conflictos

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– si creen que por encerrarme aqui ganan algo, se equivocan

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– si creen que por encerrarme aqui ganan algo, se equivocan.

– creo que todos aqui queremos lo mismo, te dimos años, ¿Dónde están?

– ... – la castaña los dejó de mirar solamente para por unos segundos mirar hacia la ventana.

– Mina estaba muerta, ¿Cómo es que sigue viva?

– ¿Dónde están los reyes que mataste?

Con la mandíbula tensa, la mujer volvió la vista a ellos, suspiró y hablo tan tranquila como logró.

– la historia de mina se las debe de contar ella, en cuanto a los reyes... La única persona que sabe al respecto es Aizawa... Nunca me quiso decir que hizo con los cuerpos.

– asesina.

Esa palabra casi inaudible que dijo el ceniza fue la gota que derramó el vaso.

En menos de un parpadeo, ambos hombres ya habían transformado sus brazos y corrían para intentar herir a la mujer, quien simplemente esquivaba y detenía los ataques con su espada.

Al contrario de ellos, ella no los quería herir.

Al ya hacerse notorio el ruido de objetos rotos y golpes, la puerta comenzó a ser empujada con fuerza mientras que del otro lado se escuchaban gritos.

Ante esa sutil distracción, ellos aprovecharon y la dejaron inmovilizada.

Kirishima tenía sus garras sobre sus muñecas, mientras que una de sus piernas estaba sobre su cuello, privando su llegada de oxígeno; Bakugo sostenía sus piernas mientras su transformación a lobo casi concluía.

De un momento a otro un fuerte viento abrió la ventana y los atrapó a ambos, Ochako sabía quién era y que venía a hacer, sin embargo al sentir menos peso sobre ella, finalmente pudo escapar de los dos.

A la hora que volvieron en sí ambos masculinos, la miraron con confusión, antes de sentir pena y vergüenza.

La mujer tenía todas sus muñecas sangrantes y la ropa de su abdomen rasgada hasta la piel, dónde por más mínimo que fuese le sangraba.

– Ochako nosotros no...

– ...

Ella pudo leer sus disculpas y simplemente cabeceó hacia la salida.

– solo salgan de aquí y digan que tuvimos sexo, no le mencionen esto a nadie.

Ambos hombres se miraron dudosos antes de asentir silenciosamente, se destransformaron y se desarreglaron un poco.

Al salir del camarote y escuchar que ya se habían ido, Ochako rompió en llanto.

Nada había salido como ella había querido, además de que sus muñecas le ardían sin dejar de sangrar.

Los ElegidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora