Bakugo y Kirishima aparecen extrañamente en un lugar desconocido para ellos.
Uraraka hará todo lo posible para que se vayan lo más rápido posible de su reino.
Un pasado por descubrir, secretos que revelar y misterios por encontrar.
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La celebración había resultado bien, no se había visto a la reina de la avaricia, aunque su amiga real la cubrió y la excusaba cuando le consultaban.
Ochako no salio de su camarote hasta la mañana siguiente, donde apareció frente a su tripulación con un muy mal humor tatuado en sus facciones.
No fue muy difícil ver como la mayoría de la tripulación le huía, pues la reina generalmente era una persona muy simpática y bondadosa, sin embargo, cuando estaba de mal humor era capaz de matar por la mínima molestia causada.
–Realmente estos días van a ser incómodos...
Sero se sentó bruscamente al lado de Bakugo suspirando, portando una botella de ron en mano.
–Por la mierda, solo esta loca.
Kaminari miró sorprendido a su viejo amigo.
–Se nota que hace años no están aquí, Uraraka-chan consiguió formar una reputación temerosa entre los marineros, ya nadie se atreve a contradecirla.
El ceniza se jacto sobre eso.
–¿Que haría? ¿Matarlos? Es una puta asesina bañada en oro y miedo, una puta porqueria.
Un fuerte golpe aterrizo en la nuca del hombre, prontamente el hada a bordo se hizo notar, bastante enfadada.
–Puta porquería serás tú hablando así a sus espaldas, te recuerdo que aun seguimos en sus aguas, sus tierras y su barco, respeta como te fue enseñado maldito lobo.
Dicho aquello, la mujer se fue enfurecida. Sero y Kaminari se carcajearon.
–¿Existe alguna mujer que con sólo escucharte no se enoje? JAJAJAJA.
El ceniza chasqueo la lengua y fue directo a hablar con la castaña, no soportaría tanta mierda y aún debía de hablar con ella.
La encontró en el timón, no le importo como como el trío de custodios desde atrás le imploraban silenciosamente que se alejara de ella.
–Oe, cara de tomate.
Lo ignoro.
–Cara redonda.
Nuevamente lo ignoro, algunos marinos curiosos veían disimuladamente.
–Urraka de mal augurio.
La menor chasqueo la lengua y con su espada fijo el rumbo, clavando dicha arma atravesada entre las maderas del timón. Ignorando al hombre, simplemente llamó con la mano a su primer oficial mientras bajaba hacia la cubierta directo a la proa del barco.
El ceniza frunció el ceño y se fue hacia otro lugar, no iba a ser el perro faldero de nadie.
Mientras tanto, al llegar a la proa la castaña se encontró con un búho mensajero que había llegado hace momentos, al abrir el mensaje que traía se alarmó y corrió nuevamente hacia el timón.
