– Padre, deseo pelear con ese chico que ha estado ganando las peleas, tiene la osadía de matar a dos de los mejores gladiadores, quiero ponerlo en su lugar - Decía un chico de cabellos rojizos que terminaban en puntas rubias.
– Tienes razón, tiene el descaro de encontrar la forma de ganar y no morir en el combate, pelearas con él, pero si tiene tanta suerte... Mejor no mueras ante él, Rex - Dijo el segundo de los hermanos, Belcebúb Daemon, el Señor de las Moscas, hacia su hijo, Baal Rex, quien rosaba entre la edad del chico del que hablaban.
Este asentía mirándolo para posteriormente retirarse mientras apretaba sus puños, Baal Rex, el hijo primogénito de Belcebúb, iba molesto por los pasillos del palacio de la Trinidad Infernal quienes dirigían el Infierno con puño de hierro. ¿Por qué iba tan molesto? ¿Y por qué pidió enfrentarse a ese chico que iba ganando casi como un milagro? Pues Rex como primogénito de uno de los tres Daemon, su deber como príncipe era ser mejor que todos los Demonios, más fuerte, más hábil y más temible. ¿Cómo lograría eso siendo que hay alguien que posiblemente esté casi a la par, en su mente mantenía que debía ser más fuerte pues a como escucho, ese chico llamado Nicolás era el hijo de su Tío Astaroth, el tercer hermano, lo cuál los convertiría en primos, y eso lo llenaba de odio.
– Bajale un poco o serás regañado si marcas las alfombras con quemaduras de pisadas, ¿Qué te molesta ahora?
Ese sobresalto lo había sacado de sus pensamientos volteando de quién provenía esas palabras tan irritantes, era la hija del mayor de los Hermanos, Luna, una chica de cabellos rojo intenso como el fuego que vestía un vestido elegante de color negro a diferencia de Rex, quién siempre portaba un traje igual de color negro con encajes dorados. Siendo que ambos portaban los títulos de príncipes de dos de los tres más grandes y fuertes Demonios, que ahora estaban concientes que aparentemente eran familiares de un chico que ahora se encontraba en los calabozos que solo salia para pelear como un gladiador.
– Me molesta que ese insignificante chico que está en los calabozos este haciéndose con la victoria una y otra vez, nadie había ganado a Glorkton ni tampoco a Jorgundr - Decía con molestia apretando sus puños, lleno de irá.
– No se me hace tan extraño ahora que esté ganando, si realmente es hijo de Astaroth, habrá de tener algo de él... Pero para poderes como los de él debería ser el primogénito, no conozco a otro si no a... - Su mirada reflejo incomodidad abrazando sus brazos y desviando la mirada para ver al suelo, pues le dolía recordar quién supuestamente era el mayor de los hijos de Astaroth.
– No me lo recuerdes, que se me hace k justo que Astaroth no fuese castigado por tal crimen - Se cruzaba de brazos, pues conocía de que hablaba Luna - Ella también sigue allá abajo, aunque no creó que en la misma parte que ese insecto.
Hubo un silencio irónicamente gélido entre ambos, ahora la mirada de Luna reflejaba tristeza, pues la mujer que decía Rex que se encontraba en los calabozos también, no era otra más que su propia madre, Lilith, volteaba a ver hacia la habitación de la que había salido Rex, preguntándose si habia estado ahí su padre para voltear a verlo tomando a Rex de los brazos.
– Por favor, llévame a verla, quiero verla - Dijo entre súplicas y ver la cara de extrañeza de Rex, pues no parecía convencido.
– ¿Por qué debería? Si ella es...
– Es mi madre
Esa interrupción lo había hecho soltar un suspiro pesado, sabía que ella no aceptaría un "no" por respuesta y pelear con ella no sería una buena opción, así que solo asintió para luego tomar rumbo junto con ella a los calabozos, también quería ver si de casualidad lograba ver más de cerca a Nicolás, pues si lograba ver en el algo que pudiera usar para tomar ventaja, sería más que clara su victoria.
Una vez en los calabozos a los que habían bajado sin problemas, pues los Guardias no podían negar la entrada a los príncipes, estos pasaban entre la celdas viendo Demonios encadenados, torturados y casi desfallecidos casi llegando al punto de sucumbir a la No Existencia, lo cuál llenaba de temor a Luna pues no sabía que esperaría al ver a su madre siendo consciente de su crimen aunque desconocía los detalles. Caminando por el largo pasillo Rex la había tomado del hombro para hacerla voltear y concluir con su búsqueda, pues en un pasillo que conectaba con otro estaba la figura de una mujer con una belleza enorme, una figura esbelta pero bien cuidada que portaba un largo vestido negro sin maltratar.
– Madre, estás aquí - Vocifero con alegría apresurando su pasó para recargarse en la celda de la mujer, quién la voltebaba a ver incrédula.
– ¿Luna? ¿Eres tú? ¿Qué haces aquí? - Se levantaba de una cama que colgaba de la pared para acercarse a su hija, Lilith aún recordaba a su hija tras años de haber estado encerrada.
– Deseaba verte, Rex me trajo hasta acá, ¿Por qué sigues aquí? ¿Por qué mi Padre ni te ha sacado? - Decía desesperada, pues era insólito ese momento, quería sacarla pero no tendría la autoridad para ordenarlo.
Rex se mantenía callado mirándolas, un reencuentro Madre e hija le parecía algo que no debía interrumpir, más algo más le llamo la atención, a un par de celdas más adelante se encontraba un chico durmiendo en el suelo y la curiosidad lo llevo a acercarse para verlo mejor. Un chico de cabellos rojizos con unas puntas rosadas en lo que respecta a la nuca, vestido con harapos que lo identificaban como prisionero y gladiador y un colgante en su cuello con un dije particular, lo reconoció al instante, pues siempre veía a Astaroth con ese colgante en su cuello y ahora lo tenía este prisionero, era obvio que se trataba de Nicolás, el chico al que tanto desprecio agarro en poco tiempo.
– No me importa cuántas almas deba sacrificar... Jamás serás más poderoso que yo, yo me convertiré en el más fuerte y algún día gobernare - Dijo en un susurro mirándolo con desprecio y odio, era claro que en el combate iría a matarlo.
– Yo no podré salir, tu padre fue quien me había metido aquí por mis crimenes... Perdoname, me he perdido tu crecimiento, ya estás grande - Sonreía con melancolía pues la última vez que la vio fue en brazos, antes de ser encerrada.
– Ya tengo 6 años, Madre, ya tengo la edad para pedir que mi padre me asigne a alguien para saber pelear y así reinar también sabiendo defenderme - Dijo con alegría, ansiaba poder saber que se sentía estar en el campo de pelea.
– ¿Y ya te han elegido marido? Deberás casarte para tomar el mando - Dijo Lilith algo preocupada, pues conocía las consecuencias que podría llevarle.
– ¡He oído algo abajo!
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El Caballero de la Rosa Negra
RandomAmor, odio, orgullo, ambición, poder, tantas son las emociones y anhelos que trastornan a cada persona en camino de sus propios ideales, el bien y el mal siendo tan distintos y conflictivos, más no pueden existir por separado ¿La familia son aquello...