28. la fresa.

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Quackity nunca quiso hacerle daño a sus seres queridos, los amaba más que a sí mismo, por ello, cuando le falló a Wilbur, cuando tuvo que abandonar a sus amigos se sintió horrible, se sintió como cuando cortaban las rosas desde su hermoso tallo.

A menudo se sentía en un callejón oscuro gritando por ayuda cuando ni siquiera habían ventanas en las paredes, a veces sus manos se desgastaban al quitar la piel de aquellas, le costaba mucho bañarse.

Cuando rubius apareció, le dio una razón de vivir, estar con él recibiendo sus abrazos matutinos cuando se sentía mal cada mañana, cuando se sentía solo él le hacia de comer. Ahora todo había cambiado, deseaba volver el tiempo donde rubius era ese chico adorable y amigable.

-Quackity- susurró luzu sacudiendo su hombro con delicadeza, el chico aún había descansado en su cama aunque el sueño no lo haya conciliado del todo -¿Sí?

-Quiero hablar contigo de algo- el castaño ordenó los mechones de quackity detrás de su oreja, torciendo su cuello hacía delante, el omega talló sus ojos cansados levantando una de sus cejas.

-¿Rubius te está haciendo daño?- su lengua se apegó a su paladar, su cuerpo tembló, sabía perfectamente que estar con rubius dolía, sabía que quería a luzu, pero también sabía lo que podía pasar, lo que pasaría, cuanto se odiaba a sí mismo.

-¿¡quien te dijo eso?!- quackity alejó la mano de luzu con un leve manotazo mientras su piel tornaba morada -eso es lo de menos, simplemente contestame.

-¡Tú no tienes porque meterte en ese asunto!- exclamó en respuesta, levantó sus caderas a la par de luzu quien lo veía con aquellos ojos vino tinto -¿¡qué asumes, qué me quedaré callado mientras tienes el cuerpo morado?!

-¡Pues sí, eso es mi problema, no el tuyo!- luzu apretó su mano haciendo presión en los dedos -Se convirtió en mi problema cuando me empezaste a gustar.

-Ay por favor, luzu, bien sabemos que no hay posibilidades de que yo te guste- el alfa más que enojado parecía sorprendido.

-Lo nuestro fue un juego tuyo, te gustó mi cuerpo y quisiste besarme- no quería hablar una vez más, no quería arruinarlo, siempre que decía algo lo arruinaba, lo repetía.

-¿¡crees que yo tengo sexo con omegas en baños públicos porque sí?!- un sentimiento se revolvió entre su hígado, ese sentimiento llamado dejá vu.

-Quackity, mirate- se acercó sorpresivamente arrancando el collar negrizo que escondía los moretones de ahorcadas entre su piel y alguno que otro chupeton -¿¡qué esperas para denunciarlo?!

-¡basta, sueltame!- quackity le empujó por el pecho haciendo que tambaleara al menos 2 pasos hacía atrás -¡Rubius me ama, y es mi culpa no hacerle caso! Vamos a tener un niño.

-¡¿Y yo no te amo?!

-¡no, y yo no te amo a ti!- el aire se acababa, luzu y quackity estaban Jadeando con fuerza como si suplicaran por respirar -Pues yo sí te amo, quackity.

-¡oigan!- alexby abrió la puerta con fuerza, asustando a quackity al menos por un segundo -¿¡por qué están peleando?!

-Alex, déjanos solos- alexby se sentía confundido, en su cabeza era todo blanco y negro, o querías a una persona o no la querías, luzu y quackity no se decidían, podían quererse y al otro segundo dejar de quererse.

-Parecen niños de preescolar- refunfuñó posando su espalda contra el marco de la puerta -Me van a dar un dolor de cabeza.

Luzu no podía ver a quackity a los ojos, por muy alfa que fuera se sentía débil, perdido, confundido -Quackity, ¿rubius te ama o te hizo pensar que así se sentía el amor...?

Antes de dudar, antes de responder su teléfono comenzó a sonar desesperadamente, el tono del pequeño celular de quackity vibraba -Uhm- abrió la pantalla tan solo para notar los increíbles 30 mensajes que tenía desde rubius.

Por un segundo amó estar con luzu, amó besarlo y tenía la sensación de querer quedarse con él, pero había algo, había un sentimiento repentino que lo estaba asustando.

Su cabeza estaba revuelta, sentía sus dos fosas nasales oler la menta tanto como a la vainilla, convirtiéndose en un ciclo vicioso.

-Me quiero ir- dijo guardando el teléfono en uno de sus bolsillos, antes de caminar pasos hacía la puerta de salida su brazo fue sujetado por Alexby a un lado de la puerta.

-Perdón, pero no permitiré que vuelvas a esa casa- quackity lo empujó tan fuerte que terminaron cayendo de espaldas los dos, se sentía en pánico, con miedo.

-¡Nadie aquí tiene derecho a decidir por mí!

-¿pero rubius sí?- fargan yacía atrás de rodillas, el menor no quería escucharlos, sentía una apuñalada por cada palabra, se sentía encima de un puente, sabía que querían ayudarle más no necesitaba esa ayuda, no lo sentía así.

-Déjenme en paz- no podía dejar de ver la espalda de luzu quien seguramente estaba cruzado de brazos negándole verlo.

-Quackity, vas a tener que ir a denunciarlo- dijo entre susurros acariciando su espalda, negaba con la cabeza casi desmayandose, no quería hacerlo.

Tenía miedo, estaba aterrado, pero no quería aceptarlo -Es mi novio- presionó sus piernas con fuerza, abrazando sus rodillas y escondiendo su rostro lleno de lágrimas saladas.

-Vamos, arriba- como si fuera un niño el mayor le cargó en brazos, alexby jadeó con alivio al ver 0 resistencia de parte del menor, ahora tenía que actuar, pero temía por el alfa detrás suyo.

-Luzu, vamos- luzu negó, quedando en la habitación decepcionado, extrañando la fresa por mucho que siguiera oliendola.

(...)

Rubius se sentía desesperado, como las náuseas en su estómago por no estar cerca de su Omega, de estar perdiendo su olor, por no tocarlo, se sentía asustado por el hecho de que quackity no había respondido sus mensajes y no estaba en la casa como siempre había estado.

-responde los malditos mensajes- repetía una y otra vez casi partiendo el teclado en dos, en pequeños trozos de vidrio, su mente se sentía incompleta.

-MIERDA- lanzó el teléfono celular hacía una esquina de la habitación, quizás se hubiera quedado de cuclillas tirando de sus rubios cabellos a no ser que el teléfono prendiera.

"Hijos de puta" lo sabía.

ᵍʰᵒˢᵗ ᵇᵒʸ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora