Capítulo 1: Historia perdida

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Hace muchas lunas en tierras lejanas, existió un pueblo oculto de los ojos curiosos. Los habitantes, eran descendientes de los guerreros más antiguos del norte y gracias a tan mística cualidad, se concebían como seres muy diferentes a los otros pueblos: ellos eran descendientes de dragones.

Por muchos siglos habían venerado a la especie y cuidado de ellos. Cada clase tenía un dios diferente, y por lo tanto, un ritual distinto. El más poderoso de las deidades era un dragón que jamás se había mostrado, sin embargo, las leyendas decían que sólo una vez, se presentó al pueblo para elegir esposa.

Era una mañana como cualquier otra, había demasiada luz y nieve por todos lados. Las personas ya comenzaban sus labores diarias con tranquilidad, mientras que los dragones jugaban por los albores al igual que los niños. Todo estaba bien, tranquilo, y sin embargo, nadie espero que el día pudiera ser ensombrecido por una sola bestia. Un Dios.

Descendió del cielo, batiendo el aire con sus poderosas e imponentes alas, las cosas volaban y se perdían en el bosque a medida que las asustadas personas intentaban ocultarse y evitaban ser arrastradas. Cuando el viento cesó, en medio de la plaza se avistó algo similar a un hombre, aquel dragón, se había transformado en aquel ser de apariencia peligrosa. Su piel era clara y las escamas apenas visibles ascendían en cada centímetro de su cuerpo; era alto, su tamaño reducía a los imponentes hombres de la aldea; con sus aterradoras manos, fácilmente podía tomar la cabeza de un inocente y aplastarla sin escrúpulo alguno; cuando caminaba, su cola se balanceaba de a un lado a otro sin tocar el suelo y sus alas, magnánimas, salían desde su espalda encomendándose al cielo para tocar la tierra. Observaba en silencio con sus ojos descoloridos a cada uno de los petrificados habitantes que seguían sin comprender lo que sucedía con los huesos helados pese al miedo.

La anciana más vetusta de todas se acercó a la bestia y rompiendo el hielo, comenzó a emitir guturales sonidos que solo los dragones comprendían. El sigilo se expandió, y la mujer siguió expectante a la bestia que recorría las casas intentando aplacar sus intenciones. El pueblo calló en su totalidad, unos cuantos querían correr, otros pocos atacar, pero la imponente mirada de la bestia no se los permitía, incluso los dragones, espléndidos, bajaban la vista en silencio siendo totalmente opacados. El dios que tanto veneraban había aparecido ante sus narices promulgando el miedo entre la multitud, siendo el pueblo incapaz de rendir tributo alguno.

Los minutos y las horas se congelaban mientras paseaba y examinaba a los sujetos ignorando por completo a la anciana hasta que sus ojos se detuvieron en aquello que tanto buscaba. Se frenó en silencio ante a un muchacho de cabellos castaños y ojos almendrados que parecía no temer, entonces, semejante bestia le señaló con sus solemnes garras y dijo:

-"Te convertirás en el líder de esta gente, lucharás y batallarás por tu pueblo y los dragones. Una mujer te amará y con ella tendrás un hijo: una mujer, será la primera y la única y cuando me plazca, será mía.

Todos comprendieron sus palabras y cayeron inmersos en la desesperación. Desde hace siglos habían estado entregando mujeres al incógnito dios, y con el paso del tiempo, la tradición fue desapareciendo gradualmente hasta que en aquel día, la bestia había descendido de los inmensos cielos exigiendo una mujer que ni siquiera había nacido, y para cuando pudieron asimilar sus irresponsabilidades, las palabras se evaporaron y los sonidos volvieron a esa tierra.

El pueblo corrió a refugiarse en la desesperada necesidad del resguardo e intentar digerir lo que acababa de suceder y lo que vendría. Aquel muchacho fue el único que quedó en el exterior, había sido elegido para ser líder, su futuro fue escrito por la mano de dios, pero tendría que entregar a su hija, la única.

Pasaron los años y aquel chiquillo se convirtió en un hombre encerrado en la hibris y el rencor a aquel dios. Todas y cada una de las cosas que dijo, se habían cumplido. Luchó en bélicas batallas para proteger a su gente de los invasores, protegió a los dragones y se casó con una mujer, la luz de su vida, y al morir esta, la única felicidad que le quedaba para refugiar su corazón, era que amada hija, Lynae.

El hijo de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora