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—Tú pide, yo lo pagaré.
—¿Y no pedirás nada a cambió?
Tenía muchas cosas que ocultar, no solo el hecho de lo que soy, de dónde vengo, también lo que había hecho hace tan solo unos meses atrás antes de conocer a Logan, a Laura, al profesor, al mundo de mutantes.
Probablemente él era uno, pero realmente no estaba segura. En éste mundo se veían tantas cosas.
—No, tú pide. Es un regalo.
—No es mi cumpleaños.
—No tienes que cumplir años para que alguien te regalé algo.
—¿Hiciste algo malo?, ¿Intentas pedir perdón?— Entre cerré mis ojos fingiendo sospecha.
—No— Arrugó su entrecejo.
Mire reí bajito, solo quería molestarlo un poco, pero no hacerlo enojar.
—Esta bien, pediré algo— Tome el pequeño menú de la mesa y lo observé. Levanté mi mano para llamar a la camarera.
—Buenos días, ¿Qué ordenaran?
—Solo ella pedirá— Aclaró Edward.
La chica asintió y me miró.
—Quiero una ensalada de frutas, puré de papas con verdura, pero por favor, que solo le pongan alverjas, las otras verduras no. Y para tomar, solo quiero agua con hielo.
—¿Pedirá algún postre?— Preguntó la chica.
Mire a Edward.
—¿Puedo pedir postre?
El sonrió.
—Sí, pide lo que quieras.
Sonreí mostrando los dientes. Y miré a la chica.
—Entonces quiero una rebana de tarta de chocolate con nuez.
—Traeré tu orden en unos minutos, linda— Y se fue.
—¿Enserio no pedirás nada?
—No, yo si desayuné.
Otra vez estaba mirándome fijamente, con esos ojos, café dorado, muy hermosos e hipnotizantes. Sentía que me costaba respirar. Golpeé la mesa con las dos palmas y él se sorprendió. Fue un intento de romper la tención entre nosotros.
—No tenemos que hablar sobre lo que pasó hoy, pero podemos conocernos un poco más— Él sonrió ladino —Tu me cuentas un dato aleatorio de ti y yo te cuento uno de mí.
—Me parece bien— Miró a la nada un segundo, supongo, pensando en que contarme —Se tocar el piano.
Me lo imaginé por un momento, su cara de niño rico iba perfecto con la imagen de él tocado un piano. Sonreí.
