Muerte y retorno.

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Lena estaba completamente dormida, no soñaba nada, era puro descanso. Había salido del jardín de Kara con la misión de ir a ver al rey, pero no pudo aguantar el cansancio que sentía. Terminó yendo a dormir, el rey podría esperar y pudrirse en el calabozo mientra tanto.

Se despertó poco a poco, sintiendo un cosquilleo familiar que luego se transformó en excitación. Esperó a que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad de sus aposentos.

—Kara, qué haces tan tarde— apretó la mandíbula cuando sintió la mano de la rubia ir rápido en su miembro, que estaba duro como un tronco.

—Lena, no quiero que seas de nadie más, entonces quiero que hagamos el amor— dijo Kara apretando. —Me dejaste allí tirada con las rosas y me dijiste que nunca me amarías, está bien, pero dijiste que me usarías bien.

—Pero Kara es muy tarde para eso...owwwwwww— Lena jadeó y se sujetó de las sábanas.—Kara por favor no hagas esto no voy a poder aguantar.— El miembro de Lena más pronto que tarde descargó todo y la pelinegra gimió mordiéndose el labio.

—No es tarde, es media noche— dijo la rubia desnuda. —Me he tocado mucho para estar lista para tí.

—Pero qué, en nombre de dios...estás haciendo Kara...yo soy tu enemiga, vine a matarte.

Lena se sentó y creó fuego en un candelabro para ver con sus propios ojos a Kara dándose placer a sí misma.

—Me gusta Lena, no tengo nada que pensar— dijo la rubia con una enorme sonrisa y la bruja tragó pesadamente.

—Hay límites, tu madre me matará, creo que me es más factible matarte que quitarte la virginidad.

—Yo te torturé, es justo que tengas mi pureza.—susurró Kara con los ojos cerrados y una expresión de placer en su rostro.

—No funciona así, detente Kara, para tener sexo sin am— Lena se detuvo y se sintió mareada, pronto su mente se había fraccionado. —Kara, escucha con atención, tu pureza es tuya, de nadie más, vamos a dormir por favor.

Kara se sentía rechazada. —¿No te gusto ni siquiera para divertirte?

—Esto no puede estar sucediendo, y menos a esta hora, eres la princesa por amor a dios, Kara durmamos, te lo estoy suplicando.

—Todo el mundo quiere fornicar contigo, todos, discuten aquí y allá qué hacer contigo Lena.

Los ojos de Lena se iban tornando cada vez más dorados. —Kara por favor te lo suplico.

Kara ignoró a Lena y se sentó sobre ella deslizando toda la longitud de la pelinegra dentro suyo de una sentada. Lena se quedó de piedra un momento, simplemente allí sentada.

Kara comenzó a moverse lentamente. —Esto es bueno Lena, voy a torturarte, pero esta vez de una manera que te va a gustar— susurró en su oído.

Lena tomó una bocanada de aire, la mataría, pero ahora no, ahora le daría lo que venía buscando. —Quiere guerra mi princesa, pues guerra tendrá—

La Luthor la miró sonriente con los ojos dorados y la levantó de la cama sin salir de su interior, después se giró y ambas cayeron allí, Kara debajo, Lena encima, todavía unidas por el miembro de Lena.

La pelinegra sonrió con malicia y sujetó el cuello de la rubia para comenzar a embestirla duro y profundo. Con cada estocada Kara bendecía su nombre y gemía. —Así justo así, bruja mala, házmelo duro, castígame por haberte torturado y deja tus hijos dentro de mí.

Cada palabra de la rubia alentaba a la pelinegra que comenzaba entonces a mover las caderas tan duro y rápido que la voz de la ojiazul se oía temblorosa. —¡Así, maldita así!

La brujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora