Secretos y verdades I

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Mr. y Mrs. Barnes esperaban en la entrada de su pequeña finca a sus visitantes. Sarah los vio mientras rodeaban la rotonda hacia la puerta principal, incluso, se asomó por la ventanilla y agitó la mano, sonriendo de oreja a oreja. Tony iba sentado a su lado, se sentía un poco intimidado, aunque Natasha y James Barnes siempre habían sido amables con él. En su cabeza rondaban muchas cosas, principalmente la presencia de Stane y sus amenazas. Mientras pensaba en ello, levantó la vista. El conde de Sternglas sentado frente a él le devolvió la mirada. Una mirada tranquila que le infundió esa misma sensación en el cuerpo.

¿Y si le decía la verdad? ¿Y si le contaba todo lo que pasó en Hemshire, antes de acabar en aquella calle sórdida londinense? El conde había sido comprensivo antes. Ni siquiera lo había juzgado por venderse aquella noche. Esa noche, de hecho, había sido más que considerado con él, a pesar de lo que habían hecho (y que era en sí mismo un pecado). No solo le había pagado de más, le había invitado una cena y dejado la habitación rentada. Luego, le había dado un empleo honorable, donde podía aplicar sus conocimientos y volver al camino de la decencia. Tal vez, si le contaba todo, lo entendería. Pero, al mismo tiempo, se dijo, ¿qué pasaría si aquello era presionar demasiado? El conde podía tolerarle ciertas cosas, pero esa probablemente no. Temía su reacción, sobre todo, que la verdad derrumbara el cariño que sin buscarlo ni esperarlo, de alguna manera, ambos habían comenzado a sentir uno por el otro.

Soy un cobarde, se dijo. Jamás podría decirle la verdad al conde. No quería que este lo mirara de otra manera. Tenía que mantener la mentira, aunque con ello tuviera que ceder a los deseos de Stane. Pero se negaba a ello. Se había prometido que ese hombre jamás volvería a ejercer su influencia en él. Tenía que encontrar la manera de salir de ese atolladero por sí solo.

El carruaje se detuvo y la puerta fue abierta por un sirviente. Sarah no esperó y saltó al encuentro con sus tíos.

―¡Tía Naty! ―gritó alborozada cuando ésta se acuclilló para recibirla con un abrazo.

―Hola, princesa ―le dijo la señora Barnes estrechándola y dándole un beso en la sien.

El conde bajó tras su hija, apoyando el bastón en la tierra antes de dar el paso. Luego, se giró y se asomó ligeramente al interior del carruaje.

―Mr. Stark ―le dijo al tiempo que le tendía la mano.

Tony alejó sus pensamientos entonces, su corazón dio un salto y sus mejillas se colorearon suavemente. Habría sido una grosería no sujetar esa mano, aunque hacerlo le provocó un estremecimiento. Con ayuda del conde bajo del carruaje y aguardó de pie a su lado, mientras el señor Barnes lo saludaba.

―Tío Bucky ―dijo Sarah ―, Dodggie está adentro. Mi tía Naty lo quiere conocer.

―En ese caso ―Bucky se adelantó al intento del sirviente por sacar al can y tomó a este último en brazos, y así se lo llevó a la niña.

Natasha acarició la cabeza del perro y volteó a ver a Steve.

―Así que este es el héroe ―le dijo.

―Así es ―respondió el conde―, razón por la cual es miembro de la familia, ahora.

―Ya veo ―dijo Natasha y sonrió al tiempo que le dirigía una mirada elocuente a Tony ―. Toda la familia ha venido, me alegra que no faltara nadie.

Tony no supo o no quiso interpretar aquello. Se limitó a saludar a los anfitriones y luego, estos los invitaron a pasar.

―El té está listo ―decía la señora Barnes mientras caminaban hacia la sala de estar ―. Pedí que prepararan unos pasteles deliciosos dignos de la ocasión.

Secretos de amor (Libro I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora