Doble Vida

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Ochako cabalgaba a toda velocidad hasta su castillo, no tenía tiempo para esperar a nadie

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Ochako cabalgaba a toda velocidad hasta su castillo, no tenía tiempo para esperar a nadie. Ella sabía perfectamente quién había enviado a aquél hombre y ya estaba cansada, no esperaría la aprobación ni la negación de nadie.

Era hora de que terminaran con lo que debieron hacer hace tantos años.

Detrás de ella venía Yaoyorozu junto a los guardias reales y la dragona volando sobre ellos, todos siguiéndole el paso.

Al llegar al pueblo nadie sabía que ocurría, sin embargo, dejaron pasar a las altezas sin interrumpir su paso.

Los guardias del castillo ya habían dado aviso al inesperado evento y se notaba que en el lugar comenzaba a haber revuelo.

La soberana de aquellas tierras no se detuvo dos veces al bajar del caballo, simplemente camino a toda velocidad hasta una de las mujeres de la servidumbre que la observaban desde las grandes puertas de ingreso.

–Llama al Rey y los príncipes, quiero que vayan al castillo del noreste en veinte minutos.

La pobre muchacha se vio atemorizada ante la furiosa presencia de la reina, por lo que asintió con una reverencia y huyo de allí.

–Madre, no es correcto que le hables así a la servidumbre.

La castaña miró a su heredero y chasqueo la lengua.

La mujer caminó en dirección a su amiga y compañera, quien aún seguía en su caballo.

–¿Puedes ir y esparcir el rumor de que iniciara una guerra por la magia? Iré a buscar a la familia real para irnos, no debería de tardar más de quince minutos.

–Por supuesto Uraraka-san.

Dicho aquello, la pelinegra junto a sus primeros oficiales fueron de regreso al pueblo a toda velocidad.

–¿Se puede saber que estas haciendo?

Un furioso Neito apareció por las grandes escaleras de ingreso al castillo, bajo con rapidez.

–Terminando una guerra.

–Estas matando inocentes.

–Mis inocentes ya están muertos.

–No puedes hacer esto, firmaste un tratado de paz.

–La paz ya no existe.

Ambos esposos se veían enfurecidos, la tensión entre ambos era muy notaría.

–Bueno... yo creo que es mejor ir a buscar a las personas que vinimos a buscar, ¿no les parece eso correcto?

Una nerviosa Mina se interpuso entre los dos, sonriendo y luciendo una sonrisa forzada.

Ambos cónyuges asintieron antes de montarse en el caballo de la castaña, sin embargo, antes de cabalgar hasta allí la mujer se giro para ver a sus guardias.

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