Capítulo 8: Ahora Soy La Amante

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Pasaron unos días desde que Sovieshu me pidió ser su amante. 

Todavía no se me otorgara el título oficial; pero eso no impidió que él siguiera visitándome con frecuencia. Robándome uno que otro beso, dejando una caricia por aquí y por allá, llevándome él mismo mis comidas en lugar de uno de los sirvientes y quedándose conmigo hasta que terminara de comer. 

Lo único bueno era que gracias a estas interacciones estaba aprendiendo a disimular mejor mis emociones bajo una fachada inocente y risueña. Esta actitud parecía encantarle a Sovieshu y cada vez que debía retirarse lo hacía con una expresión que decía a todas luces que deseaba quedarse.

Una vez lejos de la vista del emperador siempre me apresuraba en tallar mis labios y frotar con rabia donde sea que él hubiera tocado, tratando de deshacerme de esa grotesca sensación de malestar que siempre quedaba en mi piel. La única solución que encontraba para poder calmarme era tomar un largo baño y luego recostarme sobre la cama, envuelta en mis frazadas con Ian en brazos.

Debido a que mis padres, Pix y Evely se sentían demasiado avergonzados para verme a la cara, todavía en contra de mi decisión de volverme en la amante del emperador, la única que estuvo conmigo esos días fue Delice. 

La joven sirvienta era la que más presenciaba los actos indecorosos de Sovieshu y lo fatal que yo quedaba tras cada encuentro, lo que la hacía apartar la mirada al borde del llanto. Nunca abandonaba la habitación por temor a dejarme sola. Fue la mañana del tercer día cuando empecé a notar que la mirada triste y decepcionada que le dedicaba a Sovieshu a escondidas se iba convirtiendo poco a poco en desagrado y odio.

Durante esos días aproveché para salir más seguido a recorrer el palacio. 

Quería familiarizarme con el lugar donde viviría a partir de ahora y convivir con las personas que lo frecuentaban para ver su trato hacia mí antes de que se viera influenciado por mi nueva posición. Las interacciones fueron mixtas, aunque la mayoría se decantaba a mi favor por mi increíble historia, lo encantador que era mi bebé y mi "discurso filtrado por una sirvienta desconocida" en el periódico.

Volví a encontrarme con Navier unas cuantas veces durante ese tiempo, veces en las que estaba acompañada de dos de sus damas de compañía, La Condesa Eliza y Lady Laura, que se limitaban a escuchar en silencio. A diferencia de la emperatriz, desde el primer momento en que me vieron actuaron muy recelosas y casi nunca podía descifrar lo que estaban pensando, lo que me llevó a suponer que quizás habían escuchado algún rumor sobre el emperador viniendo a visitarme. 

Eso me hizo sentir muy ansiosa. 

Notando que la situación se repetía demasiado, Navier cortó la tensión entre nosotras de inmediato, explicando con calma que la razón del actuar de sus damas de compañía era por el asunto con la Vizcondesa Verdi. Sintiendo un gran alivio al saber la verdadera razón les aseguré que no culpaba a nadie y que perdonaba a la pareja de vizcondes. 

Mi respuesta dejó a ambas mujeres tan consternadas al igual que a Navier cuando se lo dije la vez que nos encontramos en los jardines.

- ¿Los perdonas? ¿Por qué? ¿No recientes al Vizconde Verdi? - preguntó la pelirroja sin mucho decoro.

- ¡Laura! - la corrigió la Condesa Elisa.

Negué con la cabeza. - Rashta no puede odiarlo. Quiero que el Vizconde Verdi se disculpe por sus malas acciones y, si está dispuesto a cambiar, me gustaría que quedara libre. El confinamiento solitario es demasiado cruel. - sonreí con tristeza. - Todos merecen una segunda oportunidad. 

Mi última frase la dije con total intención de que solo Navier entendiera su significado. Ella era la única que sabía de mi anterior condición de esclava y quería que entendiera de donde venía mi empatía. 

¡¿Soy Rashta?!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora