𝐕𝐈𝐈𝐈. 𝙀𝙡 𝙨𝙪𝙧𝙜𝙞𝙢𝙞𝙚𝙣𝙩𝙤 𝙙𝙚 𝙪𝙣 𝙖𝙢𝙤𝙧

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Al mismo tiempo que Lolito y Vegetta se habían prácticamente conocido, puesto que el segundo no pensó ni remotamente que ese lindo doncel fuese su primo Lolito, la duquesa Sabrina y su hijo Rubén se hallaban reunidos con la emperatriz Eleanor y su esposo, Jeremías, quien como sabemos, había declinado el su derecho al trono en favor de su hijo Samuel.

Jeremías era un hombre al que no le gustaban las preocupaciones, que se quejaba del reúma, que tomaba copitas de licor a escondidas de su esposa y que era un poco sordo. El padre del emperador se alegró mucho al ver a Rubén hecho ya todo un hombre.

—Dime, Rubén, ¿es la primera vez que vienes a Karmaland?

—No, estuvimos aquí hace tres años.

—¡Tres años! —repitió el padre del emperador, llevándose la diestra a la oreja para poder oír mejor—. ¡Qué tiempos aquellos!

—¿Quieres un poco de té? —le preguntó su esposa.

—Prefiero una copita —expresó, haciendo una ligera mueca de desagrado. Eleanor ordenó que se la sirvieran.

El criado cumplió de inmediato la orden, al mismo tiempo que otro anunciaba que el coche de Su Majestad acababa de entrar al parque.

—Acaba de llegar el coche de Su Majestad.

Sin embargo, el coche del emperador se encontraba vacío y su madre se dio cuenta de eso. entonces el acompañante de su majestad se presentó.

—Alteza Imperial, el ayudante de su majestad se presenta con respeto.

—Pero ¿dónde está Su Majestad? —preguntó la emperatriz, un poco alarmada.

—Su Majestad me ha ordenado que me adelantase y ha expresado su deseo de ir un rato a pie.

—¿Solo? —el Conde dudó unos segundos antes de contestar aquella pregunta.

—Sí, bueno, quiero decir, no. En fin, Su Majestad está acompañado.

—¿En qué compañía?

—En compañía de un desconocido.

La emperatriz se horrorizó y no disimuló lo poco grata que le era aquella noticia.

La duquesa se compuso nuevamente y despidió al conde; más tarde todos se encontraban reunidos otra vez en el salón. Sabrina se encontraba un poco desilusionada al comprender que pasaban los minutos y se perdía la oportunidad de que Rubén se entrevistase con el emperador. Sin embargo, se mostró afable con todos y bien pronto todos estaban hablando y platicando tranquilamente.

Cuando menos lo esperaban, apareció Vegetta, quien se dirigió primero a su madre. La aludida lo miró, tranquila, y le preguntó.

—¿Cómo estás, Samuel?

El monarca correspondió a los saludos de todos.

—¡Hola, Sam! —exclamó su padre—. Me alegro mucho de verte, porque parece que estás muy contento.

—Sí, papá, lo estoy y celebro que tú también te encuentres tan tranquilo.

Jeremías, sin apartar su mano de la oreja para oír mejor, sonrió a su hijo, y en todo afable dijo:

—¡Muy tranquilo! Es lo que siempre dije: todo menos gobernar.

La emperatriz se acercó entonces a Vegetta para hacerle notar que en la reunión se hallaban presentes su tía Sabrina y su primo, el príncipe Rubén, que, como todos, habían asistido para celebrar el cumpleaños.

𝗾𝘂𝗲𝗲𝗻 𝗼𝗳 𝗺𝗶𝗻𝗲   ──── vegelitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora