EMMA
Ilenko tenía los labios más bonitos que había besado.
Yo podría ahogarme en esos labios.
Me encantaba besarlo.
Yo lo besé mucho.
Parecía que el muro tácito se había derrumbado entre nosotros después de dar la noticia a nuestras familias de que tendríamos un bebé y ahora nada me detenía de hacerlo todo el tiempo. Encontré excusas para ello cada vez que tuve la oportunidad.
Como cuando él se iba a trabajar por la mañana y antes de salir me agarraba por la cintura y me devoraba hasta apartarse a regañadientes, cuando llegaba a casa y yo me lanzaba sobre él tan pronto como entraba, o si él hizo una cena especialmente increíble y lo recompensaba con un beso, si me aburrí de la película que estábamos viendo, o si el bebé se movió. Todas esas eran buenas razones para besarlo también.
Especialmente la cama. La primera vez que nos besamos fue cuando él me abrazó mientras lo montaba, y aunque habíamos estado follando durante algunos años, de repente todo volvió a ser abrumadoramente nuevo, desde la manera en que me expandía para acomodarlo en mi interior, hasta el deslizamiento de sus enormes manos sobre mi piel erizándola a su paso.
Honestamente, la forma en que no podíamos quitarnos las manos, o la boca, el uno del otro ahora, habría sido más apropiada para dos adolescentes que caen en su primer romance, no para dos adultos experimentados que navegan en una relación adulta complicada y sujeta a reglas.
Pero las reglas se estaban desmoronando. Los límites se habían vuelto borrosos. Ya no sabía cuándo los estábamos cruzando o no, o cuáles eran esos límites ahora.
No sabía qué éramos exactamente, pero sí sabía esto: ya no amigos.
Ni por asomo.
La energía entre nosotros había cambiado. Ilenko estaba... nervioso. Cada vez que nos besábamos, la tensión se acumulaba en su cuerpo y no era necesariamente sexual. No sabía qué era esa tensión, pero su comportamiento había cambiado un poco desde ese primer beso. Me enviaba mensajes de texto constantemente durante todo el día, como si las horas alejados fueran demasiado para él.
Me pareció casi decepcionante la facilidad con la que nos deslizamos juntos por la pendiente de lo que sea que fuera esto. Como tal vez debería haber implicado más... hablar.
Porque el ruso no trató de hablar conmigo al respecto. Más allá de una confesión de que había querido besarme durante mucho tiempo, pero se contuvo por mí. Después de eso, no volvió a abordar el tema directamente, ni trató de definir qué significaba esta dinámica cambiante entre nosotros.
Pero yo tampoco.
En algún momento del camino, me había enamorado locamente de él. No podía precisar exactamente cuándo, y no podía decir con perfecta confianza que él sentía lo mismo. Así que me preocupaba que, si poníamos en palabras lo que estaba pasando, se rompería. Como si prosperara mejor en el espacio tácito donde siempre había existido.
Aun así, me sentía extraña, mareada y feliz desde que sucedió. Los besos nos habían empujado fuera de esa zona de amigos cuidadosamente construida hacia algo nuevo, extraño y sin aliento.
- No hemos hablado de esto – me dice Ilenko de camino a la cita del sexto mes - ¿Vamos a descubrirlo?
- ¿Descubrir qué?
- El sexo.
- Ni siquiera consideré la opción de no enterarme. ¿Quieres esperar y ser sorprendido?
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BOSS AND QUEEN
FanfictionTodos los personajes pertenecen a Dominio y su creadora Eva Muñoz.