𝐗𝐕𝐈𝐈. 𝙀𝙡 𝙙𝙚𝙨𝙚𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙞𝙗𝙚𝙧𝙩𝙖𝙙

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Desde los últimos acontecimientos, la invitación de Auron a Rubius y el compromiso de Vegetta con Lolito, habían pasado cerca de dos meses. Lolito había regresado a casa con su madre, mientras que Rubius, claramente había accedido a pasar una temporada con Auron en Tortillaland. Lolito sintió eso como un peso en su consciencia y era causa de su tristeza.

—Pero, Lolito, ¿qué te pasa? —la duquesa sabía que el de cabellos naranjas pensaba en su hermano Rubén, a quien, según él, había arrebatado la felicidad.

—Nada, mamá.

—¿Y por qué estás sentado aquí, tan solo y triste?

—No te preocupes, solo hago planes para el futuro —dijo, levantado los ojos hacia su progenitora, esbozando una sonrisa.

—No pareces un novio feliz.

—¿Tienes noticias de Rubén? —preguntó de pronto, tras un rato de silencio.

—Naturalmente, tengo noticias —afirmó.

—¡Cuéntame, por favor!

—Rubén sigue en tortilla y está bien. Por cierto, piensa pedirle matrimonio al rey Auron.

—¿Al rey Auron?

—Sí, el rey Auron. Dice que se ha enamorado de él y que parece ser correspondido —sin embargo, Lolito no parecía muy convencido por eso.

—Pero no vuelve porque no me perdona que le haya cagado la vida.

—Lolito, escúchame —dijo su madre, tomando su mano—. Tú no... destruiste su vida —la pausa fue en busca de una palabra que sustituyera el "cagar", usado por su hijo.

—Sí, mamá, por mi culpa se destruyeron todas sus ilusiones.

—No, Lolito, no es así. Tía Eleanor quería elegirlo y eso no es posible, porque al corazón no se le puede mandar. Ella pudo haber pensado en ti, así como pensó en él, y si bien al principio no salió como quiso, ahora está muy satisfecha. —Lolito negó con la cabeza—. Tú le has gustado más a Samuel que Rubén y eso no es culpa de nadie. Debes estar contento, él te quiere con todo su corazón.

—Sí, mamá. Él me quiere.

—Y tú le correspondes, ¿verdad?

—Sí.

Al día siguiente, Lolito se despertó muy de mañana, como de costumbre y fue a visitar a sus animales. Preparó su comida silenciosamente y la fue repartiendo. su rostro seguía denotando tristeza y es que por más que tratase, no podía olvidar a Rubén, a quien estaba seguro de haberle cagado la vida.

Por otra parte, le parecía que iba a perder la hermosa libertad de la que tanto gozaba. Hasta el momento, había sido el tercer heredero de su padre. Primero estaban Luzu y Rubius en la línea de sucesión y ahora, de un momento para otro, era el novio del emperador.

Sin embargo, los juegos de niños no podían prolongarse. Los años pasan y todo ser humano se veía obligado a seguir el curso de la vida impuesto por los dioses. Por otra parte, estaba enamorado de Vegetta, a quien cada quería más cada día. Entonces elevó los ojos, contemplando el azul cielo y trataba de tranquilizarse. Si supiera que Rubius es feliz, yo también lo sería.

Así pasaban los días, durante los cuales se encerraba en su habitación para dedicarse al estudio. Vegetta le hacía llegar de vez en cuando sus noticias, que lo llenaban de alegría y tristeza al mismo tiempo. Y es que no se libraba de esos pensamientos de culpabilidad sobre lo que él consideraba la desventura de Rubius, ignorando que éste vivía feliz, en un completo idilio con el rey Raúl, a quien se dedicaba a cortejar todos los días, porque Rubius no se había enamorado de Samuel. No podía estarlo, pues cuando recibió la noticia de que su tía Eleanor pensaba en él como futuro emperatriz de Karmaland, prácticamente no se acordaba del emperador.

No había tenido trato con él y lo único era lo natural de su felicidad al haber sido considerado en tan alto grado. Además, el hecho de que ya no fingía ser un doncel le hacía más feliz, pues se dedicaba a expresar su amor y dedicación a Auron.

Cierta mañana, cuando cambiaba el agua de los pajaritos, le parecía que la jaula perdía su forma y se convertía en una prisión. No lo pensó más y la abrió, dejando que uno a uno, los pajarillos dejaran su encierro.

Luego se acercó al cercado en donde tenía a su pequeño corzo y entabló una "charla" con este.

—¿Qué te parece, mordisquitos, si pudieras correr a tus anchas por el bosque? —el animalito levantó las orejas como si pudiera entender lo que decía su dueño, quien prosiguió—: Ahora no necesitas que te dé con el biberón, ya sabes comer solito y defenderte. Sí, mordisquitos, te dejaré en libertad.

Lolito abrió la puerta del cercado para que el corzo saliera, sin embargo, mordisquitos no se movió.

—Anda, ve al bosque, mordisquitos.

El corzo no se atrevía a volar del nido. Avanzó unos pasos hacia el joven de ojos verdes, pero retrocedió cuando vio a la figura que se acercaba a su dueño.

—Pero, Lolito, ¿qué haces? —le preguntó su padre.

—Dejo a los animales en libertad. Les quiero dar la libertad ya que yo voy a perderla.

—Escúchame, Lolito, tengo buenas noticias —dijo su padre, llamando la atención del menor—. tengo fecha para la boda. Será el veinticuatro de julio.

—Para el veinticuatro de julio —repitió amargamente.

—Ya verás que gran fiesta se preparará. El día veinte una caravana te llevará al centro de Karmaland, donde te estará esperando Samuel —las alegres palabras del duque contrastaban con las facciones tristes de su hijo—. ¿Qué ocurre, Lolito? ¿Acaso no quieres a Samuel?

—Sí, sí lo quiero. Pero me dan miedo tía Eleanor y la corte, no me gusta eso.

—Sí, lo comprendo —su padre asintió—. A mí me pasaría lo mismo. ¿Sabes una cosa? Si te molesta tanto lo de los protocolos, te iré a buscar e iremos juntos al bosque a pasear, ¿qué dices?

—¡Qué bueno eres, papá!

—Aunque no creo que haga falta, porque Sam se encargará de acompañarte en esos paseos que tanto te gustan. Me consta que a él también le gusta mucho el bosque, tanto como a ti.

Las palabras de su padre tranquilizaron bastante a Lolito, quien regresó al castillo con una sonrisa, rumbo a la biblioteca, donde le esperaba el profesor de idiomas. Su padre era el mejor.


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𝒒𝒖𝒆𝒆𝒏 𝒐𝒇 𝒎𝒊𝒏𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora