Capítulo VII: Alumbramiento

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Estar embarazada es muy extraño, al principio es casi imperceptible, después inevitablemente notorio. No solo la sensación de que dentro de ti crece un ser que paulatinamente ocupa una gran parte de tu cuerpo y presiona todos tus órganos, sino que tus hormonas sirven como constante recordatorio de que tu vida no volverá a ser la misma. Mi primer embarazo sería el más difícil porque me sentía completamente sola en este mundo. La única familia que tenía era mi padre, pero sabía que no podía compartir con él mis pensamientos y desasosiego, simplemente él no lo entendería.

En medio de todo, estaba agradecida con Viserys que no hubiese decidido contarle a mi padre lo que había sucedido con Rhaenyra

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En medio de todo, estaba agradecida con Viserys que no hubiese decidido contarle a mi padre lo que había sucedido con Rhaenyra. Quizás la noticia de mi embarazo había ablandado su corazón, aunque mentiría si dijera que Viserys era un hombre insensible o insensato, por el contrario, pienso que su personalidad era propensa a tratar de agradar a todos y mantener la paz. Debo confesar que este pacifismo me exasperaba en la mayoría de los casos porque se percibía como debilidad y sumisión, pero en este caso jugaba a mi favor, de hecho, con el tiempo iría entendiendo que la naturaleza dócil de mi marido podía ser moldeada a mi interés.

Los meses transcurrieron sin mayor sobresalto, me parecía opresiva la cotidianidad. Durante este tiempo, mientras Rhaenyra no estaba, me dediqué a tejer y a asistir regularmente a las plegarias auspiciadas por el septón Eustace. Estaba decidida a seguir la tradición, seguir las reglas, cumplir mi papel como Reina. Mis sentimientos por Rhaenyra seguían intactos, pero la distancia entre las dos me había hecho entender mi lugar, no podía seguir sosteniendo un amor imposible y arriesgar mi posición ni la de mis hijos. Las cosas habían cambiado, ya no era una adolescente, tenía que pensar con cabeza fría así esto significase sacarme el corazón.

Dado que quería distraer mi mente y olvidar mi estado de gravidez y mis pensamientos, empecé a frecuentar a Sir Larys, siempre encontraba que sus charlas eran peculiares. Por lo general, no hablábamos de nuestras vidas personales, pero él parecía tener un particular interés en todo lo que sucedía en la Fortaleza Roja, yo no era estúpida, podía ver sus intenciones, pero a la vez parecía en ese momento una buena idea tenerlo de aliado, no solo yo le proveía de información, sino que él me la devolvía con creces. No sabía cómo, pero Sir Larys conocía los secretos de todo y de todos.

Nunca pude sacar la valentía de preguntarle si él sabía lo que había sucedido entre Rhaenyra y yo, pero algo dentro de mí me decía que de alguna manera él lo sabía. Definitivamente, era mejor tener a Sir Larys de amigo que de enemigo. Cuando sabes que alguien tiene tu secreto, es difícil alejarlo de ti. Me pregunto si alguna vez yo encontraría un secreto de Larys que pudiese ayudarme a igualar la partida.

-Debo admitir que parece un tanto impulsiva la decisión del Rey de enviar a la princesa Rhaenyra tan lejos.

-Quizás Viserys tan solo desea proveer a la princesa de un tiempo para que pueda reflexionar y escoger a su consorte.

-O quizás algo más haya sucedido.

-¿A qué se refiere?

-Sabe majestad, la he visto bastante pensativa últimamente. Las nodrizas comentan que desde que la princesa partió su semblante y rutina no es la misma, que se ha refugiado en la soledad y la oración. Claro, no quiero ser impertinente, quizás todo sea un tema relacionado con su embarazo.

Canción de oro y plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora