Capítulo XI: La marea acrecienta

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Tenía muy claro lo que debía hacerse. La verdadera pregunta no es el qué, sino el cómo y conocía a alguien que era muy habilidoso para hallar la mejor manera. Una vez terminada la conversación con Rhaenyra, en lo único que podía pensar es cómo me desharía de Sir Criston. Tenía algunas ideas, pero nada parecía plausible. Al final, me decidí contarle a mi único amigo Sir Larys, sabía que esto sería peligroso, pero de alguna manera, después de que él me revelara su fetiche secreto, sentía que yo tenía la mano ganadora en la partida. Quizás no podría controlarlo con juegos mentales, pero quizás sí jugando con sus deseos. Esa noche dormí pensativa, pero sabía que al día siguiente mi misión era clara. Debía buscar a Sir Larys y con él ingeniar un plan para sacar a Sir Criston del castillo.

Me levanté y seguí mi rutina de siempre, es increíble cómo la vida parece tan aburrida y simple incluso en los días más decisivos de tu vida. No sentía estrés, ni ansiedad, solo determinación. Sir Criston pagaría por lo que le hizo a Rhaenyra. Cada día que pasaba, sentía que iba dejando más y más a la antigua Alicent y que lentamente se despertaba en mí el deseo de retomar mi vida y mi identidad. Me puse un vestido verde, me sentía fantástica, quizás en el pasado había tomado decisiones en detrimento de mí misma, pero solo por esta vez, sentía que debía hacer algo para resarcir mis errores con Rhaenyra.

Me preparé finalmente para salir. Mientras caminaba por los pasillos sentí un impulso que me llamaba a que fuera a ver a Rhaenyra una vez más, sentía que debía hablar con ella, pero supongo que alguien tuvo esta idea al mismo tiempo porque cuando llegué Rhaenyra se encontraba con Sir Harwin, no quise ser metiche, pero sin querer escuché parte de su conversación.

 Mientras caminaba por los pasillos sentí un impulso que me llamaba a que fuera a ver a Rhaenyra una vez más, sentía que debía hablar con ella, pero supongo que alguien tuvo esta idea al mismo tiempo porque cuando llegué Rhaenyra se encontraba con...

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-Ya en unas semanas estarás casada.

-Sí, es un sentimiento extraño, especialmente cuando te casas con alguien a quien no quieres.

-Al menos Laenor parece un buen hombre.

-Sí, su temperamento es agradable, además, tenemos un acuerdo. Me siento mal de pedirte que te quedes conmigo de esta manera. Sabes que si en algún momento lo deseas, puedes partir de mi lado.

-Lo sé princesa, pero no es lo que quiero en mi corazón.

-Yo tampoco lo quiero, siento tanto afecto por ti, pero sería egoísta pedirte que te quedaras a mi lado cuando no puedo ofrecerte nada.

-Rhaenyra, ya lo he dicho muchas veces, lo único que me importa es tu corazón, incluso la más ínfima muestra de afecto me daría felicidad por el resto de mis días.

-Me siento tan conmovida Harwin, nunca esperé esto, creo que lentamente me estoy enamorando de ti, incluso así mi corazón se aferre al pasado...

Esto fue demasiado para mí, el dolor me golpeaba profundamente, no quería seguir escuchando más las confesiones de amor que se hacían entre sí. Quería desesperadamente volver con Rhaenyra, mi impulso me lo decía, pero sus palabras retumbaban en mi mente, sobre todo cuando ella mencionaba el tema del egoísmo. ¿Quién me creía yo para volver a desorganizarle la vida cuando tampoco tendría nada que ofrecerle? Sentí despecho y ofuscación. Me fui apesadumbrada al encuentro de Sir Larys, mientras pensaba largamente en mis decisiones. Nadie podía decir que no había intentado enamorarme del Rey o seguir mi papel de fiel esposa, pero la verdad es que deseaba profundamente compartir mi lecho con una mujer, no podía negar que en mi corazón todavía existía el fantasma de mi amor por su hija.

Canción de oro y plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora