Capitulo 3.- En lo profundo

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Creó que me había quedado dormido afuera, solo recuerdo a los niños correr asustados y después nada más. Abro mis ojos y lo primero que veo es el techo de la cabaña ¿Qué hora es? Trato de levantarme y un dolor punzante recorre mi cuerpo, al mirarme veo mi cuerpo de la cadera a mis hombros algo envuelta en vendas, tal parece que fue peor de lo que sentí anoche, miro a mi lado y veo a mi madre acostada a mi lado dormida y al Capitán August sentado en una silla al lado de nuestra cama ¿Qué hace él aquí?

– Oh ya has despertado, nós tenias preocupados - Podía ver una sonrisa de alivio en su rostro, parece que llegaron después.

– ¿Qué sucedió? ¿Cómo llegue a casa? - No puedo levantarme sin sentir demaciado dolor, solo puedo levantar la cabeza.

– Cuando tu madre me pidió acompañarlos de regreso, se asusto al saber que habías vuelto por tu cuenta, se espanto cuando estabamos llegando y te vimos tirado en el piso inconsciente, nosotros igual queremos saber que sucedió - Así que eso paso, Mamá salió tarde y me encontraron tirado en el suelo, si que fueron fuertes los golpes.

– Unos niños me agarraron entre tres y me patearon lo más fuerte que pudieron, solo pude levantarme para golpear a uno y salieron corriendo, de ahí no recuerdo nada - tal vez no me crea, pero no quiero mentirle, no tendría como.

– Entonces hay que entrenar más, Nicolás, para que no vuelvan a dejarte así - Se levanta a la par que mi madre va despertando y me abraza aliviada de que estoy en cierto modo bien, yo aún me alegro de tenerla.

Un par de días después por fin puedo moverme como antes, ya no siento dolor aunque mi madre, el capitán y un sanador que vive en el pueblo seguían sorprendidos que a pesar de mis graves dolores, mi cuerpo se recuperó en dos días mientras otros tardan semanas, creó que me hace más especial para combatir y recuperarme rápido, es hora de continuar con mi entrenamiento, debo ser más fuerte.

– ¡Estoy listo! Quiero seguir con mi entrenamiento, Capitán August - Lo miro alzando mis brazos que siguen vendados, no puedo esperar más.

– Aún me preguntó cómo estás de pie, no sé si sea seguro que puedas entrenar en este momento - Se ve la inseguridad en su mirada, es cierto que es algo extraño, pero aún así si ya estoy bien puedo entrenar, ¿Esto me hace raro o me hace mejor? Simplemente no puedo explicarlo.

– ¡Estoy listo! No me duele nada y puedo moverme como si nada, créame, puedo entrenar - Solo oigo un suspiro de él resignado, sabe que seguiré insistiendo como cuando le pedía que me entrenará.

Y así pasaron dos semanas en las que pude entrenar incluso con más fuerza, es como si tras haber sido lastimado ganará más fuerza, puedo usarlo a mi favor pero se vería muy extraño que siempre me lastime, y sería preocupar al Capitán y sobre todo a mi madre, debo ser cuidadoso.

Para el día siguiente he venido yo solo al área comercial para llevar algunas cosas a la cabaña y tal vez algún regalo para mi madre, hay señores que de vez en cuando le regalan cosas pero después se van todos desanimados, ¿Será que le quieren pedir matrimonio a mi madre? Incluso hay algunos que ya casados le dan cosas, yo también quiero regalarle algo.

– Valla, valla, mira que tenemos aquí,  el niño caballero ya esta de pie - esa voz, volteo rápidamente viendo a esos mismos tres niños del otro día - La otra vez tuviste suerte de acertarme un golpe,  pero no pasará de nuevo.

– ¿Seguro? Esa vez me tomaron desprevenido, pero ahora soy más fuerte así que no podrán conmigo - Alardear no hará que me dejen en paz,  pero por lo menos no van a intimidarme.

– Charles, el caballerito parece estarte retando a una pelea - Así que así se llama el mandón, es la primera vez que oigo que se refieren entre sí con sus nombres.

– Déjalo, podrá decir que es más fuerte y todo pero no deja de ser un enclenque hijo de una concubina del Rey - ¿Una qué? No, no puede ser lo que dice.

– ¡Mientes! Mi madre no es ninguna concubina, no vuelvas dirigirte así a mi madre - ¿Qué estoy haciendo?  Solo pierdo los estribos, debo calmarme, solo cálmate Nicolás.

– Como lo oyes caballerito, tu madre es solo una concubina del Rey, por eso tienes todo lo que tienes, maldito mocoso privilegiado solo porque tu madre se acuesta con él Rey - No pude contenerme más y lo más rápido que pude golpee su cara, de una manera u otra otra pude oír como tronaba su cuello y luego tras unos giros se estrella en un puesto de mercader.

Es una sensación extraña, siento que por mi cuerpo se tensa y arde, cuando volteo a ver a los otros dos estos tienen expresiones de miedo, como si hubieran visto un monstruo o una criatura salvaje, suelto un suspiro y camino hacia la cabaña, no puedo pensar claramente, el solo verlos hace que algo dentro de mí quiera hacerles un peor daño, un caballero no actúa así, estoy incumpliendo las reglas.

– Señorita Elisa, se que no tiene mucho de haber vuelto a su cabaña, pero el Rey la solicita de nuevo en sus aposentos - Llegando a la cabaña veo en la entrada a dos Guardias Reales hablando con mi madre, ¿Qué acaban de decir?

– Lamento decepcionar a su majestad hoy, pero mi pequeño aún no regresa y debo cuidar de él cuando regresé, así que no puedo ir.

– Señorita Elisa, como la principal concubina su deber es satisfacer al Rey, es parte del acuerdo que acepto cuando llego al Reino buscando la protección de la corona.

No, esto no es real, no estoy oyendo esto... Mi madre realmente es una concubina, pero apenas estoy regresando y mi madre me espera, se la quieren llevar... Las reglas dicen que no debo ser la causa de un problema, pero mi juramento es que protegería a mi madre de todo. Las lágrimas y la ira inundan mi cabeza y cuerpo, aprieto mis puños con fuerza tomando aire, mi madre vale más que el juramento de un caballero.

– ¡Déjenla! ¡No se ira con ninguno de ustedes! - Ya no puedo controlarme, si tengo que pelear con ellos lo haré, no permitiré que se la lleven.

Los guardias voltean a verme sin ninguna reacción, mi madre me mira sorprendía, ella no esperaba que estuviera aquí, los Guardias me han ignorado y tomado los brazos de mi madre jalándola casi a rastras, estoy en mi limite.

– ¡He dicho que no se la llevarán!

Y así el joven Nicolás se abalanzó contra los guardias lleno de impotencia, los guardias voltean a verlo mientras eran suavemente cegados por un enorme destello tan ardiente como el fuego.

De un momento a otro todo estalló en una esférica explosión, arrasando con niños, adultos, casas, el castillo y finalmente todo el Reino de Northumbria, dejando solo un desolador cráter en donde alguna vez hubo un Reino lleno de gente y vida.

– Oye mocoso, levántate, no voy a cargarte todo el camino - Una voz ronca se hacia notar en los tintineantes oídos del niño, quien abría los ojos de golpe para incorporarse de un susto.

– ¡Mamá! - Lo único que salió de su boca al despertar y luego al aclararse su vista vio dos seres horripilantes portando alabardas - ¿Quienes son ustedes? - El temor sonaba en su voz para después divisar a su alrededor un paisaje desolador, rojizo, oscuro, devastado y con varias flamas por dispersos lugares.

– Ha bienvenido al Infierno, mocoso, es lo que te ganas por un genocidio abrumador, es imposible que un niño como tú lo logrará pero aquí estás - ¿El infierno? No lo podía creer, los clérigos siempre le decían que por ser un niño bueno ascenderia al cielo, pero ¿Ahora estaba en el Infierno por un genocidio? ¿En que momento? Solo recuerda enojarse, lanzarse a los guardias y luego

El Caballero de la Rosa NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora