer lugar, apareció un jovencito de llamativos cabellos naranjas, que no tendría más allá de dieciséis años y empezó a mirar en todas direcciones como si tratase de descubrir algo. Seguidamente apareció otro joven, de ropas blancas, que ayudó a bajar a la mujer de mayor edad.

A Fargan no le escapó el detalle de que el primer viajero mirara en todas direcciones. aquello podía representar una simple curiosidad, pero era tal la insistencia del joven, que más bien podría interpretarse como un detenido estudio del lugar donde se encontraba, máxime teniendo en cuenta que el otro joven tuvo que llamarlo para entrar en el hotel.

—Vamos, Lolo.

—Ya voy, Rubius.

—¡Lolo, Rubius! ¿escuchaste eso, Willy?

—Sí lo oí, Fargan.

—Son dos seudónimos para ocultar la verdadera identidad de estos chicos.

Cuando aquellos chicos hubieron desaparecido en el interior del hotel, ambos policías cruzaron la calle y fueron a sentarse a una cervecería, desde ese lugar, podían dominar todas las entradas y salidas del hotel.

La duquesa y sus hijos tenían ya reservadas varias habitaciones para instalarse cómodamente. Por medio del telégrafo habían comunicado con Karmaland, y ahora, al comprobar la eficacia del invento, se sentían sumamente complacidos. El administrador del hotel puso al servicio de los ilustres viajeros a dos camareras para atender con la máxima exactitud hasta las más insignificantes órdenes recibidas.

Lolito fue el primero que, sin ayuda de nadie, logró acomodar sus cosas más o menos ordenadas en los departamentos correspondientes, sin importar si sus trajes se arrugaban o no. Pero lo que trató con sumo cuidado y cariño fueron los artículos de pesca y la cítara, que escondió en un lugar seguro. No se resistía a permanecer activo todos los días que estuvieran es Karmaland, aun cuando una voz interior le decía que Mangel estaba en la ciudad.

Desde el amplio ventanal de su habitación, amueblada con un gusto exquisito y en la que predominaban los tonos azules, contempló la verde campiña, que se mostraba en todo su esplendor, muy especialmente al lado de un recodo del río, cerca del cual serpenteaba una bien cuidada carretera. Lolito se orientó rápidamente y pensó que una visita al lugar que había descubierto sería sumamente atractiva. un puentecito pintado de blanco que se destacaba sobre la verde vegetación unía la calle con la orilla del río, salvando así un pequeño barranco.

Era ya cerca del mediodía cuando lolito hizo su aparición ante su madre.

—Si no te importa, madre, iré a dar un paseo por los alrededores.

—¿Pretendes salir solo? —preguntó horrorizada la duquesa.

—Aquí nadie me conoce —comentó Lolito.

—Precisamente por eso —aseveró la duquesa Sabrina—. No es conveniente que te tomen por un simple campesino cuando eres el primo hermano del emperador. Cuando yo lo crea conveniente saldremos a dar un paseo.

—Pero —terció Rubén—, no será antes de mañana, porque esta tarde tendremos que visitar a tía Eleanor. ¿Verdad, mamá?

—Sí, será una visita oficial. No te preocupes, Lolito, esta visita solo la haremos Rubén y yo.

—Entonces yo podré irme a pescar un poco.

—¿Pero es que te has traído los cachivaches? —preguntó Rubius.

Mientras Lolito asentía con la cabeza, su madre la movía de forma negativa. Había estado pensando en que para algo tan importante como lo era el noviazgo de su hijo con el emperador, era mucho mejor que Lolito no los acompañase, pero ante la actitud tomada por su hijo menor, no supo qué hacer.

Media hora más tarde, la duquesa y sus hijos se encontraban frente a la mesa, donde les fue servido un austero pero sabroso almuerzo. Lolito tuvo que ser amonestado un par de veces para no perder la costumbre, sin embargo, el joven doncel hizo gala de sus más exquisitos modales. Y no es que Lolito fuera una persona descuidada ni falta de los recursos que exige la etiqueta, sino que se dejaba llevar por su ímpetu juvenil y alegre, que lo hacía proceder de esa forma semisalvaje de la que hacía gala en su casa.

La duquesa se sintió satisfecha de Lolito, al que felicitó. Pero poco tenía que durar aquella paz, pues cuando menos lo esperaban, Lolito se dio cuenta de que no muy lejos de donde se encontraba, se hallaba un gatito blanco, al que llamó con los dedos en la boca y, sorprendentemente, el minino acudió a su llamado.

El lindo príncipe sonrió radiante y, cogiendo el trozo de pescado, le entregó la comida al blanco animal. Aquel incidente no agradó a la duquesa, quien después de regañar extensamente a su hijo menor, resolvió negarle aquel paseo que había solicitado anteriormente y decirle que se quedaría encerrado toda la tarde.

—Me escaparé... —susurró Lolito para sí mismo cuando se encontró solo en su habitación.


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𝒒𝒖𝒆𝒆𝒏 𝒐𝒇 𝒎𝒊𝒏𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora