𝐗𝐕. 𝙀𝙡 𝙘𝙤𝙢𝙥𝙧𝙤𝙢𝙞𝙨𝙤

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La duquesa Eleanor pensó que, si su hijo creía que sería feliz con aquel doncel de cabellos anaranjados, no era conveniente que ella le negara aquello. Dejó a su hijo ir y de inmediato, mandó llamar a Lolito, pues había aceptado que, durante el tiempo del noviazgo, ella habría de convertir a ese doncel en alguien digno de la realeza y su intervención comenzaba ahí mismo. Mandó a llamarlo, a quien habló con un tono muy diferente del que había ocupado para hablar con su hijo.

—¿Qué estabas haciendo, Lolito?

—Oh, solo estaba buscando a Man- digo, a Miguel Ángel, le prometí el cotillón.

—Eso no importa ahora. Necesito verte, quédate quieto. No eres muy alto —concluyó.

—Es de familia —repuso Lolito con una sonrisa burlona que no agradó mucho a su tía.

—Tendrás que acostumbrarte a algunas cosas —dijo de forma severa—. En la corte karmaliense hay un ceremonial muy estricto, como en la corte del Dream smp, y hay que conservarlo a toda costa. Ese es mi deseo y también el deseo del emperador, ¿entiendes?

—Sí... ¿por qué? no estoy entiendo nada.

—Porque Samuel me ha dicho que te ama y quiere hacerte su esposo, Lolito.

Aquella noticia hizo eco en su mente, a través de la cual empezaron a cruzar miles de ideas y una silueta gigante de Rubén apareció.

—Pero si yo le he dicho...

—Contesta mi pregunta: ¿tú también le amas? —Lolito sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas una vez más, por lo que rogó:

—Por favor, no me pregunte.

—Deseo una contestación —insistió tía Eleanor.

—Sí, sí, le quiero con toda mi alma —confesó.

—Suficiente. Necesitas dejar de actuar como un mocoso, debes actuar como alguien de la realeza. Tendrás que llevar otra vida de ahora en adelante.

—Pero yo no quiero ser emperatriz. Hasta ahora he sido feliz en casa, tal vez mucho más feliz de lo que ustedes lo han sido.

—Creo que por ahora no tenemos más que hablar.

Al mismo tiempo que la emperatriz Eleanor hablaba con su hijo Samuel y luego con Lolito, el maestro de ceremonias indicaba a los caballeros que escogieran las flores para sus damas y donceles para el cotillón. Después de hablar con su tía, Lolito fue a refugiarse donde su madre, quien le preguntó:

—¿Qué tienes, Lolito? ¿Qué pasa? Has estado así desde la tarde...

—Nada, mamá. No tengo ganas de bailar. —Dijo con semblante triste.

—¿a quién le has prometido el cotillón, cariño?

—A Mangel, má —contestó con voz débil.

Al ver el estado de su hijo, Sabrina pensó que lo mejor sería no insistir. Mientras tanto, los caballeros iban y venían, buscando las flores que el maestro de ceremonias repartía. Mangel se acercó para solicitar las suyas.

—Rosas rojas, por favor. —El maestro negó con la cabeza, no pudiendo complacer la petición del príncipe. —¿Es que no quedan rosas rojas? Joder, macho. 

—Lo siento, Alteza. Mu Majestad las ha reservado todas para él.

—¿Para qué quieres las rosas rojas? —preguntó el príncipe Wilbur con malicia.

—Ah, para lolito. ¿Es que no lo encuentras encantador? —le preguntó al que reía ligeramente.

—Sí, lo es. Pero no para ti.

—¿Por qué no?

Wilbur ensanchó más su sonrisa y le repitió las palabras que Mangel le había dicho anteriormente:

—Porque uno no debe interponerse en el camino de un emperador.

—¿Qué quieres decir?

—Que tengo más vista que tú —le dio una palmada en la espalda y se fue.

La hora del cotillón había llegado y el salón parecía aumentar su resplandor y animación. Los caballeros tenían preparado su ramillete y las damas y donceles esperaban con impaciencia a aquel que durante el resto de la noche les haría objeto de sus atenciones. Los músicos se hallaban preparados y circulaba el rumor de que el emperador distinguiría en aquella ocasión a la persona que se convertiría en la emperatriz de Karmaland.

La más intranquila, la que más esperaba el momento, era la duquesa Sabrina, pues Rubius había aceptado este hecho como algo natural. Pero Lolito, él no. Él quería huir de ahí y así se lo hizo saber a su madre.

—¿Ahora que empieza el cotillón te quieres marchar? —preguntó Mangel. —Me prometiste bailar conmigo.

—Lo siento, Mangel, pero no pienso bailar.

En ese momento, el ministro se acercó a Vegetta, con un ramillete de rosas rojas. Vegetta las tomó y todas las miradas se posaron en él. El salón se encontraba desierto, pues todos habían formado un círculo, en espera de que el de ojos morados empezara la danza con la elegida. Sabrina miraba a Rubius y él miraba a Vegetta.

—Ahora se cumplirá nuestro deseo —le susurró a su hermana.

—Querida hermana, creo que te equivocas.

—¿Cómo voy a equivocarme? —señaló a Vegetta.

Este, con el ramo de rosas rojas en sus manos, se acercaba hacia donde se encontraban Rubius y Lolito. El rostro de Vegetta estaba alegre, mientras que el de Rubius brillaba de felicidad, en contraste con el de lolito, que parecía triste.

—Fíjate en cómo Samuel va a Rubén con las rosas. —Eleanor solo sonrió.

El joven monarca se encontraba ya a pocos pasos de los dos hermanos. Rubius sonrió y levantó ambas manos para tomar el ramillete, pero el emperador, sin darse cuenta de aquel espontáneo gesto del albino, se enfrentó con Lolito y le dijo:

—Querido Lolito, permíteme que te ofrezca tus flores preferidas. 

—Gracias... —susurró, tomándolas de forma temblorosa. Entonces Vegetta se dirigió a Rubén.

—Perdona, Rubius, te había pedido el cotillón, pero permíteme que lo baile con Lolito, con mi prometido.

—¿Vegetta quiere casarse con Lolito? —preguntó Sabrina, quien no había perdido ni un solo detalle de la escena.

—Sí, quiere casarse con Lolito y va a conseguirlo.

Los músicos empezaron a tocar la danza que Vegetta y Lolito iniciaron a bailar, dando con aquel simple acto que su compromiso estaba formalizado.

—¡Viva el futuro emperatriz de Karmaland! —los vivas y hurras llenaron el enorme salón. entonces, el príncipe Wilbur se acercó y después de saludarlo respetuosamente, pronunció, dándole una mirada maliciosa al hermano menor del hombre que se estaba comprometiendo:

—Permítame felicitarlo por su compromiso matrimonial con el príncipe Lolito, en nombre de todos los presentes y también en el propio mío.


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𝒒𝒖𝒆𝒆𝒏 𝒐𝒇 𝒎𝒊𝒏𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora