𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈. 𝙀𝙡 𝙧𝙚𝙜𝙧𝙚𝙨𝙤 𝙙𝙚 𝙍𝙪𝙗é𝙣

72 16 3
                                    

Al día siguiente, Lolito paseaba una vez más por el jardín, mirando con nostalgia la jaula de los pájaros, ya vacía después de que estos hubieran partido, y el cerco vacío de mordisquitos. Sin embargo, a pesar de esta ligera tristeza, no se sintió arrepentido en lo más mínimo y sintió que había hecho bien con su proceder. 

Sonrió tranquilamente y se dirigió a las caballerizas, donde dos perros guardianes se alegraron de verlo. El de cabello anaranjado los acarició.

—Buenos días, princesa —saludó el mozo, quien se dio cuenta de su error—. Disculpe, príncipe. perdone, es solo que usted bueno... es tan lindo que parece una doncella —se rió con nerviosismo.

—No se preocupe, no me molesta que me trate como chica. Hace mucho que no monto a caballo —dijo, cambiando del tema.

—¿Le pongo el asiento? —preguntó el mozo, con una sonrisa para su amo. Lolito asintió y el mozo no se hizo repetir la orden. Palmeó el trasero del caballo con suavidad para que avanzara y entonces le puso la montura y los arreos.

Mientras pasaba eso, Lolito rompía récords de tiempo y se vistió con su traje de amazona y a los pocos minutos corría como el viento montado en su caballo. En su galopar, casi choca con un carro en el que venían dos jóvenes que avanzaba rumbo a la mansión de los duques. Estos dos jóvenes venían acompañados de un cochero y lacayos.

Cuando el coche se detuvo, el joven más alto se bajó primero y de inmediato fue a por su señor, quien ya se había bajado con ayuda del lacayo. Una vez en el interior y con su acompañante más bajo esperando nervioso, gritó:

—¡Mamá, mamá!

La duquesa Sabrina, que se encontraba en labor de punto en la planta superior, soltó su tejido cuando escuchó la voz de uno de sus hijos mayores y se precipitó hacia las escaleras, siendo encontrada en los primeros escalones por éste.

—Rubén, qué sorpresa.

Madre e hijo se fundieron en un abrazo y después de separarse, Rubén le ayudó a su madre a bajar hasta el último escalón y entonces, ella interrogó por el joven de vestido morado.

—Es el rey Auron. Me ha acompañado porque tenemos una noticia que darles.

—A vuestros pies, Alteza —se inclinó ante la madre de su novio, aunque su posición era la de alguien que no debía hacer reverencias.

—Por favor, Su Majestad, no se incline. El honor es nuestro.

Rubén después de aquella presentación preguntó: —¿Y Lolo? ¿En dónde está Lolito?

—Creo que en las caballerizas —afirmó la madre.

—Tengo muchas ganas de verlo —habló de nuevo Rubius.

—Él también estaba esperando tu llegada.

Salieron los tres al exterior para esperar la llegada de Lolito, pero no pudieron localizarlo, porque como ya sabemos, estaba ocupado en uno de sus deportes favoritos. Al poco tiempo regresaron al castillo, donde se les unió el duque, quien le sacó plática al rey Auron, quien ahora se veía mucho más cómodo y relajado.

—La verdad es que hemos venido aquí porque le he pedido matrimonio a Auron y me ha dicho...

—Le he dicho que sí. Rubén se volvió alguien muy especial para mí en poco tiempo.

—Nos enamoramos y hemos decidido casarnos.

Después de pasar parte del verano en Tortillaland, Rubius había pasado mucho de éste con Auron, quien al principio lo mantuvo a su lado con la excusa de que le enseñaría mejor el pueblo. Esta relación no era bien vista por Juan, el consejero de Auron, quien lo mandó a tomar por culo después de que Rubius le confesara sus sentimientos.

𝒒𝒖𝒆𝒆𝒏 𝒐𝒇 𝒎𝒊𝒏𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora