Los días siguientes a la audiencia real fueron agotadores.
Para empezar, no partimos de inmediato a la residencia de los Iskua en Bluvohan, a pesar que el viaje era de tres días. Esto se debió a que Evely se tomó un tiempo para empacar sus cosas al estar despidiéndose de sus compañeros, amigos y profesores de la Academia de Magia.
Los Vizcondes Iskua respetaron sus deseos y le permitieron a su hija menor un día entero para despedirse.
Marsha Iskua y Gilimt Iskua eran unas personas increíblemente amables y amorosas. Unos padres atentos que se dedicaron desde el primer momento a compensar el tiempo de separación para establecer un lazo sólido y fuerte con sus hijas. Aprovecharon el largo viaje logrando que pareciera una excursión, deteniéndonos a comer en las posadas de paso y tomándonos tiempo de admirar los hermosos paisajes. Para cuando llegamos al que sería nuestro hogar habían conseguido ganarse a Evely y a Pix.
Se nos otorgó a ambas nuestras antiguas habitaciones, las que se encontraban una al lado de la otra. Parecía que el tiempo se hubiera congelado dentro con las cunas de bebé y los peluches bien acomodados. Te hacía pensar que sus antiguas dueñas no tardarían en volver.
Tuve que desechar una oleada de culpa.
Descubrimos cuales eran nuestros nombres originales por los grabados en nuestras respectivas cunas. Los vizcondes nos aseguraron que, justo como dictó el Emperador, nuestros nombres seguirían siendo Rashta y Evely debido a que fueron los nombres con los que crecimos hasta ahora y sería demasiado extraño cambiarlos a este punto.
Por obvias razones tuvimos que remodelar nuestros dormitorios. Las dos conversamos al respecto llegando a la conclusión de conservar casi todo igual para ahorrarle gastos innecesarios a nuestros padres. Aun cuando recibieron un generoso monto de compensación, gastaron toda la fortuna familiar en nuestra búsqueda, lo menos que podíamos hacer era no generarles gastos innecesarios.
Así fue que el papel tapiz color pastel, los muebles y tocadores se conservaron. Lo que sí tuvo que irse fueron las cunas, con excepción de la mía que decidí utilizar para Ian y las ropas de bebé para niña por obvias razones.
- ¿Pero es necesario? ¡Ian se ve encantador con esto! - bromeó Evely mostrándome a Ian con un vestido de volantes.
- ¡QUÉ LINDO! - chillé apreciando la belleza de mi hijo y es que hasta podría decir que parecía un ángel caído del cielo.
Eso era mi hijo para mí. Era mi pequeño angelito. Mi pequeño milagro.
Pix tosió un poco incómodo, mirando con compasión al bebé. - Recuerden que es niño.
- ¿Y? - preguntamos ambas al unísono, dejándolo consternado.
Al final nuestros padres nos convencieron de vender esas ropas. Después de todo, tenían planeado conseguir ropas apropiadas para su nieto.
Evely redecoró su habitación llenándola de sus libros de texto de magia, su escritorio, sus ilustraciones y una que otra reliquia relacionada con el mundo de la magia. Su armario fue llenado con ropas que le fueron obsequiadas principalmente por Navier. Ella también se deshizo de los peluches entregándomelos para Ian, aunque conservó un osito de peluche que le encantó, algo que conmovió a sus padres. Una vez hubo terminado podías afirmar que se veía como la habitación de un mago.
Por mi parte, acomodé en mi armario la poca ropa que Pix pudo conseguirme, junto con algunas ropas que los Iskuas compraron para mí. También guardé la ropa de Ian y sus pañales de tela. Pese a la insistencia de mis padres y los criados decidí mantener a Ian a mi lado así que la cuna permaneció en mi habitación, bastando una lijada al grabado anterior para reemplazarlo por su nombre. Cuando terminé comprobé que mi habitación era tan sencilla como me gustaba, con lo justo y necesario.
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¡¿Soy Rashta?!
FanfictionHistoria de Reencarnación/Transmigración. Una joven comete suicidio luego de una serie de sucesos desafortunados; pero de manera inesperada despierta dentro del mundo de su novela favorita, una que le dio consuelo en su día a día, y lejos de reencar...