Capítulo 11: Lilith

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– He oído algo abajo - Se escuchaba la voz de uno de los Guardias, lo cuál alerto a los dos niños y a Lilith, ella sabia bien que si los cachaban visitando a una prisionera sin permiso igual serían castigados.

– Váyanse rápido, si los ven estarán en problemas, y no le cuenten a sus padres que estuvieron aquí - Susurro con un notable tono de desesperación en su voz, tomo las manos de Luna y la vio a los ojos tratando de contenerse las lagrimas - Recuerda hija, no olvides que tu madre te ama y que haría lo que sea para que estés a salvo, ahora váyanse mientras tienen tiempo.

La pequeña de cabellos rojizos que eran más notorios que el de su primo Rex asintió varias veces tratando de no llorar, para ser jalada de la mano por esté por donde vinieron ocultándose de los Guardias, mientras estos llegaban a la celda de su madre claramente con una mirada molesta acercándose a los barrotes.

– ¿Con quién hablabas, mujerzuela? ¿No tienes suficiente con que Lord Lucifer te permitiera vivir? - Dijo uno de los Guardias metiendo la punta de su lanza entre los barrotes clavándola en el costado de Lilith.

Esta se quejo cubriéndose el corte cuando salía el filo de la lanza y miraba adolorida al Guardia que se reía regresando por donde vino junto con su compañero, se aseguro que ya no estuvieran para sentarse en el suelo respirando profundo para volver a revisar y notar que ya iba cerrando la entrada poco a poco, embozo una pequeña sonrisa pues había podido ver a su hija y al ver que sus heridas ya no cerraban rápido como con otros Demonios, marcaba que no tendría mucho tiempo más que aguantar. Así fue un momento hasta que en pensar eso mismo se cruzo por su cabeza, ¿Quién ahora cuidaría de su hija? Eso la acongojo bastante pues si se acababa su tiempo ya no podría hacerlo más, así volteo a ver entre las celdas viendo a los demás Demonios encerrados destinados a pelear o morir hasta que vio un niño, el cuál parecía estar en la celda que le parecía que Rex había prestado atención, pero ¿Por qué?

– Pequeño, ¿Cómo te llamas? - Se acercaba a los barrotes para ver al niño que iba despertando mientras este volteaba a verla.

– ¿Eh? - Este volteaba a todos lados para ver luego a Lilith y posteriormente la herida que tenía en su costado - Señorita, está herida - Se levantó agarrándose de los barrotes pero sería inútil ya que una celda vacía los separaba.

– No te preocupes por eso, luego cerrará por si sola, ¿Cómo te llamas pequeño? - Dijo forzándose una sonrisa pues aún debía soportar ese dolor punzante.

– Soy Nicolás Rose y soy... - Antes de continuar bajaba la mirada apretando un poco los barrotes - Soy un Gladiador, señorita.

Ante esas palabras Lilith sentía pena al verlo, ¿Cómo era posible que ahora incluso un niño tuviese que pelear por su vida en un sitio tan hostil como un Coliseo? Incluso se hizo la pregunta de cuántos combates había ganado para todavía si quiera seguir vivo si ya era nombrado Gladiador; esto significaba que esté niño que tenía en frente era bastante fuerte, pero ¿Qué tanto?

– Rose, ¿Acaso tienes algo que ver con la familia Real de los Rose? - Está pregunta incluso entro en su cabeza, ese apellido era para nada común en una persona común y corriente, aún cuando su aspecto no parecía diferenciarlo de los demás Demonios.

– ¿Eh? - Ante la pregunta alzaba la cabeza mirándola directamente a los ojos recordando lo que había dicho Lucifer "Hijo de Daemon Astaroth" ¿Será que su madre igual era de un cargo alto? - No lo sé, Señorita, aunque mi madre se llamaba Elisa Rose, y vivíamos en el Reino de Northumbria, Inglaterra.

Ahora para Lilith era más que claro, el nombre y apellido ya los había oído antes del propio Astaroth antes de ser arrestada por su crimen, procrear con Astaroth a los Súcubos e Íncubos, trayendo a su mente ese recuerdo tan vago que ahora cayó en importancia.

"De no ser por esa Princesa de los Sombra, Elisa Rose, el primero de mis hijos tendría un poder extraordinario"

El que Astaroth dijera eso, significaba que de alguna manera, el niño que tenía en frente era el Primogénito superado por siglos por los demás, probablemente solo un poco más grande que los hijos de Belcebúb y su propia hija con Lucifer; probablemente si ha sobrevivido ante las peleas, sería exactamente por empezar a desatar ese poder que haya heredado, pero por cuánto tiempo sería capaz de controlarlo si no estaba recibiendo un entrenamiento para controlarlo.

– Joven Rose, quisiera pedirte un enorme favor, uno en el que probablemente te tengas que jugar tu vida en muchas ocasiones... - Está aún sonriente, bajaba la mirada tomando unos hermosos aros dorados que decoraban sus muñecas y se los retiraba mirándolos aún pensando en lo que estaba por hacer.

– Señorita, no quisiera ofenderla pero no sé quién es usted y no creó que pueda hacer una promesa a alguien desconocido - Dijo el pequeño indeciso ante tal petición, pues aunque no parecía tener intenciones maliciosas, no podía confiarse de cualquier ser... Incluso cuando se trataba de Demonios.

– Que descortesía de mi parte, perdona, soy Lilith y es un placer conocer a un joven tan educado - Si no fuera porque lo estaba viviendo por si mismo, el pequeño juraría que era un sueño ¿Lilith? ¿La primera mujer y primera esposa de Adán? cada vez era más increíble el hecho que los Sacerdotes decían la verdad sobre sus existencias.

– ¿Usted es Lilith? ¿La primera mujer? Se ve tan... Joven - Dijo incrédulo, pensando que la mujer se vería más entrada en años en vez de una que tan siquiera rosaría los 30's - ¿Qué podría querer de mí? 

– Es justo a lo que quería llegar, no sé cuanto llevaras aquí... Pero quiero encomendarte el cuidado de mi hija, te lo ruego - Miró al pequeño que la veía aún dudoso.

– Pero... ¿Quién es su hija? ¿Por qué me encomienda tal tarea? - Le era bastante confuso ¿Él cuidando de una chica por encargo? ¿Por qué si su madre estaba aún con vida en las mazmorras?  O incluso ¿Qué hacia ella ahí? 

– Mi hija se llama Luna Daemon,  es una linda niña un tanto parecida a mí, te lo pido porque si eres tan fuerte podrías incluso ser considerado para ser un Guardian, yo... Me temo que no tendré más que si acaso unos días más para existir... - Bajaba la mirada por completo arrodillándose lentamente mientras su vestido negro que tenía diversos rasguños y cortadas se tornaba un tono un tanto rojizo por la sangre.

– Esta bien, le juro que yo protegeré a su hija.

El Caballero de la Rosa NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora